sábado, 2 de mayo de 2020

FLORILEGIO 10 ( 1 ): LA EDUCACIÓN Y LA CASA


LA EDUCACIÓN.

Cuando uno se plantea, de manera personal, cuáles pueden/deben ser los fines de la educación siempre piensa en universal y en el futuro.
Para todos los alumnos y para el mañana.
Pero cuando uno sufre la desgracia de asistir a la muerte casi repentina de un alumno a este profesor se le caen todos los esquemas.

¿Debemos educar a los hombres-adultos de mañana, cuando uno es consciente de que algunos no llegan a ese mañana, o hay que educar a los jóvenes de hoy, del presente?

¿A qué de bueno he podido contribuir a ese alumno al que la enfermedad lo ha desalojado del tren de la vida?

¿Ha sido decente mi labor formativa?

Leibniz decía que “el presente está preñado de porvenir” ¿por qué, pues, ponemos el acento en el porvenir, que “todavía no es” y descuidamos la preñez del presente, que “sí es”?

Si cada época histórica tiene sentido por sí misma y no en virtud de un futuro que, en una perspectiva realista y responsable, no está escrito en ningún sentido sobrehumano, sino que depende del uso responsable que hagamos de nuestra libertad real.

Me viene a la mente la obra de J. A. Marina “Ética para náufragos” y que trata de esos problemas en que todos estamos y que, siendo fáciles de enunciar son menos fáciles de resolver, y que se reducen a tres: 1.- ¿Cómo mantenerse a flote? Porque de lo contrario…2.- ¿Cómo construir una embarcación y gobernarla? Porque de lo contrario…y 3.- ¿Cómo dirigirse a puerto? Porque si no…
…..

LA CASA.

Siempre se pensó que las casas eran los ámbitos para el descanso y para la vida privada.
Pero hoy ya no vale ese esquema.
El teléfono, la radio, la televisión, el dinero electrónico, las redes sociales, Internet,…están transformando radicalmente los comportamientos en los hogares y las relaciones familiares.

Se puede trabajar (ahora mismo, con la pandemia que está restando personas, y sin motivo alguno para apartarlos de la vida, el “teletrabajo” ya está con nosotros, y ha venido para quedarse), se puede comprar, vender, intercambiar, producir y consumir desde el propio domicilio.

La distinción clásica entre lo privado y lo público se difumina: lo público invade los hogares a través de los medios de comunicación, pero también lo privado y lo íntimo se convierten en espectáculo y en mercancía para el consumo público.

Los domicilios se han llenado de cosmopolitismo.

Además de ser telespectadores del mundo podemos actuar social y privadamente desde nuestras casas, vives las tragedias de la otra parte del mundo (Australia y sus incontables incendios y muerte de animales autóctonos) y puedes hacer una transferencia, encargar la compra, sacar las entradas del cine,…

Las tecnologías de interacción a distancia generan una nueva forma de sociedad abierta, las casas abiertas e interconectadas que rompen el principio de territorialidad y vecindad que ha atenazado a los ámbitos domésticos durante tantos siglos.

Estás conectado con quien está lejos, al tiempo que apenas saludas al vecino de puerta.

La polis se ha convertido en “telépolis” y en tu casa entran, por los medios de comunicación, personas e información.
El dinero no se ve, convertido en plástico con un “pin”.

Los despachos, llenos de estanterías repletas de libros, han desaparecido con un disco duro, la nube, …y el ordenador conectado a Internet.

Lo doméstico se ha transformado, con sus ventajas y sus inconvenientes, porque no todos los programas les gustan a todos por lo que el silencio se hace obligatorio.

No sólo lo “privado”, hasta lo “íntimo” puede hacerse “público” intencionada o no intencionadamente.


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