domingo, 16 de abril de 2017

LA MUJER (Y 4)

2.- LA MUJER ES, MENTALMENTE, INFERIOR AL VARÓN.

Ya no es que sea moralmente “peor” que el varón, es que es intelectualmente “inferior”. Más motivos, pues, para….

Así como el varón posee, en exclusiva, “el poder de la razón”, un poder controlador, la mujer posee “el poder emocional”, que no sabe de razones. Por eso la mujer es incapaz de controlar su propia conducta. Se la tendremos, pues, que controlar los varones.

La mujer es como un niño. “El infantilismo de la mujer”. ¿Y qué hacemos los padres con nuestros niños? Pues lo mismo tendrán que hacer los varones con las mujeres.

El niño se cree todo lo que le dice su “seño”, la mujer también es “crédula”, se cree cualquier cosa.
El niño lo quiere todo, a la mujer también le apetece todo. No para, no tiene límite, es voraz. Tendremos que controlarla los varones.

Dice Santo Tomás que “las mujeres son hombres defectuosos”, que “las mujeres necesitan de los varones no sólo para engendrar, como ocurre con los demás animales”, también los “necesitan para vivir ordenadamente, porque son un hervidero emocional, no saben/no pueden tomar decisiones sensatas. No saben conducirse en la vida”.

Son como niños.

“Culito veo, culito deseo”. Son incontrolables. Los varones somos los controladores, que con nuestra razón,….

Aunque pueda parecer un piropo el decir que la mujer es más emotiva, más emocional, que el varón, en realidad se la está llamando “irracional”, y si el hombre es, como quería Aristóteles, un “animal racional”…
        
“Las mujeres son no sólo como los niños, sino como los salvajes, o como los hombres nerviosos”, todos ellos son “muy emocionales”, en todos ellos la razón brilla por su ausencia.

No tengo a mano, (para poder comprobarlo), pero nuestro Código Civil vigente en el 1975 equiparaba a la mujer casada a los niños, a los locos o dementes, y a los sordomudos que no supieran leer o escribir, por lo que se le prohibía contratar, (Artículo 1263).

¡La obsesión que los santos han tenido con/por las mujeres!

San Bernardino de Siena aconseja a los maridos que tengan a las mujeres siempre ocupadas, para que no se desmanden, que frieguen diez veces los mismos platos… “porque mientras las mantengáis activas, ocupadas, no se quedarán asomadas a la ventana y no se les pasará por la cabeza unas veces una cosa y otras otra”
Como se las deje desocupadas, sin nada que hacer, comienzan a imaginar y…. (Santa Teresa: “la imaginación, la loca de la casa”. Y la loca hace locuras, no está cuerda….).

A las mujeres hay que tenerlas siempre ocupadas, para que presten atención a lo que están haciendo. Deben, incluso, preparar comidas sofisticadas, trabajosas, que requieran mucho tiempo, sólo así…

Creo que es en Grecia donde a la “comida rápida” se la llama “comida de prostituta”.

Las mujeres son infantiles, inmaduras, están todavía verdes (“siempre estarán verdes”).

Cuando todo esto se graba en la mente funciona como lo hace todo “prejuicio” ( “estar seguros de que es verdad algo que no se sabe, pero en lo que se cree firmemente”) y ya se consideran, los varones, “legitimados” para…. y “justificadas”, pues, las medidas tomadas o a tomar.

Cuando uno tiene un prejuicio (sobre los gitanos, sobre los negros, sobre los rumanos, sobre las mujeres,….) está blindado contra la experiencia, está inmunizado contra la experiencia.
Cuando hagan algo que coincide con su prejuicio dice: ¿“lo ves”? (el caso de los atentados terroristas islamistas, sin pararse a distinguir entre “islámico” e “islamista”). “Lo que yo pensaba”. Pero, cuando hagan lo contrario, dirá: “ya veremos”.
Sólo vale lo que está acorde con mi prejuicio.

Cuando un prejuicio cala y se asienta firmemente en la mente… los conocimientos nuevos, en contra, no valen, y los acordes lo ratifican, aún más.

El prejuicio actúa, además, de una manera curiosa, seleccionando todo lo que lo corrobora y eludiendo, prescindiendo, de lo que pudiera cuestionarlo.
El prejuicio, inconscientemente, se esfuerza en estar reforzado.

De ahí la dificultad de erradicar un prejuicio, ni siquiera con juicios firmes en contra.

Si, además, un prejuicio se generaliza, la presión social hace que incluso las mismas víctimas del prejuicio lo acepten.

“Si ya lo dice el refrán, quien nace….”, es lo que los psicólogos denominan “profecías que se autorrealizan por el hecho de enunciarlas”.

Si estamos convencidos (“prejuicio”) de que la mujer es irracional y no la dejamos que defienda sus puntos de vista, de manera racional, llegará un momento en que, desesperadamente, lo haga de manera histérica, irracional, y entonces, diremos: “¿Lo ves? Si ya lo decíamos, que la mujer era irracional”, se ha cumplido la profecía, se ha tornado realidad el prejuicio. “Tenía yo razón”, me corroboro en mi prejuicio.

Los que defienden que la mujer debe ser tierna, sentimental, emotiva,…. pero que no hace falta que sea inteligente… cuando una mujer, para poder ser aceptada por ese tipo de varón, actúa de esa manera, el varón sale reforzado en su prejuicio, y la mujer ha contribuido, con su comportamiento, a que se cumpla la profecía varonil.

Es un círculo infernal.

¿Y cuando los prejuicios se manifiestan, se expresan, en leyes? Pues peor que peor.

