viernes, 29 de mayo de 2020

FRORILEGIO 12 ( 5 ) EL HOMBRE: NI EN EL CENTRO, NI CREADO, NI CONSCIENTE, NI




¿La libertad?

La cosmología newtoniana ha acuñado una Antropología y una Psicología basadas en las leyes del determinismo absoluto y derivando en un materialismo declarado.

Voltaire, artículo “Destino”, en su Diccionario Filosófico: “Todo está gobernado por leyes inmutables…todo está predispuesto…todo es un efecto necesario. Hay alguno que, asustado por esta verdad, lo admite sólo a medias, como deudores que ofrecen a sus acreedores pagar la mitad de su deuda y pidiendo más tiempo para pagar el resto. Hay, dicen, sucesos que son necesarios y otros que no lo son. Sería divertido si una parte de lo que sucede tuviera que suceder y otra parte de lo que sucede no tuviera que suceder…Yo, necesariamente, debo tener la pasión de escribir esto y tú la pasión de condenarme: ambos somos igualmente tontos, ambos somos juguetes en manos del destino. Tu naturaleza es hacer el mal, la mía amar la verdad y escribirla a pesar tuyo”

Es la tesis de Voltaire, totalmente newtoniana, aplicando las leyes del determinismo físico al hombre, un elemento más del universo.

Igual, o más contundente todavía es Lamettrie y su obra “El hombre máquina” en el que hasta la psiqué depende totalmente de los procesos corporales, del mecanicismo del sistema nervioso.
Hombre = pequeña máquina :: universo = gran máquina.
Así ya sabemos qué es el hombre.

El Origen de las Especies, de Darwin comenzó desmitificando el origen bíblico del hombre y que lo llevó hasta sus últimas consecuencias Haeckel en su obra “Enigma del Universo” en la que se defiende una filosofía monista basada en la unidad de la naturaleza orgánica e inorgánica.

La causa última del movimiento vital reside en las propiedades químicas del carbono.
Incluso la actividad psíquica.
Incluso las  facultades más elevadas del hombre se formaron por evolución de la simple célula de los protozoos unicelulares y no son más que la suma total de las funciones psíquicas de las células cerebrales.

La ciencia ha desplazado a la metafísica y ya no se cuestionan los grandes interrogantes antropológicos pues el hombre ha quedado perfectamente involucrado en el gran todo y explicado por las leyes que rigen ese todo.

El evolucionismo se torna en ciencia como ley absoluta y un biologismo alargado intenta explicar TODO el ser personal.
Es, por ejemplo, el caso de Jean Rostand que así comienza su obra “El Hombre”: “La Biología ha llegado a ser una ciencia indispensable en la discusión de todos los problemas humanos….Para el biólogo el hombre es un animal como otro cualquiera. Su especie no es más que una de las ochocientas o novecientas mil especies animales que pueblan actualmente el planeta”

El hombre debe encontrar su puesto en medio de las distintas categorías que han ido demarcándose en el reino animal.

“El hombre es un “metazoario”, puesto que está formado por numerosas células diferenciadas.
Es un “artizoario”, puesto que su cuerpo puede ser dividido por un plano medio en dos mitades simétricas.
Es un “cordado” porque tiene un sistema nervioso organizado en la parte dorsal del cuerpo.
Es un “vertebrado”, dado que tiene una columna vertebral.
Es un “mamífero”, puesto que tiene mamas.

Todo el prodigio humano está hacia abajo, en vincular al hombre y en emparentarle con otras especies animales más cercanas y hermanas, en describir su parentesco y observar las diferencias biológicas debidas al proceso evolutivo, aunque la evolución biológica de la especie humana parece casi parada, pues no se observa síntoma alguno de transformación orgánica o psíquica que pueda dar motivo a lo contrario.

Y es que, biológicamente, serían necesarios miles y miles de años para que eso, lentamente, ocurriera.

Otra cosa es la Evolución CULTURAL

“El hombre es un átomo irrisorio, perdido en el cosmos inerte y desmesurado, que sabe que su febril actividad no es más que un pequeño fenómeno local, efímero, sin significación y sin sentido.
Sabe que sus valores no le sirven más que a él y que, desde el punto de vista sideral, la caída de un imperio, o incluso la ruina de un ideal, no cuenta más que el hundimiento de un hormiguero bajo el pie de un paseante distraído.
De esta forma, no tendrá otro recurso más que en aplicarse en olvidar la inmensidad bruta, que le aplasta e ignora.
Repudiando el vértigo estéril de lo infinito, sordo al aterrador silencio de los espacios, tratará de volverse tan incósmico como inhumano en el  universo.
Bravamente replegado sobre sí mismo, se consagrará humildemente, terrestremente, humanamente, a la realización de sus mezquinos designios, en los que fingirá poner la misma seriedad que si apuntasen a fines eternos”

La ciencia ha ido desenmascarando muchas ilusiones que el hombre, a lo largo de la historia, ha ido formándose de sí.

Freud describe las grandes etapas del progreso científico como una progresiva destrucción de las ilusiones humanas.

