miércoles, 5 de abril de 2017

PANDORA: LA OTRA EVA (1)

                           PANDORA

        Igual que la 2ª versión del Génesis, primero fue la creación del hombre, del varón. Después la de la mujer. Llámese Eva o, en este caso, llámese Pandora.

        En ambas versiones la mujer aparece de categoría inferior al varón. Y en ambas versiones ambas cometen el pecado de desobedecer, una comiendo la manzana, la otra abriendo la famosa y dichosa caja, la Caja de Pandora.

        Hubo una vez un tiempo en que existían los dioses, pero no había razas mortales. Cuando también a éstos les llegó el tiempo destinado de su nacimiento, los forjaron los dioses primigenios o Titanes, dentro de la Tierra, con una mezcla de tierra y fuego.

        Los hombres y los dioses se hallan separados para siempre. Sin embargo, en un principio esto no era así. Ambos, dioses y hombres, hombres y dioses eran hijos de una misma madre y vivían en común bajo el reinado del dios Cronos. Pero un día tuvo lugar un episodio mítico que vendrá a sellar, ya para siempre, la diferencia entre los dioses inmortales, que se verán libres de la enfermedad, el trabajo y la muerte, y los seres humanos.

Y cuando iban a sacarlos a la luz los dioses se lo encargaron a los dos hermanos: Prometeo (el que piensa antes, el Previsor, el que anticipa los hechos que va a realizar, el prudente, el que primero piensa lo que va a hacer y luego lo hace, el símbolo de la prospección) y a Epimeteo ( el que piensa después de haber actuado, el que actúa impulsivamente antes de pensárselo, el necio, el lanzado, el símbolo de la retrospección, cuando ya no hay remedio ni forma de enmendar el error ).

        Prometeo, que era un titán, de la raza de los gigantes, habitaba la tierra, y forma al hombre de barro y agua, a imagen de los dioses. Además lo hace erguido, erecto, de pie, para que observe las estrellas.

        Entre ambos hermanos llevan a cabo la creación de todos los seres, pero se reparten los papeles. Como buenos hermanos se reparten las tareas.

        Pero son muy diferentes. Tan diferentes que mientras Epimeteo opta por la cantidad, crear muchos seres. Prometeo opta por la calidad. Sólo un ser, el hombre, pero a semejanza de los dioses, por eso tarda tanto tiempo en crearlo.
         
        Epimeteo es el obrero, el artesano. Prometeo es el director, o el inspector, el que revisa la obra que está llevando a cabo su hermano. “Después de hacer yo el reparto –le dijo Epimeteo a su hermano- tú vas y lo inspeccionas”. Y así lo convenció. Y en eso quedaron.

        Epimeteo  se comporta escrupulosamente, actúa con una doble exigencia, siguiendo un doble criterio: “el justo equilibrio y la armoniosa diversidad” y así va repartiendo, distribuyendo cualidades, capacidades, talentos, perfecciones  a todos  los seres. A unos les da alas para volar y pico para comer; a otros les da aletas para nadar; a unos les da mucha fuerza pero sin  rapidez, son fuertes pero lentos; a otros les da maña pero casi nada de fuerza, a otros rapidez; a los que le daba una naturaleza inerme los dotaba de alguna otra capacidad para su salvación. A aquellos que envolvía en su pequeñez les proporcionaba una fuga alada o un habitáculo subterráneo; y a los que aumentó en tamaño, con esto mismo los ponía a salvo. Y así iba  equilibrando a todos los seres, haciendo un reparto de manera equilibrada, de manera equitativa. Todo lo planeaba con la precaución para que ninguna especie fuera aniquilada.

        Cuando les hubo provisto de recursos de huida contra sus mutuas destrucciones, preparó una protección contra las cuatro estaciones  que Zeus, anualmente, envía, revistiéndolos con espeso cabello y densas pieles, capaces de soportar el invierno y capaces, también, de resistir los ardores del sol, y de modo que, cuando fueran a dormir, éstas mismas les sirvieran de cobertura familiar y natural a todos. Y los calzó a unos con garras y revistió a los otros con pieles duras y sin sangre.