España, año 1958, ley del 24 de Abril: “El marido debe proteger a la mujer, y ésta obedecer al marido”, “existe una potestad de dirección que la NATURALEZA, la RELIGIÓN y la HISTORIA (las mayúsculas son mías) atribuyen al marido dentro de un régimen en el que se recoge fielmente la tradición católica que ha inspirado siempre, y debe inspirar en lo sucesivo, las relaciones entre los cónyuges”.

El mito de la “legitimación” avalado, fundado, nada menos que en/por Dios, en/por la Naturaleza y en/por la Sociedad.
Lo divino y lo humano.
Garantía absoluta de la verdad de mi prejuicio y de su consecuencia, la “legitimación” y la “justificación”.

Hasta 1975, sin licencia del marido, la mujer no podía trabajar, ni abrir una cuenta corriente en un Banco, ni obtener el pasaporte, ni sacarse el carnet de conducir.

Si contraía matrimonio con un extranjero perdía la nacionalidad y era considerada extranjera, como su marido, a todos los efectos.
Si vivía en España se le extendía una carta de residente, perdían validez sus estudios, no podía ser funcionaria y, para trabajar, necesitaba, como cualquier extranjero, un permiso de trabajo.

Yo, incluso recuerdo, de monaguillo que el cura de mi pueblo, en las misas de boda, le decía a la novia: “que seas casta como Susana y… y que la mujer no salga de casa sin permiso del varón….” (“sic”, textualmente)

Hasta dónde llegaba la consideración de incapacidad de la mujer que, hasta 1975, no se le reconocía patria potestad sobre sus hijos.
Es como si la tierra le disputase la cosecha al labrador.

Aunque la mayoría de edad se alcanzaba, entonces, a los 21 años, la mujer no podía abandonar la casa de sus padres hasta los 25. Sólo “podía hacerlo con licencia de los padres, cuando fuera para contraer matrimonio o para ingresar en un instituto religioso aprobado por la Iglesia”.

¡Lo que han cambiado, en España, las cosas tras la Constitución del 78!

Pero si hablamos de la mujer a nivel mundial….
¿Cuál es el porcentaje de la prostitución femenina? ¿Y del analfabetismo?, ¿y del hambre?, ¿y de la violencia sexual?, ¿ y de la pobreza?

“De los ocho mil abortos que se produjeron en Bombay, una vez que los progenitores supieron el sexo del feto, sólo uno hubiera sido niño”. ¡Monstruoso¡

Todavía hoy, en muchas naciones asiáticas, los varones pueden matar a sus mujeres por cuestión de honor.

Un millón de mujeres mueren al año, en el mundo, por el simple hecho de ser mujeres.

Hay cien millones menos de mujeres de las previsibles.
Dos millones de niñas son mutiladas, sexualmente, cada año.
Una niña es cambiada por un televisor en varios países asiáticos.
El turismo sexual infantil, sobre todo femenino, es algo normal.

¡Da asco escribir y leer todo lo anterior¡ Pero es real. Y la realidad, aún siendo nauseabunda, se impone.

¿Cómo luchar contra esa “anormalidad tan normal”?.

¿Cómo desmontar estos mitos de “legitimación” y de “justificación” cuando han calado tan profundamente en la mentalidad de un pueblo?
¿Cómo luchar por el reconocimiento de la igualdad esencial entre varón-mujer, mujer-varón?

Cuando oigo decir: “los derechos de la mujer”, “los derechos de los negros”, “los derechos de los gitanos”, “los derechos de los homosexuales”, “los derechos de los vascos”,….me incomodo.

Reclamar derechos por ser diferentes no es el camino adecuado.
Todos, varones y mujeres, blancos y negros, gitanos y payos, homosexuales y heterosexuales, vascos y nos vascos,…. TODOS tenemos los mismos derechos porque todos somos personas, “igual de personas”.
Los derechos son de las personas.

Los derechos recaen sobre lo que nos iguala, no sobre lo que nos diferencia.

Además de tener los mismos derechos, además, los grupos marginados tienen el derecho, negativo, a no ser discriminado por ser mujer, por ser negro, por ser gitano…

Cuando desaparezca el “rechazo”, la “discriminación” no harán falta los “días” de “identificación”, de “afirmación”, el “día de la mujer trabajadora”, “día del orgullo gay”, “día de la patria….”…

La lucha por la “no discriminación” es más universal y está mejor fundada que la reivindicación de la diferencia.

¿Se imaginan “el día de los bajitos”, “el día de los gorditos”, “el día de los feos”, “el día de los veinteañeros, treintaañeros,…”, “el día de los que viven en la tercera planta de un bloque de pisos”, “el día de los zurdos”, “el día de los calvos”, “el día de los canosos”, “el día de los que no ven “¿dónde estás corazón?”, “el día de los que no les gusta el fútbol”…

(Perdonad esta digresión).

Reivindicar las diferencias es un camino equivocado.

Las discriminaciones son, o fruto de la razón y, entonces, debemos aceptarlas porque son justas (discriminamos a los asesinos, a los ladrones,.. y los encarcelamos), o frutos de los prejuicios (y habrá que desterrarlas) o frutos de la fuerza (y habrá que contrarrestarlas) o frutos de la tradición (y habrá  que superarlas).

¿Por qué ha estado discriminada la mujer a lo largo de casi toda la historia?

Lo humano y lo divino se conjuraron contra ella.

Cada vez lo veo más claro.

La mujer ha sido multivíctima.
Contra ella se aliaron lo divino y lo humano, el poder religioso, el poder político, el poder social, y, por si fuera poco, el varón que estaba a su lado.

Pero los varones también hemos sido víctimas de una educación sexista, causa de nuestro “prejuicio” contra la mujer.

Es triste, pero es verdad, que todo el edificio antifemenino ha estado sustentado, entre otros,  en estos dos “prejuicios”: PELIGROSA E INMADURA.



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