En otro lugar he escrito sobre las grandes desilusiones del hombre: COPÉRNICO sacó a la tierra del centro del universo y la puso a girar, en dos movimientos, alrededor del sol (heliocentrismo) (y que luego sería sacado de su centro esférico y colocado en uno de los dos focos de su órbita en su recorrido, anual, alrededor del sol, con Kepler). DARWIN sacó al hombre de la superioridad como criatura especialmente creada por Dios y emparentándola con especies animales (evolucionismo), FREUD descubrió que, como en el iceberg, lo que sobresale a la superficie es sólo un 10%, quedando el otro 90% bajo el agua, mostrando que la Conciencia es muy pequeña comparada con el Inconsciente.

Ilusiones destrozadas: ni en el Centro del Universo, ni Creado, de manera especial, por Dios, ni somos totalmente Conscientes, más bien poco.

Las ciencias, sea la Astronomía, sea la Biología, sea la Psicología, nos han bajado los humos y hemos tenido que echar pie a tierra.

Quitar, acabar con ilusiones, no es muy grato, pero es la realidad que tenemos que aceptar y vivir según ello.

La verdadera sabiduría consiste en distinguir entre lo que es una Ilusión y lo que es una Posibilidad.

Toda la historia ha sido el intento de buscar seguridades, evidencias y certezas en las que/con las que poder vivir sin zozobras y felizmente, y hemos llegado a la conclusión que todas ellas son frágiles, débiles, y que fácilmente vibran, azotadas por los saberes, y se nos caen, teniendo que empezar otra vez a asegurar el edificio de la Vda.

Por tanto, para una adecuada comprensión de la persona hay que tener en cuenta las dimensiones estructurales del hombre y hay que tratar de evitar que se hipoteque en ninguna de ellas.

El hombre es, constitutivamente, pluridimensional y su respectividad al no yo crea diversas relaciones complementarias y enriquecedoras:

1.- Frente a las cosas tenemos una relación de objetivación y de posesión domesticada.

2.- Frente al otro tenemos una relación personal que debe desembocar en comunidad

3.- Frente a Dios tenemos una relación espiritual y de trascendencia liberadora.

4.- Frente a la historia tenemos una relación proyectiva como seres condicionados por un pasado, pero forjadores de un futuro.

5.- Frente a la sociedad tenemos una relación política, ya que nuestras acciones, aun las más insignificantes, inciden en los demás.

6.- Frente a la cultura tenemos una relación de asimilación y de progreso, de memoria y de imaginación.

Gracias a la fuerza creadora y transformadora del hombre disponemos de una prodigiosa técnica y, a través de ella, de un mundo abundantísimo de productos y de utensilios pero, frecuentemente, ese mundo de abundancia hace que el hombre se vacíe en esos productos de manera que, cuando se pregunta por quién es él no tenga respuesta porque no se encuentra, porque se encuentra diluido en sus creaciones.

Las creaciones de un creador que se aliena en sus productos, que son su proyección (“eso lo hice yo, y eso, y eso,…”) y se difumina el creador en sus creaturas, lo que le crea una conciencia infeliz porque está instalado en las cosas y le borra la verdadera finalidad de existir.

Cuando el “tener” asfixia al “ser” y el “problema” desplaza al “misterio”, se sustituye el concepto de “verdad” por el de “exactitud” y se da una perversión en los valores existenciales.

“Para los jóvenes de hoy –dice Horkheimer – tan sólo la ciencia es verdadera, porque confunden lo “verdadero” por lo “exacto” y, por ello, creen que la única forma de razón es la que yo llamo “instrumental” y que excluye todas las demás.

Para la comprensión total del hombre no basta la razón científica, la razón filosófica, la razón histórica y la razón teológica, como se va reconociendo cada vez más por todos los pensadores más cualificados y exigentes.

Todas esas diferentes son necesarias pero no son suficientes.
Y cuando alguna de ellas muere de inanición, la filosofía seria muere.

El hombre que, conscientemente, quiere alcanzar la plenitud humana necesita abrirse a todas las dimensiones reales que lo configuran, lo condicionan y lo ponen en camino de búsqueda y de encuentro.

Y en este ir al encuentro de “lo que es” y de “lo que puede ser” consiste lo más bello del quehacer humano, que para unos es fatalidad y para otros un maravilloso juego.

“La multitud creciente de ciencias especiales que se ocupan del hombre –dice Max Scheler – ocultan del hombre mucho más de lo que iluminan, por muy valiosas que sean”.

Hemos hecho tabla rasas de las tradiciones, las religiones han caído en el vacío, no hemos construido sustitutos fuertes en que apoyarnos (la postmodernidad reina por doquier), por lo que ya no sabemos qué tenemos que hacer en el camino que no sabemos dónde va porque no hay meta concreta.

Ya no podemos, pues, esperar.

Si no sabemos lo que somos no podemos ni tan siquiera hablar.

Nos hemos quedado sin habla.

Vivimos en el laberinto y en él moriremos porque no hemos puesto hilo alguno de Ariadna.

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