        A continuación facilitaba medios de alimentación diferentes a unos y a otros: a éstos el forraje de la tierra, a aquellos, los frutos de los árboles, y a los otros, raíces.  A algunos les concedió que su alimento fuera el devorar a otros animales, son los carnívoros, pero les dio una pequeña descendencia; en cambio, a los animales que iban a ser cazados y comidos, les dio una descendencia numerosa, proporcionándoles, así, la perpetuación de la especie.(piensen Uds. en cernícalos y ratones, en pájaros y mosquitos…) ……. 

        PERO ….como Epimeteo no era sabio del todo no se dio cuenta de que había gastado todas las capacidades en los animales y cuando llega Prometeo con el hombre, que él había estado formando, como tardó mucho en hacerlo, porque lo hizo a imagen y semejanza de los dioses, ya se había quedado sin dones, sin cualidades que darle, porque Epimeteo, imprudentemente, típico de él, ya las había repartido todas.

        Mientras estaba perplejo por lo que había hecho, se le acerca Prometeo que venía a inspeccionar el reparto y lo que ve es que todo estaba maravillosamente repartido entre los animales, pero que era ese día, precisamente ese día, era el día en que iba a aparecer el hombre y ya no había tiempo y no quedaba nada que darle.

         El hombre estaría desnudo, descalzo, y Prometeo se imaginaba a su criatura tiritando en las frías noche de invierno; además lo veía sin armas, sin alas, sin garras, porque ya no quedaba nada que repartir.

        Para compensar este fallo, apurado por la ausencia ya de recursos, tratando de encontrar una protección para el hombre, es por lo que Prometeo sube al cielo y le roba a Hefesto el fuego y a Atenea la sabiduría profesional, la habilidad técnica y se los entrega a los hombres. Y es que el fuego es el don fundamental y si se le añade el saber profesional… El fuego es el origen de toda técnica y la inteligencia técnica es el origen de todo progreso. Con el fuego se fabrican armas con las que vencer a todos los animales, corran, vuelen, o naden, Pero es que con el fuego también se fabrican herramientas con las que labrar la tierra. Con el fuego se calienta uno, se calienta la casa, se cuecen los alimentos crudos y duros. Con el fuego se puede acuñar moneda que servirá para el comercio y para el intercambio, para comprar y vender (que es superior al simple trueque).
       
        Con el fuego en su poder el hombre participaba de la divinidad. No se limitaba a coger lo que había, es que producía, creaba también a su manera haciendo que aparecieran seres, cosas, que antes no existían.         Incrementaba, como un pequeño dios, la creación.
        Fue capaz de conseguir las cualidades que Epimeteo ya no pudo darle. Construyó casas, hizo vestidos, fabricó armas, instrumentos de labranza que le proporcionaban alimentos, trampas para cazar y pescar,…   

        EL HOMO FABER HABÍA NACIDO.

        El trabajo, el conocimiento y el dominio de la naturaleza, la liberación mediante la técnica, son los nuevos motores de una historia de la que los individuos llevan las riendas.
        El artesano, el hombre de oficio, el agricultor o el técnico no tienen nada de despreciable sino que, por el contrario, son las fuerzas vivas de la civilización y los agentes activos del progreso.

        El fuego y la inteligencia, que permite descubrir sus múltiples usos, impulsan la civilización artesanal y técnica. El hombre ya no dejará de inventar nuevas artimañas, capaces de liberar, y al mismo tiempo diversificar, sus modos de vida. El hombre entra en la historia y se convierte en agente de su propia historia.


        Y el hombre inventa la civilización en cuatro de sus formas más ricas: el lenguaje, la tecnología, la agricultura y la religión.

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