Decir de una mujer que “está
muy buena” es afirmar que cualquiera no tendría inconveniente en, que desearía
“yacer con ella”, pero decir de una mujer que “es interesante” es afirmar que
merece ser enamorada/estar enamorado de ella, paso previo al amor, que no es,
necesariamente, “sexo”
(Escribo desde mi sexo:
“varón”
Todos cometemos el error de
querer contar nuestros amores. Porque los amores se viven. Es difícil/es
imposible relatarlos fehacientemente. El lenguaje, siempre, será insuficiente.
El molde no es el adecuado para el contenido amoroso.
Las palabras nunca llegan a
describir fielmente las vivencias. Éstas siempre quedarán desdibujadas, las
palabras son trazos gordos y vastos para sentimientos tan delicados.
Es curioso que, en cuestiones
de amor, por lo general, quienes no o menos los han tenido (como en mi tiempos
jóvenes, los curas,) sean los que más hablan de ello (del amor o del sexo) y
quienes los han vivido suelen ser incapaces de analizarlos.
El mito de Don Juan parece
ser un ideal del varón (¿cuántos días desde conocerla, enamorarla, conseguirla,
dejarla y olvidarla?).
Pero podríamos, al respecto
de Don Juan, hacer notar tres tipos de hombres: 1.- Los que creen serlo. 2.-
Los que creen haberlo sido; y 3.- Los que creen haberlo podido ser, pero no
quisieron serlo.
¿Han habido Doñas Juanas,
como ideales femeninos?
Un Don Juan, en la mente
popular, es un mérito, pero una Doña Juana, equivalente, sería una mujer
depravada, viciosa, insaciable, devorahombres,…
Si en algo TODOS nos
consideramos expertos es en Amor y en Política.
Nos consideramos capaces de
hacer feliz a cualquier mujer, si nos lo propusiéramos, y de arreglar todos los
problemas, del tipo que sea, de España, de Europa, del mundo mundial y del
universo universal en media hora.
Quizá quien menos sepa de
amor sea el enamorado, porque para saber de algo hay que estar a distancia de
ese algo, para poder convertir el “objeto vivido” en “objeto de conocimiento”,
algo de lo que carece el enamorado, la distancia, al estar
pegado-apegado-fundido, como en una sola y misma pieza, amante-amado.
“Conocer las cosas” no es
“serlas”, como “serlas” no es “conocerlas”.
Del varón “interesante” se
enamoran muchas mujeres, del que no lo es no se enamora nadie. Exactamente
igual ocurre con las mujeres.
Del “tío bueno”, para un
rato….
Pero uno ama a una mujer como
esposa, como madre, como hermana, como hija, como nuera,…pero ¿y amar a una
mujer, como mujer, sólo como mujer?
¿Es que la mujer tiene que
estar “rolizada” (¡perdón, por el palabro¡) para poder ser estimada, valorada,
amada?
Una de las diferencias entre el
hombre y el animal es que éste puede lograr lo que pretende, por la sencilla
razón de que sólo pretende cosas naturales.
El hombre, en cambio, ¿qué se
propone?
Se propone, por ejemplo, “ser
justo” o “ser sabio” y éstos y otros ideales por el estilo, son proyectos
extranaturales.
Sólo logrará realizarlos en
una mínima parte, por lo que la frustración está servida, al comprobar la
distancia entre lo ideal, pretendido, y lo real, conseguido.
El hombre, pues, está
condenado al fracaso.
Ser hombre de verdad es
fracasar.
El hombre, a diferencia del
mineral, del vegetal y del animal, que son y tienen “naturaleza”, tiene
“historia”, es temporal, durante el cual tiene que ir haciéndose.
Todo lo estrictamente humano,
desde las ideas al amor, también son temporales.
Si, de verdad, alguien tiene
ideas éstas van cambiando en el tiempo e, igualmente, no puede tener las mismas
ideas que otros, porque la idea, como la vida, es personal e intransferible.
Ortega y la perspectiva.
Si hay un pensamiento común
ya no es idea sino un “tópico”, un lugar común.
Es ilusorio el transporte
integral de las ideas de una persona a otra, porque descansan sobre un fondo
vital, temporal y distinto, que lo hace único e intransferible.
Incluso el instinto, tan
animal, en el hombre viene coloreado por la cultura y las sociedades, por lo
que, con sus culturas, lo entenderán y practicarán a su manera.
El amor es indiferente a las
diferencias sexuales.
Por ejemplo. Para Platón el
amor, primariamente, es de varón a varón. Él no entendía bien lo que pudiera
ser un amor de varón a mujer. De ahí que, muchas veces, he dicho que el griego
no sentía amor por su esposa pero que le era imprescindible tanto para tener
hijos como para que, socialmente, fueran legítimos.
Se tenían esposas, se amaban
a los efebos o a las amantes.
No hay, pues, para Platón, un
amor natural varón-mujer frente a amores antinaturales varón-varón y
mujer-mujer.
Serán las iglesias de las
religiones (sobre todo la cristiana) las que, queriendo controlar la natalidad
y la legitimidad consideren sólo natural la relación sexual varón-mujer, porque
consideran el sexo sólo como reproductivo, no erótico y, si no conllevase
placer, mejor. Lo importante son los hijos para incrementar la grey adoradora
de Dios.
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