jueves, 27 de abril de 2017

LA MUJER EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO ( Y 11) LA CUESTIÓN FEMENINA (2)


                       
                2.- PERVIVENCIA Y LEGITIMIDAD DE LAS TRADICIONES EMANCIPATORIAS.

Sólo conociendo el Pasado se puede reclamar en el Presente.

Quienes reclaman, hoy, una mayor participación de la mujer en la Iglesia, tiene en el pasado, en los orígenes, más que suficientes argumentos.

Si incluso entonces, con los condicionamientos culturales y políticos tan asfixiantes, ya tenía la mujer un protagonismo, lo de hoy en la Iglesia, cuando en la sociedad cada vez más está imponiéndose la no discriminación sexual ni de género, es de juzgado de guardia.

La Iglesia debería considerar esas antiguas herejías (¿) como una opción que se perdió, una oportunidad que iba bien encaminada, pero que se sofocó.

Reconocer que fueron los prejuicios los que taponaron esta salida, sería de inteligentes.

Y al igual que se han reconocido, públicamente, y pedido perdón, por los errores contra la ciencia, lo mejor sería reconocer el error respecto al papel de la mujer en la historia de la Iglesia.

Es curioso que la misma Iglesia que escribe la Carta a los Colosenses (que no es de Pablo) se acomoda a la sociedad patriarcal y pide la sumisión de los hijos, de los esclavos y de las mujeres, y sea, esa misma iglesia, la que escriba el evangelio de Marcos y allí se recuperen las tradiciones radicales de Jesús.

Es en este Evangelio, en el primero, reconocido como  canónico, que se escribe, donde  se hace un esfuerzo por hacer comprender a unos discípulos, que tienen los pensamientos de varones, la inversión de los valores del poder y del prestigio que proclama Jesús.

Los niños son los preferidos, “le presentaron unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían (como hemos visto tantas veces, normal). Viéndolo Jesús se cabreó (se enojó) y les dijo: dejad que los niños vengan hasta mí y no los estorbéis (no los molestéis), porque de ellos es el reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él. (Marcos 10, 13-16).

Es decir, si no os hacéis niños, si no sois como niños, entonces no entraréis en el reino de los cielos.

¿Dónde queda aquello de sumisión de los hijos a los padres o sujeción de los padres para con sus hijos?.

O cuando en Marcos (10, 41-45) Jesús se hace como un esclavo: “si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida”.

Y el que sirve, digo yo, es un siervo de aquel al que sirve.

¿Dónde queda aquello de “esclavos, obedeced en todo a vuestros amos?

¿Y qué decir de las mujeres?.

Cuando todos los discípulos abandonan a Jesús, “y abandonándole huyeron todos” (Marcos 14, 50), son unas mujeres las que lo siguen hasta el final y “miraban dónde lo ponían (el cadáver)”.

El hecho de que se canonizasen, humanamente, se le diera tanta importancia, tanto las Cartas Pastorales como el Evangelio de Marcos, tan contradictorios entre sí, pone de manifiesto la complejidad de la vida de la Iglesia primitiva.

No es posible admitir ambas tradiciones, y menos su unidad, sin reconocer la tensión que se da entre ellas.

Pero el hecho de que la Iglesia haya puesto en primer lugar los Evangelios y los haya rodeado de una estima particular indica que reconoce los principios de Jesús como norma fundamental.

Por lo tanto, la Iglesia oficial debería dar marcha atrás y tomar el relevo desde donde Jesús lo dejó, no desde las iglesias posteriores.

No es el papel que le corresponde a la mujer el papel que le ha dado y le está dando la jerarquía eclesiástica actual.

Si hasta el ejército ha dejado de ser androcéntrico, ¿cómo es posible que la Iglesias ……puntos suspensivos.


                                                                                                                                                            FIN.


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