jueves, 13 de abril de 2017

JESÚS DE NAZARET Y LA MUJER (Y 5)


En el matrimonio civil la mujer está protegida por la legislación (según algunos, superprotegida descompensatoriamente respecto al varón, por el piso, la hipoteca, la manutención,… y, además, con salario no muy boyante)

Entre los judíos el divorcio era unilateral, con la mujer desprotegida, automáticamente, a lo que habría que añadirle la “deshonra social”

¿Qué habría dicho Jesús, hoy, sobre el divorcio?. Pues seguramente que la fidelidad es un bien, si ambos son fieles, pero que “el sábado (léase “la ley”) está hecho para el hombre y no….”. Es decir que jamás tener que soportar situaciones dramáticas por fidelidad a una ley.
Que la ley es, sólo, un instrumento para la liberación de las personas no para esclavizarlas.

Lo que sí es verdad es que Jesús toca los temas de matrimonio, divorcio,… pero no el tema del SEXO, ni del aborto, ni de las relaciones sexuales, ni del comportamiento de los casados (o parejas) en materia de intimidad, bajo las sábanas de la cama.

Sería la Iglesia, más tarde, la que hiciera del sexo un tema tabú y uno de los pilares de represión de la conciencia.

¿Acaso el animal macho le enseña a su cría macho cómo debe copular con las hembras?.

Ya se encargaría la Iglesia de que, como el único fin de la relación sexual es la reproducción y no el placer del orgasmo, de cuáles debían ser las posturas más acordes con la dignidad humana, entre ellas, la postura del misionero con explicaciones teóricas y demostraciones prácticas.

Jesús llega a afirmar que las prostitutas estarían delante de los mismos sacerdotes en el reino de los cielos.
Y es que hay diferencias fundamentales entre los conceptos de “cuerpo” y de “sexo” entre el judaísmo y el cristianismo posterior, contaminado con el helenismo y el platonismo.
El judaísmo rabínico atribuía al cuerpo la misma importancia que más tarde el cristianismo atribuiría al alma.

En materia de sexo la diferencia es abismal.
Mientras para el judaísmo el alma es algo que vive dentro del cuerpo, siendo éste, su carne, la verdadera realidad del hombre, para el cristianismo, por el contrario, lo que hace que un individuo sea tal es el alma, siendo el cuerpo sólo un instrumento pasivo de ella.

El sexo, pues, para los judíos será algo positivo y digno de vivirse con felicidad, mientras que, para los cristianos, por ser el sexo un elemento fundamental del cuerpo y de la carne, lo mejor era reprimirlo, para dejar libre al alma, que era el elemento fundamental de la persona.

Ese abismo sigue, aún, insalvable.

Porque son dos maneras diferentes y hasta opuestas de concebir la realidad humana. Diferencias no sólo teológicas, también sociales y culturales.
Mientras para el cristianismo (para la cultura occidental) la virginidad adquiere un valor por sí misma, para el judaísmo lo importante es la procreación, que asegura la especie.
De ahí que la sexualidad adquiera un carácter fuertemente religioso, al igual que la comida, que se asocia estrechamente con el sexo en lo que tiene de placer y de creadora de vida, mientras que en el cristianismo la sexualidad quedó estrechamente ligada al mundo del pecado y del demonio, y la comida pasó a formar parte, como la lujuria, de los pecados capitales (más la gula,…)

Por eso Jesús nunca obligaba a sus discípulos a ayunar, él aceptaba invitaciones de sus amigos, incluso de gente rica, para participar de sus banquetes, hasta tal punto de ser tachado de borrachín y comilón.

¿Cuál fue su primer milagro? Convertir el agua en vino para que la fiesta pudiera continuar.

Todos sus apóstoles (excepto Juan), estaban casados, como estuvieron casados los primeros obispos de la Iglesia a quienes sólo se les pedían que tuviesen una sola mujer.

Fue mucho más tarde, en el Sínodo de Elvira (Granada) en el siglo IV, cuando la Iglesia, más por motivos de poder y para mantener las propiedades sin dividir, que por motivos religiosos empezó a imponer el celibato obligatorio a sacerdotes y religiosos, pero que el celibato no se afianzó hasta llegar el Concilio de Trento, sigo XVI.

En el mundo judío había una gran libertad en la forma de vivir la sexualidad entre marido y mujer, donde todo estaba permitido, desde el sexo oral al anal, siempre que ninguno de los dos se opusiera.

Por eso era difícil concebir a un judío ejerciendo el celibato o la virginidad por motivos religiosos.
Si alguno lo hacía era para poder dedicar todo el tiempo a su misión, si tener que preocuparse por la familia.

¿Pudo ser éste el caso de Jesús?. Nunca lo sabremos. Siempre queda el interrogante de por qué no se casó (si es que no lo hizo) cuando la procreación y los hijos eran siempre un bien.

¿O sí estuvo casado con María Magdalena, una mujer inteligente, más inteligente que los doce varones apóstoles, y que lo de ser “prostituta” es un bulo malicioso proveniente de la jerarquía eclesiástica?

La sexualidad, para los judíos, era una fuerza positiva que aseguraba la existencia y la felicidad corporal.
No así para los cristianos.

Tanto fue así que hubo que esperar al Concilio Vaticano II y, con muchos matices, llegó a aprobarse un texto en el que se vislumbra que la sexualidad deja de ser un mal menor para poder asegurar la procreación y la perpetuación de la especie, ya que puede ser, también, un instrumento humano de diálogo.


Sólo así podía mantenerse y crecer la grey del Señor.

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