miércoles, 20 de mayo de 2020

GIORDANO BRUNO ( 2 )


Comenzó una vida errante y aventurera de tal manera que pudo decir, y con razón, que “toda la tierra es patria para el filósofo”
En los siguientes cuatro años pasó por Roma, Génova, Turín, Venecia, Padua y Milán.

La vida errante no era fácil, los viajes eran duros, las habitaciones, para alguien sin recursos, estaban sucias e infestadas de ratas, los asesinatos de viajeros eran frecuentes, y las enfermedades y epidemias constituían una amenaza que se sumaba a la de sus perseguidores.

Tras las diversas estancias en ciudades italianas y no sintiéndose seguro en ellas, en 1579 llegó a Ginebra y se unió al calvinismo (condición necesaria para poder enseñar en la Universidad)

Pero otra vez su carácter rebelde le llevó a criticar las ideas centrales de este movimiento protestante, lo que provocó un nuevo proceso en su contra y fue obligado a retractarse.

Bruno, ingenuamente, creía que sus ideas eran el complemento ideal para la religión cristiana

Fue expulsado de Ginebra y pasó a Francia, a Lyón.
La vida errante ya no le abandonaría jamás.

Durante sus viajes, Bruno conoció a pensadores, filósofos y poetas que se sintieron atraídos por sus ideas y se convirtieron en verdaderos amigos, al tiempo que le ayudaron en la publicación de sus obras.

Tras pasar un tiempo en Ginebra, Lyon y Toulouse. Durante la guerra civil (1.581) Bruno se veía abocado a reemprender su viaje y se refugió en París.

Su fama le precedía y enseguida fue aceptado en grupos influyentes. 

El propio rey Enrique III se sintió atraído por sus disertaciones y, aunque no podía apoyar de manera abierta sus ideas heréticas, le extendió una carta de recomendación para que se trasladara a Inglaterra, como agregado de embajada con el marqués Miguel Castelnau.

En Londres, Bruno se alojó en la casa del embajador francés y fue presentado a la reina Isabel y siendo profesor en la Universidad de Oxford durante tres meses pero, ante el escándalo de sus ideas tuvo que suspender sus clases y calificando a los ingleses de “bárbaros”

Tras casi tres años en Inglaterra, reanudó su vida itinerante, viajando, de nuevo a París y, después a Wittenberg, Praga, Helmstedt, Francfort y Zurich...

A toda ciudad que visitaba iba precedido por su reputación de persona culta y de fácil palabra.

Había escrito un tratado acerca de la memoria que le otorgó fama de mago y que a todos le resultaba interesante.

Era invitado a casi todas las cortes pero, para decepción de los supersticiosos, demostró que su sorprendente capacidad memorística no se debía a la magia, sino al conocimiento organizado, (lo que se denomina “mnemotecnia).

En Inglaterra, y tan sólo en un año, escribió dos de sus obras más importantes: “La cena de las cenizas” y “Del universo infinito y los mundos”.

El escándalo se cernió sobre él nuevamente, porque en la primera pieza, aparte de atacar a los doctos de Oxford (además de llamarlos “bárbaros”, los acusó de saber más de cerveza que de griego), defendía que la Tierra no era el centro del sistema solar, como Copérnico había propuesto años atrás.

En la segunda, argumentaba que el universo es infinito, que está poblado por un sinfín de mundos donde viven seres vivos e inteligentes.
Y no solo eso: añadía que la misión del hombre es adorar este infinito cuya alma es Dios, presente en todas las cosas.

En cada ciudad en la que temporalmente estaba escribía y escribía.

Tengo contabilizadas (además de esas dos) otras 39 obras

Bruno, ingenuamente, creía que sus ideas eran el complemento ideal para la religión cristiana y que iban a ser asimiladas tanto por católicos como por protestantes.

Pensaba haber encontrado la panacea que conciliaría las religiones que estaban dividiendo Europa.

Sin embargo, y para su desgracia, las creencias del momento apuntaban hacia otro lado.

Los protestantes no admitían sus ideas (lo que Lutero afirma de Copérnico, llamándolo “imbécil que…) y Calvino, por el estilo.

Los católicos lo consideraban directamente herético por aceptar el heliocentrismo en vez del geocentrismo defendido por la Iglesia, la tradición y la Biblia...

Era inconcebible que la Tierra no fuera el centro del universo.
Y era aún menos aceptable, tal como sostenía Bruno, que Dios formara parte del universo.

Según la Iglesia de Roma, Dios estaba por encima de todas las cosas, era Trascendente.

Traición

Hallándose en Fráncfort, Bruno recibió una carta de un noble veneciano, Giovanni Mocénigo, quien mostraba un gran interés por sus obras y le invitaba a trasladarse a Venecia para enseñarle sus conocimientos a cambio de grandes recompensas a cambio de que le enseñara la magia y la mnemotecnia.

Sus amigos le advirtieron de los riesgos de volver a Italia, pero el filósofo aceptó la oferta y se trasladó a Venecia a finales de 1,591.

Allí asistía a las sesiones de la Accademia degli Uranini, lugar donde se reunían ocultistas famosos, académicos e intelectuales liberales y daba clases, sólo durante tres meses, en la Universidad de Padua.

Pero aquella amable propuesta se convirtió en una trampa mortal para el filósofo.


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