Si la moral ha entrado en
crisis y está quedándose anoréxica, la religión, sobre todo el cristianismo, y
dentro de éste el catolicismo, está muriendo de inanición, le sobran templos y
le hacen falta feligreses.
Roma sigue impertérrita en su
viejo sillón religioso y moral, a juego con lo que le rodea y no permite
cambios de mobiliario, no permite disidencias, no quiere ni oír hablar de
reformas estructurales y quiere que todos agachen la cabeza ante la palabra del
Vaticano.
Aunque la realidad, ahí
fuera, es otra muy distinta a la de tan sólo hace unos años, el Vaticano lleva
siglos instalado, grapado al mismo sillón religioso y moral.
Al brote nuevo, esperanzador,
los Teólogos de la
Liberación , auténticos herederos del mensaje de Jesús de
preferir estar con los excluidos y marginados de la sociedad, en el mundo
latino-americano, en vez de con los mandamases en ella, no permiten que se
desarrolle, desmochándolo “in radice”, condenándolos o expulsándolos.
Ver esos viajes papales,
espectaculares (de espectáculo) a pueblos con culturas totalmente ajenas a la
occidental y romana recuerda a las vedettes blancas apadrinando o siendo
embajadoras en pueblos desnutridos, míseros, negros africanos en el corazón de
la selva.
Creen que su propia
presencia, carismáticamente, va a realizar el milagro del bienestar.
Hasta la llegada del Papa
Francisco, las dos muletas principales en que se apoyaban los papas eran los
dos movimientos cristianos ultraconservadores y tradicionales del OPUS DEI y
LEGIONARIOS DE CRISTO, ajenos a los problemas del mundo actual y practicantes
de un cristianismo obsoleto.
Este Papa está dando la nota
positiva ante el pueblo sencillo pero la Curia Romana toca la tecla
negativa, por lo que sólo queda el gesto, y eso no basta.
Se acabó la acción
evangelizadora. Son más los que salen que los que entran. Y no es de extrañar.
El Islamismo y las religiones
esotéricas están pisándole el terreno, avanzando y captando a antiguos
cristianos, ya apáticos con una religión sin sangre en las venas, pusilánime.
Lo que en otro tiempo era:
“Desde Radio Vaticana y para todo el mundo….” ha desaparecido.
¿Alguien cree, seriamente,
que la Biblia
es el único libro sagrado revelado? Ahí está el “dictado a Mahoma por Alá”, y
los Vedas hindúes de las religiones orientales o las Analectas de Confucio.
El monopolio de la verdad se
ha esfumado.
Jesús ha dejado de ser el
único profeta con un mensaje salvador. Otros lo comparten, también, e
intervienen en la escena en papeles de protagonistas.
Si el mensaje es: “paz, amor,
ayuda mutua, solidaridad, reconciliación…” son muchos otros, también, los que
lo expanden por el mundo.
Dios está demostrando ser
mucho más que Jesús. Hay muchos Jesuses más.
Y si es verdad que “por sus
frutos los conoceréis” tanta fruta o más, de igual o mejor calidad, están dando
otros árboles religiosos distintos al cristianismo, que parece haberse secado
la savia y se mantiene impertérrito, viendo pasar el tiempo y no acompañándolo
en su cambiar.
Quien apuesta por el bien, lo
elige y lo practica, sea quien sea, esté donde esté, sea creyente o no, de una
religión o de otra,…ése es el que da fruto, ese es el que pone en práctica el
mensaje de Jesús, aunque nunca haya oído hablar de Él.
Ése, sea quien sea, es “el
divino”
La democracia religiosa ha
sustituido al hasta ahora, al menos creído, monopolio cristiano.
Dios es más grande que su
Vicario en la Tierra.
El reparto de la herencia, a
la que se creía en exclusividad, está caminando a pasos agigantados y no es, precisamente,
el cristianismo el que esté llevándose la porción mejor y más grande de la
tarta.
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