miércoles, 13 de mayo de 2020

FLORILEGIO 11 ( 3 ) HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. LA HERRADURA Y EL CIENTÍFICO




HISTORIA DE LA FILOSOFÍA.

Su impartición en el Bachillerato se la suele presentar como una visita o excursión a un cementerio, lleno de tumbas con la inscripción de cada uno de los filósofos, en una hilera en línea recta y cronológica y se van, profesor y alumnos, parándose ante cada tumba exponiendo lo que ese filósofo, en vida, dijo e hizo y, al acabar el relato, visitar la sepultura siguiente, contando sus hazañas de pensamiento y así, hasta el final de curso, qe coincide con el final de las visitas al cementerio.

Pero, también, se la suele presentar como una selva inextricable (Sánchez Vázquez: “Por qué y para qué enseñar filosofía”) en la que unos plantan los árboles (ideas/pensamientos) que otros vienen a derribar.
Platón es derribado por Aristóteles; Hume por Kant, Hegel por Marx, etc…

Ciertamente ésta es una visión simplista.

Pero no deja de ser verdad que los alumnos, siguiendo al profesor, se encuentra perplejo en esta selva filosófica, ante esta sucesiva plantación y derribo de árboles filosóficos, sin que sepa, realmente, a la sombra de cuál acogerse”.

Yo recuerdo que algunos alumnos me decían que habían sido platónicos a principio de curso per que después se habían identificado con Hume, con Kant, con Marx,…para, al final, haberse quedado con Nietzsche.
Lo que, teniendo en cuenta su adolescencia, nada me extrañaba, porque si alguien había sido el que no había dejado títere con cabeza era, precisamente, Nietzsche,

Como ellos, en esa edad, que saben bien “lo que no quieren”, que critican y se oponen a las normas de sus mayores, comenzando con sus padres y siguiendo con sus profesores pero que, estando, a esa edad, todavía en construcción de su personalidad, no sabían “lo que querían”.

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EL CIENTÍFICO Y LA HERRADURA.

Se cuenta que, en cierta ocasión, alguien visitó al famoso científico danés Niels Bohr en su casa de la montaña.
El visitante no pudo disimular su asombro al ver una herradura en el dintel de la puerta principal.
“Usted, como científico ¿no creerá eso de que las herraduras traen buena suerte”?
A lo que el físico contestó: “Por supuesto que no lo creo. Pero me han asegurado que las herraduras traen buena suerte aunque no se crea en ellas”

A la Filosofía, en un mundo no sólo científico, sino “cientificado” (¡palabro!), transido por las ciencias naturales, exactas, incuestionables, eficaces,… a la filosofía, una ciencia humanista, aunque no se crea en ella, se la tolera y se le permite que deambule por el espacio público en el que habitan las Ciencias Naturales, siempre que no les moleste mucho ni las hostigue, considerándola inofensiva, por lo que poco cuesta tolerar su presencia.

Le ocurre a la filosofía lo que a la herradura, no molesta, adorna el entorno, no es dañina,… así que ¿para qué tomarse el trabajo de desclavarla?

Como se la considera objetivamente neutral y, más bien, un conjunto de creencias subjetivas que todo el mundo tiene pero que nadie estaría dispuesto a hacerla valer porque ¿habrá algo más ridículo que una pelea de ideas subjetivas queriendo imponerse  unas a las otras?

Un enemigo desarmado, como no da miedo, puede, incluso suscitar simpatía, como si fuera un adorno prescindible, si llegara el caso, pero que no afea lo circundante.

Sin embargo Sócrates, con su filosofía, supuso un aguijón a la política (y a los políticos) de su tiempo y, como se hace con una mosca “cojonera”, con un tábano, que no sólo molesta, sino que pica, cualquiera intenta aplastarla contra la pared para que deje de “joder”.
Su filosofía si era peligrosa.

Y en la Francia del XVIII los “filósofos” eran vistos, con razón, como enemigos del antiguo régimen y propagadores de la revolución.

Hoy no es así, pero como el lenguaje en el que se expresan los filósofos es un tanto abstruso e ininteligible para la mayoría, se mira para otro lado, dándole de lado, y considerándola como un conjunto de opiniones privadas.

Nadie es físico de manera subjetiva, porque la física es objetiva.
No hay físicos subjetivos.

Si las ciencias se mueven en el ámbito de los hechos (aunque Nietzsche ya había sentenciado que: “no existen hechos, sino interpretaciones”) la filosofía se empeña en diferenciar “lo que hay” de “lo que debe haber”, “lo que se hace” de “lo que debería hacerse”.

Al revés que los científicos, una asociación de filósofos –decía Schopenhauer- es una “contraditio in terminis·, sería algo así como un “sindicato de eremitas” pues los filósofos nunca están en el mundo “en plural” pues la filosofía es como una aventura privada personal, más cercana al arte que a la ciencia.

Son muchas las filosofías posibles en cualquier momento, simultáneamente, no ocurre así con las ciencias.

“Para qué sirve la Filosofía” es una pregunta filosófica pero “para qué sirve la física” no es una pregunta física.

La pregunta “por qué” es la típica de los niños, pero también de la filosofía, intentando que la pregunta no se desvíe hacia el “cómo”

De ahí que a la filosofía se la considere “rebelde” e “ingenua” como los niños.

¿No será el grito del niño, al nacer, la primera “pretensión de libertad” –como decía Kant?

Igual que los niños, muchas veces, se meten donde no los llaman, son “impertinentes”, así es la Filosofía, un aguafiestas de los lugares comunes, del consenso dominante, de las tradiciones no justificadas.

Frente a la cultura, la filosofía contiene siempre un momento de escepticismo (el escéptico es “una clase de nómada” –decía Kant).
La filosofía es nómada, hace turismo dentro de las ciencias, una incursión en territorios vecinos, extraños, incluso hostiles.

De ahí las “Filosofías de”, desde la Filosofía de la Ciencia hasta la de la Biología, la de la Física, la de la Matemática,..”

El filósofo no tiene coto de caza privado; únicamente dispone de una licencia de cazador furtivo que le permite adentrase en los cotos de los demás.
En esto consiste su incorregible impertinencia, meterse donde no la llaman pero que cree que allí debe estar ella.

Quizá si no fuera por esas incursiones en las que se roba un pedazo de vida real los filósofos acabarían en una cacería tras el ente de razón para ahuyentar el aburrimiento de la reflexión pura.

Sí, la Filosofía es una disciplina entrometida por lo que puede resultar insoportable para quienes buscan el Poder o la Exactitud porque, para esto, la Filosofía es inútil al no rendir pleitesía a ninguna utilidad (ya lo había dicho, hace 2.500 años, el de Estagira. Aristóteles).

Ni tampoco formula leyes exactas a disposición de quien quiera utilizarlas.

Ni Platón ni Marx (dos grandes filósofos) acertaron a descubrir su valor porque exigían de ella lo que ella no podía dar.

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