Siempre, y ahora más que nunca, la inteligencia es nuestra salvación y la estupidez nuestra gran amenaza.
Cada mañana, al levantarme, me felicito, y sólo un día al año me felicitan los demás, que son sólo los míos.
Todos los días (menos uno) celebro mi descumpleaños. Ese día, los míos, me felicitan por haber cumplido un año más. Justo al día siguiente empiezo yo a descumplir. A nuestra edad hay que aprender a hacerlo y, como te descuides, te pones en los 80. Yo, ahora mismo voy por los 48. Ya mismo me pillan mis hijas y yo me encontraré en plena juventud.
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