miércoles, 2 de septiembre de 2015

LA VIRGEN (?) MARÍA (13). ¿MARÍA: UNA DIOSA?



¿MARÍA: UNA DIOSA?

No, pero como si lo fuera.

La verdad es que aunque María nada tiene que ver con una diosa, casi como una diosa es vista por los fieles devotos, como una diosa de las antiguas mitologías.
No es una diosa, pero está muy cercana a la divinidad.
Y, eso sí, siempre, por todos, es vista como superior, ocupando un lugar más alto que todos los santos.

Creo que, desde siempre, la humanidad ha exigido diosas, empezando por la de la fertilidad, de ahí que el primer dios fuese una diosa, la Diosa Tierra, femenina.

Fue luego, mucho más tarde, cuando los griegos masculinizaron la divinidad. Los dioses principales, las primeras divinidades, fueron ya masculinos. Eran los dioses vistos como poder, que pasaría a manos de los dioses varones.
Fue entonces cuando los brujos y los hechiceros  se adueñaron de los secretos de los dioses.
Ellos eran los encargados de recoger los sacrificios para aplacar la ira de los dioses, ya masculinos, y mediar entre ellos y los hombres.

Las diosas perdieron el poder, casi desaparecen, como también le ocurrió a las mujeres.

El matriarcado divino primitivo se trocó en patriarcado divino. Y no sólo en el mundo de lo divino, también a nivel humano y social.
Todo quedó en manos y al arbitrio del sexo masculino.

Mientras en las religiones paganas las diosas compartían mesa y mantel con los dioses, a partir del judaísmo y con la llegada del monoteísmo, ya ni dioses, sino UN SOLO Dios, creador y dueño del universo, omnipotente, omnisciente, eterno,…e igualmente en las otras dos religiones del Libro.

Adiós a las divinidades femeninas y adiós a su función de sacerdotisas y desde entones hasta ahora mismo.

¿Qué diría, hoy Jesús, si levantara la cabeza y viera cómo el poder religioso de las tres grandes religiones está totalmente masculinizado?

Jesús se opuso a toda discriminación sexual. Trataba a los seres humanos como personas, al margen de su sexo, y hasta se dice que celebró una especie de matrimonio sagrado, de carácter divino, con su madre María.

En la hora de la verdad, a los pies de la cruz sólo había mujeres, o una sola mujer, e igualmente en el momento de la resurrección, María Magdalena.

Pero una cosa es Jesús y otra Pable de Tarso, el que, de perseguidor de cristianos, se convirtió al cristianismo, se autoproclamó como un discípulo más de Jesús (al que no conoció) y, en su neoconversión, desde su misoginia, le dio la vuelta al mensaje de Maestro.
Debió de haber sufrido alguna desilusión o frustración con las mujeres, porque del primer Pablo (el de “para Dios ya no hay varones y mujeres, libres y esclavos, judíos o gentiles,…”) al segundo Pablo (el de “que las mujeres no hablen en las asambleas, que no pregunten, y si quieren saber algo que se lo pregunten a sus maridos”, el de la sumisión del sexo femenino al masculino, el de “que se cubra la cabeza” (que hasta mi abuela y madre lo han hecho hasta ayer mismo, con el velo negro por la cabeza), mientras el varón, al revés, tenía que destaparse, no podía ir cubierto, el de es preferible permanecer virgen a casarse”…

El Dios masculino judío, con Pablo se masculinizó aún más.

María no tiene espacio en Pablo, sólo habla de María, pero sin nombrarla, al hacer referencia a Jesús, como “nacido de mujer” (no dice “de María”)

Pero fueron los fieles los que comenzaron a ver a María como una especie de diosa.
Incluso hubo una secta cristiana, los coliridianos, integrados en su mayor parte por mujeres sacerdotisas.
Sabemos de esta secta, no porque nos haya llegado documentación histórica, sino por las arengas que dirigió contra ella, en el siglo IV, San Epifanio:
“He sabido que otros, que han perdido la cabeza con el tema de la Santa Virgen Eterna han hecho, y hacen, cuanto está en sus manos, llevados por la locura y la insensatez, para sustituirla por Dios. Pues dicen que ciertas mujeres tracias, allí en Arabia, han introducido estas tonterías, y que hornean un pan en su nombre, se congregan y se entregan al exceso y realizan un acto blasfemos prohibido en nombre de la Virgen Santa, y ofrecen sacrificios en su nombre con mujeres oficiantes”

Hubo, también, otras sectas cristianas que practicaban el matrimonio sagrado y practicaban ritos de carácter sexual dedicados a una diosa.

La Iglesia triunfadora en esta lid convirtió a Jesús en Dios y a la madre de Jesús como la Madre de Dios.

María será la anti-Eva o la Nueva Eva, la que, inmaculada y virgen, daría a luz al que iba a ser el redentor del pecado original introducido por Eva.

“Eva fue el ojo izquierdo de la humanidad, el ojo ciego. El ojo derecho, el luminoso, fue María.
Por el primero todo el mundo quedó a oscuras….y la humanidad pensaba que cualquier piedra era Dios, considerando lo falso como verdadero.
Pero cuando el mundo quedó iluminado por el ojo derecho, y entró la luz celestial….la humanidad descubrió cuál había sido la causa de su ruina. De nuevo habló la concordia” - dice un Padre de la Iglesia ya en el siglo IV.

Paralelismo antitético de EVA y MARÍA

La Iglesia ha encumbrado tanto a María (como rebajada tanto la Magdalena) que parece que su obsesión es que sea vista como una diosa, de la que la nueva religión, nacida del judaísmo, había privado.

Igual que a nivel personal la madre sintoniza más y mejor con el hijo que el padre (por lo general), igualmente a nivel religioso.
En el fondo de cada creyente se alberga la necesidad de una diosa o divinidad femenina, más amable que el Padre, masculino y celoso, Padre pero, también, Juez.

Diosas que siempre estuvieron presentes hasta que llegó el Dios bíblico.

Pero los creyentes, muchos, los más sencillos, ven a María como una diosa, lo que no cabe en el monoteísmo cristiano, y capaz de hacer milagros.

La Iglesia suele recordar que “devoción” no es igual a “adoración”.
Sólo puede “adorarse” a Dios, pero sí que se puede tener “devoción” a María, como a todos los demás santos.

Pero es que a esa María que nos presenta la Iglesia se la ve más como un ángel, allá arriba, que como a una mujer, y si es una “madre virgen” peor que peor, porque es hacerla ajena al mundo sexual, cuando todos los seres humanos somos “sexuados y sexuales”

Lo cierto es que el pueblo sencillo “adora” a María, una especie de diosa, tanto o más que al Dios masculino.

Como todos somos “hijos de mujer”, que nos ha sacado a la luz tras habernos tenido en su seno durante 9 meses, con más o menos molestias, con más o menos dolor a la hora de parirnos, se nos hace más cercana y asequible que un varón.

Es más comprensible la protección y compasión de una madre que la de un padre.

Pero esa María, la María real, no debe ser ni un ángel, ni una reina, ni una virgen, sino una mujer, una madre.

Mientras, la gente sencilla lleva/llevaba colgada, desde que se era niño, una medalla de la Virgen Milagrosa al tiempo que una cruz.


Pero la Teología Masculina y Masculinizada siempre pondrá “peros” a esa diosa en el inconsciente de cada uno.

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