miércoles, 16 de septiembre de 2015

EN EL SIGLO XXI (4)



Mientras la enfermedad, el hambre, las guerras,…. (Las plagas de Egipto) azotan, constantemente a medio mundo, al mismo medio mundo, al más necesitado y precario, el otro medio mundo, el más rico, el que no tiene que preocuparse por su vivir porque tiene la vida asegurada, la salud y la educación cubiertas más los servicios sociales para imprevistos….
Mientras el primero malvive agobiado, el segundo vive bien pero aburrido.
Mientras el primero está instalado en la tragedia y en la épica para sobrellevar su vida y sobrevivir, el segundo ni siquiera está en la lírica, sino en la prosa.

Y la Iglesia oficial, nunca arriesgándose y siempre con el espejo retrovisor puesto y mirándolo, añorando tiempos mejores, cuando Política y Religión eran compañeros de mesa y cama.

¿Qué será de la Religión en este siglo XXI?

Porque los economistas, los sociólogos, los políticos,…al pronosticar el futuro les ocurre como a ti y a mí, que cuando aciertan no se equivocan, y cuando se equivocan no aciertan.

La Iglesia ha vivido tiempos mejores, cuando amancebada con el poder político, dominaba el cotarro, controlaba la moral y la vida de los demás., fueran o no creyentes, cobrando el impuesto revolucionario para conseguir un certificado de buena conducta, necesario para trabajar en lo público.

Y no es que ahora la Iglesia haya perdido el aprecio del que en otro tiempo disfrutaba, es que el desprecio hacia ella está ya generalizado.
No es que la feligresía haya pasado del amor al odio, sino que ha pasado a la indiferencia.

Ya lo dice la Biblia: “porque no eres frío ni caliente, porque eres “tibio”, te vomitaré de mi boca con asco” y es que la indiferencia religiosa está instalada en el corazón de la sociedad, que es lo peor que podía pasarle, la “tibieza”.

¿Y qué puede hacer ella contra la tibieza, contra la indiferencia?, ¿Cuando la gente ya ni la piropeo ni la insulta, sino que la ignora?

La Historia de la Iglesia Oficial está zurcida de jirones, de rotos y descosidos en trajes nuevos.
¿Qué decir de la condena del Santo Oficio a San José de Calasanz y a San Ignacio de Loyola, el encarcelamiento de Fray Luis de León o el encierro carcelario de, nada menos que, San Juan de la Cruz, por sus compañeros y superiores?.

Y el miedo al Santo Oficio, aunque haya cambiado de nombre, con un eufemismo, está pendiendo sobre las cabezas de los teólogos hoy más avanzados.

Cuando uno lee las trayectorias vitales de casi todos los papas, desde el que, en el siglo XVI, Gregorio XVII se oponía “al nefando invento del ferrocarril”, hasta hoy en el que, muchas veces, el desconocimiento los lanza a despotricar contra la Biología, la Genética, la Fecundación in Vitro, las parejas homosexuales, la eutanasia activa, el aborto, el divorcio (como si la novia vestida de blanco, al casarse en la Catedral, con traje blanco, fuera in-maculada al matrimonio, sabiendo que es un sacramento y que “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”),….
Recuerdo mis tiempos jóvenes cuando se comenzaron los transplantes de corazón y sus soflamas.

Pero este Papa, Francisco, me desconcierta, y para bien.
Espero que dure mucho (y no como otras recientes promesas de modernidad, que abandonaron este mundo de manera sospechosa)

Otra cosa es los que le rodean le ayuden o no.

Desde la tierra como “valle de lágrimas” al “permaneced fieles a la tierra”.
Siempre a remolque, siempre perdiendo el tren y siempre llegando tarde a los sitios.
En vez de un dirigirse a lo novedoso, un quietismo perezoso.
¡Que diferencia con la velocidad de crucero, velocidad de vértigo, la que imprimió la Reforma Protestante¡. Tanto que obligó a la Contrarreforma para no perder el lugar de privilegio.

Sin la Reforma Protestante Europa habría perdido el hábito de pensar, porque no había pensadores y porque era peligroso hacerlo.

Ya Santo Tomás veía al hombre ideal como un “ser pensante”, mientras Lutero ya empezó a verlo como un “ser trabajador”, ayudante de Dios en la creación.
Ellos fueron el Descartes y el Marx modernos.

Mientras que para la Iglesia la Religión siempre olía a muerto, el hombre era sólo un “ser para la muerte” heideggeriana, un vivir la muerte en vida, una preparación para la muerte, para la Reforma la misión del hombre en este mundo no era salir de él, sino construir en él el paraíso en el que instalarse.

Recuerdo en mis tiempos de adolescencia cuando se nos ponían como ejemplos a imitar a unos adolescentes-jóvenes que calificaría de tristes, abúlicos, desnatados, como Luis Gonzaga o Estanislao de Kostka.

El católico auténtico en vez de ser un rumiante del “pasto vaticano”, una oveja muda y obediente a la voz de su amo, debe seguir su conciencia, siendo mejor, más humano, más auténtico, antes exponerse a la excomunión que dejar de seguir la propia conciencia, esto sí que es un pecado, y mortal, además,

Chesterton ya lo sentenciaba: “la Iglesia no puede pedirnos, al entrar en ella, que nos quitemos la cabeza, que prescindamos de ella, sólo nos pide que nos quitemos el sombrero”.

Pero acostumbrados, durante tanto tiempo en la historia que “ni César sin Papa, ni Papa sin César”, con la “cruz” a la que seguir y con la “espada” a la que temer y de la que huir o con la que matar, acostumbrados al temor de las mazmorras, en esta vida, y a las calderas de Pedro Botero, en la otra, cuando asomó la democracia y los curas dejaron de ser perseguidores y tampoco perseguidos, por la indiferencia religiosa y por el laicismo, han perdido su lugar en este mundo.

Ni “tronos despóticos” ni “altares tiránicos”
¡Adiós al Cesaro-Papismo”¡
Aunque algunos, todavía, practiquen la “papolatría”


Ni machacar el hierro frío ni predicar en el desierto.

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