miércoles, 13 de mayo de 2020

FLORILEGIO 11 ( 2 ) EL INDIVIDUALISMO



El individualismo se afianza.

La brecha económica aumenta.

Cada vez menos gente acumula más capital, por lo que la pirámide social se ensancha por la base y decrece en altura.

En medio de la riqueza está creciendo la pobreza.

“No creo que, hoy, sea posible sostener a toda una población de millones y millones de seres humanos a base de molinos de viento y agricultura orgánica”.

Hay que recurrir a la ciencia y a la tecnología y esto supone que, cuando abusamos, intervenimos causando un cambio climático y demás consecuencias, riesgos manifiestos…

El conocimiento científico y su aplicación han crecido de manera desproporcionada, la ciencia crece sin que necesariamente esto implique que se desarrolle la  sabiduría necesaria para garantizar la supervivencia de la humanidad y del planeta mismo.

El mayor peligro para la ciencia no es ella misma sino la “ignorancia que desvía nuestros actos, y con frecuencia tiene resultados negativos para la naturaleza y efectos nocivos contra nosotros mismos, porque lo que nos hace daño es lo que no sabemos (y con frecuencia creemos saber) sobre la realidad, tanto del mundo como de nuestra propia biología.

La ciencia y la técnica, en su imperioso andar/correr, irrumpen en la vida del ser humano, influyendo en su pensamiento, intereses,  necesidades y valores.
Los potentes adelantos científico-técnicos se convierten, cada vez más, en fuerzas productivas que coadyuvan a la gratificación de los intereses y necesidades de las personas y, teóricamente, al aumento de sus capacidades cognoscitivas.

Se hace cada vez más evidente que el desarrollo de la ciencia y la tecnología permitieron la prevención y el control de muchas enfermedades, la certeza en el diagnóstico y el tratamiento de las diferentes patologías con la aplicación de los conocimientos destinados al beneficio social del ser humano.

Pero cuando del uso (en que el sujeto es el que “domina”) se pasa al “abuso” se pasa al estado de “dominado”

En un mundo tecnológico en el que ha surgido una dependencia de los aparatos tecnológicos y hemos hecho de ellos herramientas básicas y vitales para encajar en la sociedad, ya no podemos vivir despegados de estos aparatos, el teléfono móvil, por ejemplo, que es casi como nuestro “mejor amigo”, nos acompaña a todos lados, sabe  nuestros horarios, secretos, casi todo sobre nosotros.

Yo, que viajo bastante en autobús, cuando observo el silencio humano y a cada uno pegado a su móvil, viendo o escribiendo o escuchando…y ls pandilla con la que ha subido desperdigada y olvidada su presencia real…

El uso siempre es recomendable, pero el abuso llega a crear la dependencia, que no es una cualidad recomendable para sentirnos orgullosos, porque nos impide vivir y disfrutar nuestro entorno, de todo aquello que sí tiene vida.

La mayoría de las personas interactúan con las pantallas no sé cuantas horas al día, más tiempo de lo recomendado para seguir siendo “dominador” y no llegar a ser “dominado”, “dependiente”, “esclavo”, robándole horas incluso al dormir.

Y lo peor de todo, es que esta cultura crece cada día más y más, rompiendo las barreras de las edades y alcanzando a todos los niveles de la sociedad, limitando cada día más las relaciones interpersonales y reemplazándolas por una interacción virtual.

Más pendientes del teléfono que de la conversación, incluso perdiendo la concentración del trabajo.

Estoy en la cola de lo que sea, incluso ya siendo atendido y, como le suene el móvil al que me atiende, tiene preferencia quién está al otro lado que yo, que estoy ahí.

Quien está ausente tiene preferencia sobre quien está presente.

Tiene nombre esa enfermedad: “homofobia” (miedo incontrolable a salir de la casa sin el teléfono móvil).

Algunos de sus síntomas más frecuentes son no llevarlo apagado nunca, el celular, llevarlo a todos lados, usarlo hasta en el trabajo, o hasta dormir con él (imposible no tenerlo a mano, en la mesilla de noche).

Y ya están esperando los especialistas que proporcionen la ayuda necesaria para superar esta dependencia.

Las nuevas tecnologías es el campo en el que se mueve, hoy, la adolescencia y, más la juventud porque, además, son los que más conocimientos de ello y mejor preparación tienen.

El instalador de esa Tele que acabas de comprar te pregunta si hay un niño o un adolescente en la casa para explicarle a él cómo funciona, cómo se usa, a qué botones hay que darle,…

Parece que las nuevas generaciones han nacido con un móvil bajo el brazo, por lo que no necesitan  ni adaptación ni aprendizaje.

Y sin decir de la tablet y del ordenador en su habitación individual en la que ni el padre puede violarla sin previamente avisar y pedir permiso.

Esta adicción al teléfono móvil, a esta “homofobia”, constituye un fenómeno en auge que puede llegar a ser uno de los grandes problemas de la sociedad moderna.

Entre sus consecuencias fisiológicas más frecuentes figuran la “tendinitis” y el “síndrome del túnel carpiano”.
La primera consiste en una sobrecarga o dolor en la base del dedo pulgar, debido a su intenso uso, y su velocidad, al teclear (“textear” suelen denominarlo ya) mensajes en el teléfono móvil.
La segunda consiste en fuertes dolores en la muñeca o en la palma de la mano debido a una mala postura de la muñeca al utilizar el ratón, aunado al exceso de tiempo que pasamos en el ordenador.

Otro de los problemas (quizá el más perjudicial, y aquí entran ya hasta los niños) es el abuso y, por tanto, a la dependencia a los videojuegos, y que tiene como consecuencia el aislamiento social (“No me hables que me come”), dificultad para conciliar el sueño por la sobreactivación del cerebro, la irritabilidad, la ira y la ansiedad, lo que a su vez les produce obesidad infantil y, por lo tanto, riesgo cardiovascular.

Para prevenir estas adicciones, los expertos recomiendan vigilar el uso de esta tecnología en niños y adolescentes, permitiéndoles solamente su uso por un lapso no muy prolongado de tiempo y obligarlo a cortar (o cortarlo) cuando se cumpla ese lapso (aún con el cabreo, el lloro, el mal gesto, la palabrota, el insulto, el “por favor”,…

¿Dónde ha quedado el disfrutar de lo que te rodea, de una salida o puesta de sol, del olor de la vegetación en el parque, de las macetas de tu terraza, de la conversación agradable de esa persona a la que amas y te ama, a ser consciente de pensar en ti mismo,…

¿Cuánto tiempo pasas contigo mismo, sin tu teléfono móvil, disfrutando lo que hay a tu alrededor en el mundo real?

Deberíamos reflexionar ante este problema, antes de que sea demasiado tarde.

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