¿MARÍA: UNA DIOSA?
No, pero como si lo fuera.
La verdad es que aunque María
nada tiene que ver con una diosa, casi como una diosa es vista por los fieles
devotos, como una diosa de las antiguas mitologías.
No es una diosa, pero está
muy cercana a la divinidad.
Y, eso sí, siempre, por
todos, es vista como superior, ocupando un lugar más alto que todos los santos.
Creo que, desde siempre, la
humanidad ha exigido diosas, empezando por la de la fertilidad, de ahí que el
primer dios fuese una diosa, la
Diosa Tierra , femenina.
Fue luego, mucho más tarde,
cuando los griegos masculinizaron la divinidad. Los dioses principales, las
primeras divinidades, fueron ya masculinos. Eran los dioses vistos como poder,
que pasaría a manos de los dioses varones.
Fue entonces cuando los
brujos y los hechiceros se adueñaron de
los secretos de los dioses.
Ellos eran los encargados de
recoger los sacrificios para aplacar la ira de los dioses, ya masculinos, y
mediar entre ellos y los hombres.
Las diosas perdieron el
poder, casi desaparecen, como también le ocurrió a las mujeres.
El matriarcado divino
primitivo se trocó en patriarcado divino. Y no sólo en el mundo de lo divino,
también a nivel humano y social.
Todo quedó en manos y al
arbitrio del sexo masculino.
Mientras en las religiones
paganas las diosas compartían mesa y mantel con los dioses, a partir del
judaísmo y con la llegada del monoteísmo, ya ni dioses, sino UN SOLO Dios,
creador y dueño del universo, omnipotente, omnisciente, eterno,…e igualmente en
las otras dos religiones del Libro.
Adiós a las divinidades
femeninas y adiós a su función de sacerdotisas y desde entones hasta ahora
mismo.
¿Qué diría, hoy Jesús, si
levantara la cabeza y viera cómo el poder religioso de las tres grandes religiones
está totalmente masculinizado?
Jesús se opuso a toda
discriminación sexual. Trataba a los seres humanos como personas, al margen de
su sexo, y hasta se dice que celebró una especie de matrimonio sagrado, de
carácter divino, con su madre María.
En la hora de la verdad, a
los pies de la cruz sólo había mujeres, o una sola mujer, e igualmente en el
momento de la resurrección, María Magdalena.
Pero una cosa es Jesús y otra
Pable de Tarso, el que, de perseguidor de cristianos, se convirtió al
cristianismo, se autoproclamó como un discípulo más de Jesús (al que no
conoció) y, en su neoconversión, desde su misoginia, le dio la vuelta al
mensaje de Maestro.
Debió de haber sufrido alguna
desilusión o frustración con las mujeres, porque del primer Pablo (el de “para
Dios ya no hay varones y mujeres, libres y esclavos, judíos o gentiles,…”) al
segundo Pablo (el de “que las mujeres no hablen en las asambleas, que no
pregunten, y si quieren saber algo que se lo pregunten a sus maridos”, el de la
sumisión del sexo femenino al masculino, el de “que se cubra la cabeza” (que
hasta mi abuela y madre lo han hecho hasta ayer mismo, con el velo negro por la
cabeza), mientras el varón, al revés, tenía que destaparse, no podía ir
cubierto, el de es preferible permanecer virgen a casarse”…
El Dios masculino judío, con Pablo
se masculinizó aún más.
María no tiene espacio en
Pablo, sólo habla de María, pero sin nombrarla, al hacer referencia a Jesús,
como “nacido de mujer” (no dice “de María”)
Pero fueron los fieles los
que comenzaron a ver a María como una especie de diosa.
Incluso hubo una secta
cristiana, los coliridianos, integrados en su mayor parte por mujeres
sacerdotisas.
Sabemos de esta secta, no
porque nos haya llegado documentación histórica, sino por las arengas que
dirigió contra ella, en el siglo IV, San Epifanio:
“He sabido que otros, que han
perdido la cabeza con el tema de la Santa
Virgen Eterna han hecho, y hacen, cuanto está en sus manos,
llevados por la locura y la insensatez, para sustituirla por Dios. Pues dicen
que ciertas mujeres tracias, allí en Arabia, han introducido estas tonterías, y
que hornean un pan en su nombre, se congregan y se entregan al exceso y
realizan un acto blasfemos prohibido en nombre de la Virgen Santa , y ofrecen
sacrificios en su nombre con mujeres oficiantes”
Hubo, también, otras sectas
cristianas que practicaban el matrimonio sagrado y practicaban ritos de
carácter sexual dedicados a una diosa.
María será la anti-Eva o la
Nueva Eva , la que, inmaculada y virgen,
daría a luz al que iba a ser el redentor del pecado original introducido por
Eva.
“Eva fue el ojo izquierdo de
la humanidad, el ojo ciego. El ojo derecho, el luminoso, fue María.
Por el primero todo el mundo
quedó a oscuras….y la humanidad pensaba que cualquier piedra era Dios,
considerando lo falso como verdadero.
Pero cuando el mundo quedó
iluminado por el ojo derecho, y entró la luz celestial….la humanidad descubrió
cuál había sido la causa de su ruina. De nuevo habló la concordia” - dice un
Padre de la Iglesia
ya en el siglo IV.
Paralelismo antitético de EVA
y MARÍA
Igual que a nivel personal la
madre sintoniza más y mejor con el hijo que el padre (por lo general),
igualmente a nivel religioso.
En el fondo de cada creyente
se alberga la necesidad de una diosa o divinidad femenina, más amable que el
Padre, masculino y celoso, Padre pero, también, Juez.
Diosas que siempre estuvieron
presentes hasta que llegó el Dios bíblico.
Pero los creyentes, muchos,
los más sencillos, ven a María como una diosa, lo que no cabe en el monoteísmo
cristiano, y capaz de hacer milagros.
Sólo puede “adorarse” a Dios,
pero sí que se puede tener “devoción” a María, como a todos los demás santos.
Pero es que a esa María que
nos presenta la Iglesia
se la ve más como un ángel, allá arriba, que como a una mujer, y si es una
“madre virgen” peor que peor, porque es hacerla ajena al mundo sexual, cuando
todos los seres humanos somos “sexuados y sexuales”
Lo cierto es que el pueblo
sencillo “adora” a María, una especie de diosa, tanto o más que al Dios
masculino.
Como todos somos “hijos de
mujer”, que nos ha sacado a la luz tras habernos tenido en su seno durante 9
meses, con más o menos molestias, con más o menos dolor a la hora de parirnos,
se nos hace más cercana y asequible que un varón.
Es más comprensible la
protección y compasión de una madre que la de un padre.
Pero esa María, la María real, no debe ser ni
un ángel, ni una reina, ni una virgen, sino una mujer, una madre.
Mientras, la gente sencilla
lleva/llevaba colgada, desde que se era niño, una medalla de la Virgen Milagrosa al tiempo que
una cruz.
Pero la Teología Masculina
y Masculinizada siempre pondrá “peros” a esa diosa en el inconsciente de cada
uno.
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