viernes, 17 de junio de 2016

¿CRISIS DE ENERGÍA?



En contra de lo que se dice, no hay límite a la cantidad de energía que tenemos a nuestra disposición.
O, mejor. El único límite es el que establece nuestra ignorancia.

Cada pocas décadas descubrimos unas nuevas fuentes de energía, de modo que la suma total de energía a nuestra disposición no hace más que aumentar.

¿Por qué hay tanta gente preocupada porque se nos pueda agotar la energía?
¿Por qué nos advierten del desastre si agotamos todos los combustibles fósiles disponibles?.

Es evidente que el mundo no carece de energía.
De lo que carecemos es del conocimiento necesario para domeñarla y convertirla y. así, poder ponerla a disposición de nuestras necesidades.

La cantidad de energía almacenada en todos los combustibles fósiles de la tierra es INSIGNIFICANTE si se compara con la cantidad de energía que cada día nos dispensa el sol y, además, de forma gratuita.

Sólo una minúscula proporción de la energía del sol alcanza la tierra, pero supone 3.766.800 exajulios de energía cada año (un julio es una cantidad de energía en el sistema métrico que equivale, aproximadamente, a la cantidad de energía que gastamos cuando levantamos una pequeña manzana a un metro de altura, y un exajulio es UN TRILLÓN DE JULIOS) así que, multiplicar, ponerle ceros detrás.

Todas las plantas de la tierra captan únicamente unos 3.000 exajulios solares mediante el proceso de la fotosíntesis.
Todas las actividades e industrias humanas juntas consumen alrededor de 500 exajulios anuales, que equivalen a la cantidad de energía que la Tierra recibe del Sol en sólo 90 minutos.

Y ésta es, sólo, energía solar.

Además, estamos rodeados por otras enormes fuentes de energía, como la energía nuclear y la energía gravitatoria, ésta última más evidente en la potencia de las mareas oceánicas causadas por la atracción de la Luna sobre la Tierra.

Antes de la Revolución Industrial el mercado de la energía humana dependía, casi por completo, de las plantas.
La gente vivía junto a un depósito verde de energía que contenía 3.000 exajulios anuales e intentaba extraer de él tanta energía como podía.
Pero había un límite claro a la cantidad que podía extraerse.
Durante la Revolución Industrial acabamos por darnos cuenta de que, en realidad, estamos viviendo junto a un enorme océano de energía. Un océano que contiene billones y billones de exajulios de energía potencial.

Todo lo que tenemos que hacer es inventar mejores bombas para extraerla.

Aprender cómo domeñar y convertir efectivamente la energía resolvió el otro problema que hace que el crecimiento económico sea lento: la escasez de materias primas.
A medida que los humanos averiguaban cómo domeñar grandes cantidades de energía barata, pudieron empezar a explotar depósitos de materias primas previamente inaccesibles (explotar minas de hierro en Siberia) o transportar materias primas desde localidades muy lejanas (la lana de Australia a las fábricas de tejidos inglesas) o inventar materias primas completamente nuevas (como los plásticos) y descubrir materiales antes desconocidos (como el silicio y el aluminio).

Durante décadas el aluminio fue mucho más caro que el oro.
En 1.860 Napoleón III de Francia encargó para sus huéspedes más distinguidos se dispusiera cubertería de aluminio, mientras los visitantes menos importantes tenían que conformarse con los cuchillos y tenedores de oro.
Hasta que, a finales del siglo XIX los químicos descubrieron una manera de extraer cantidades inmensas de aluminio, antes de difícil y costosa extracción.

Si Napoleón III levantara la cabeza y viera cómo hoy se emplea papel de aluminio para envolver los bocadillos…

¿La clave?

Siempre y sólo el CONOCIMIENTO. Él es el arma capaz de dar el salto de lo caro a lo barato, de la escasez a la abundancia, porque la energía potencial está ahí, esperando, gritando, que quiere (¿) y puede ser liberada y estar al servicio del hombre.


¡Y hubo quien quería imponer un impuesto al sol, en vez de invertir en CONOCIMIENTO E INVESTIGACIÓN!

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