miércoles, 27 de mayo de 2020

FLORILEGIO 12 ( 2 ) EL HOMBRE ( 2 )


Producir – consumir – destruirse.

Para huir de la comprensión del hombre concreto, quizá porque le da miedo verse reflejado en esos trágicos fenómenos del siglo XX,  se escuda en conceptos abstractos totalizantes como idealismo, materialismo, historicismo, marxismo, personalismo, existencialismo,…y se recurre a su propio concepto de razón explicativa: razón filosófica, razón científica, razón histórica, razón vital, razón biológica, razón analítica, razón instrumental,…
Pero que no convencen, totalmente, al hombre concreto.

No por verse refugiado en un movimiento colectivo encuentra descanso el hombre concreto.

Ni Sócrates con su método y su ironía fue capaz de definir al hombre, ni siquiera a la virtud, aunque consideraba, en un principio, virtuosos a muchos hombres que se creían serlo, pero que cuando les preguntaba qué era esa virtud, los llevaba a que se considerasen ignorantes, primer paso para querer saber.
La condición imprescindible para encender una vela era ser consciente de que estaba apagada. Pero no se cuestiona qué era la vela,…

Si para Platón el hombre era un ser desplazado, un forastero en este mundo, al estar su mansión en el otro mundo, en el más allá. Si “venimos de” debemos “ir a”, debemos “volver”,  enseñándote el camino, para su discípulo Aristóteles la posada del hombre está en este mundo.
El hombre aristotélico se encuentra aclimatado en el mundo como en su propio aposento.

Si para Platón esta vida es “una mala noche, en una mala posada”, como para los místicos, y está deseando que amanezca es para volver, para Aristóteles esta vida es la vivienda que no se quiere abandonar porque está aclimatado ya.

En Aristóteles “el hombre ha dejado de ser problema”, acepta su sitio en el universo y vive cómodamente en él.
El hombre es un ser natural, pertenece a la naturaleza, y es/debe ser feliz en ella, no irse de ella.
No sólo es un caso, en la naturaleza, sino que es consciente de ello y quiere/debe saber cómo es esa relación con ella.

Ya sabemos los conceptos de “género”, “diferencia específica” y “especie”, por lo que el hombre es un “animal” (viviente sensible) “racional” (diferencia) y “hombre” (especie, la especie humana).

Y las tres almas (“psijés” “animas” = Vida, principio de vida, presente en todos los vegetales (seres vivos) que nacen, se alimentan, crecen, se reproducen y mueren (caracteres del “alma vegetativa “).
El alma animal que, además de todas las características del alma vegetativa, tiene sentidos externos e internos, imaginación, estimativa o instinto y memoria.
El alma racional que tiene todo lo de los vegetales, todo lo de los animales y, además, lo típico suyo: razón-inteligencia, voluntad y libertad.

De Kant, de las cuatro preguntas, cuyas respuestas son el Conocimiento, la Moral o Ética, la Religión y la cuatro: “¿qué es el hombre”?
Tres Críticas: Razón Pura, Razón Práctica, Razón Estética o del Juicio.

Su filosofía es la respuesta a las tres primeras preguntas pero la cuarta: “Qué es el hombre”, que dice que es la fundamental pero que, sin embargo, obvia responder.
Como ya lo habían hecho Sócrates y Aristóteles.

Del Cristianismo ya sabemos su respuesta, hasta hoy mismo: “creado por Dios a su Imagen y semejanza”. De Él venimos y a Él debemos volver tras el paso por la tierra.

La Antropología Filosófica, para tratar de explicar al hombre, no es un sistema cerrado por el que podamos definir perfectamente al hombre (sea materialista, espiritualista, mecanicista, vitalista, empirista, trascendente o inmanente) sino un sistema abierto que ha de tener en cuenta que existe lo abstracto y lo concreto, la naturaleza y la historia, la esencia y la existencia, la humanidad y los muchos y variados pueblos que la conforman, cada uno con sus caracteres, su cultura, sus gestos, sus ritos, varones y mujeres, blancos, negros y amarillos, genios y mentecatos, buenos y malos, artistas y filisteos, burgueses y proletarios, bellos y feos, ricos y pobres, libres y esclavos,…

Todos ellos son hombres, todos ellos pertenecen y conforman la especie humana.

¿Cómo definirlos exactamente si, aunque sean todos hombres, son todos tan distintos?

A partir de la Revolución Científica (XVI-XVII-XVIII) se han hecho nuevas preguntas sobre el hombre y se han dado nuevas respuestas desde las distintas ciencias: Matemática, Física, Química.

Los grandes genios científicos (Copérnico, Kepler, Galileo, Descartes, Newton,…) han aportado una nueva mentalidad científica y, con ella, una nueva visualización del hombre provocando lo que se ha denominado: “crisis de la conciencia europea”.

Triunfa la interpretación newtoniana del universo, con sus leyes fijas y su determinismo científico que iba unido a la Filosofía Mecanicista.

El éxito de la tesis newtoniana sobre el mecanismo celeste se aprovechó para extenderlo a un mecanismo universal como razón última de todo el universo.

“Creyeron los enciclopedistas franceses del XVIII que se encontraban en el umbral de ofrecer la explicación definida del mundo a través de principios físico-químicos. Incluso Laplace se imaginó que una inteligencia competente podría predecir el progreso de la naturaleza para siempre, con tal que le dieran las masas y las velocidades” – afirma E. March.

La Razón Determinista se hizo pronto triunfalista hasta pretender explicar todo a través de pesas y medidas.

La conclusión era fácil: si el universo era así y se comportaba así, como el hombre es parte de ese universo, también deberá ser y comportarse como él.
El todo y la parte.

Los Ilustrados franceses sostenían que el sistema de Newton describía el mundo como una ingente, gigantesca, máquina cuyo mecanismo esencial ya se conocía y dentro de ella se encontraba el hombre, corporal y espiritualmente, como una pieza del engranaje cósmico que acontecía forzosa y necesariamente.

¡Qué bien lo expresó Voltaire en el Filósofo Ignorante,  en el que encontramos una descripción maestra de esta mentalidad: “Sería sorprendente que, cuando la naturaleza entera, y todos los planetas, están sometidos a las leyes eternas, existiese un pequeño animal, de 1,65 de altura, que pudiera zafarse de esas leyes obrando a su antojo y sin más límite que su propio capricho”¡

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