Decía el catecismo que "los diez mandamientos se reducen a dos....".
Pues eso mismo digo yo de los millones y millones de hombres. Se dividen en dos: los que se toman la vida como un medio, en plan trascendental, como una inversión; y los que se la toman como un juego.
Los primeros se la apuestan toda a una carta que no ven ni que, incluso, saben que exista esa carta con su cara y su cruz.
La cruz a llevar a cuestas sería esta vida,real, y la cara sería una vida eterna, ideal, de la que nadie sabe nada pero que se desearía que existiera y le tocara a uno. Es la apuesta de Pascal.
Los segundos ven esta vida como un juego, donde lo que importa es jugar, no para ganar, sino por el placer de estar disfrutando del juego y mientras se juega, sabiendo que la partida sólo se acaba cuando llega, sin llamarla, la muerte.
Éstos considern la vida como un crédito que hay que gastar, no invertir, porque no se les exigen beneficios, solo la actividad lúdica del jugar mientras se vive, mientras se juega.
Vivir lúdicamente no es mal vivir ni vivir a lo loco, sino que es hacerlo ordenadamente. Al jugador no le interesa que se acabe la partida.
He estado sentado en un banco de madera, en el parque, frente a una cabina telefónica.
Una mujer ha llegado con prisa, ha metido la moneda, ha llamado, pero se ve que se la ha tragado y no ha podido contactar con la persona deseada.
Ha metido otra moneda y más de lo mismo.
Ha metido la última moneda que le quedaba y lo ha conseguido:¡Hola, Lucía, soy yo, quería decirte que..... (y le contesta la cabina: "introduzca más monedas")
Como no tiene más monedas, se corta la conversación, apenas iniciada.
Así es la vida. Hay quien descubre, en el último momento, que la vida hay que gastarla, pero que, apenas ha empezado a hacerlo, se le acaba el tiempo y se muere.
¡Ironías del vivir¡
Cuando sé cómo funciona
se me acaban las monedas
y se corta, y es el fin
del vivir. Llegó el morir.
Y la vida se la traga
la cloaca. Y todo
en un tris, un simple tris,
Tomás Morales
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