miércoles, 12 de abril de 2017

JESÚS DE NAZARET Y LA MUJER (4)


Jesús, primero le salvó la vida física, luego le calmó, tranquilizó, la conciencia, animándola a ser fiel. Pero lo primero es lo primero.

¿No sigue manteniendo, la Iglesia, todavía la pena de muerte en determinadas circunstancias?
¿Hasta cuándo ha estado vigente, entre sus muros, la pena de muerte en ese pequeño Estado, independiente, llamado Vaticano? Hasta después del Concilio Vaticano II, con Pablo VI.

Era costumbre entre los profetas de Israel curar sólo a los varones enfermos (ciegos, tullidos, leprosos,…) Jesús no hacía distinciones, curaba también a las mujeres y arrojaba de ellas a los demonios.
Dice Lucas que a Jesús lo seguían, además de sus discípulos, “mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de las que había arrojado 7 demonios”, como era el caso de María Magdalena, la prostituta (¿).

Por ejemplo, la suegra de Pedro.
Jesús entró en su casa, la tomó por la mano y, tras haberla curado, se sentó a la mesa donde ella le sirvió la comida a Él y a sus discípulos.
No fue que cobrara en especie. Es un detalle de agradecimiento de la mujer curada. Quizá hubiera sido hacerle un feo no haberlo aceptado.

Los tres gestos:

1.- Un profeta que se acerca a una mujer, entrando en su casa (algo prohibido).

2.- La toma por la mano (más prohibido todavía) y

3.- Se deja servir por ella, siendo impura, al estar enferma.

Siempre que una mujer le pide algo a Jesús, éste no se lo niega.
Como a la madre de Jairo, que le pide que cure a su hija, atormentada por un demonio y aunque, al principio se resiste o se hace el remolón (ella era una mujer pagana y no debía tener relaciones con ella y, menos aún, hacerle favores).
Y acaba yendo, curándola y alabando la fe de la madre, que creía firmemente que si Jesús…
Los discípulos sí que fueron los que increparon a la mujer, para que dejara de insistir y ser tan pesada, hasta pedirle a Jesús “que la eche”.

Digo yo que los apóstoles se extrañarían, incluso se escandalizarían de ver lo que nunca a ningún rabino habían visto, esa camaradería, esa condescendencia, esa consideración con/para las mujeres.
 En el caso de la samaritana, una enemiga de la religión judía, y el diálogo de ligoteo, de cortejo, no podían creerse lo que estaban viendo con sus ojos, que, además le dice que ha tenido cinco maridos y que el que ahora tenía no era el suyo, que Jesús lo sabía porque estaba diciéndoselo y ellos oyéndolo. Una superpecadora y con la que parece estar ligándosela.
Y, tras hablar del agua material y el agua espiritual con la que no volverá a tener más sed, la envía como introductora por delante, para que le prepare el camino y pudieran recibir, los samaritanos, al profeta judío.

¿Podía haber mayor afrenta? Una pagana, enemiga, superpecadora,… la primera misionera del cristianismo (¿), en vida del profeta.

No rehuía su trato, la hacia protagonista de sus milagros y objeto de sus parábolas y hasta la ponía de ejemplo a los varones.

También estaba contra el divorcio, pero no contra el divorcio en sí mismo, sino porque sólo el varón podía divorciarse, la mujer no.
El varón podía, impunemente, repudiar a la mujer y echarla de casa, ¿por qué no la mujer?
En aquella época, con el divorcio, la discriminada, la que perdía, la víctima era siempre y sólo la mujer. Estaba a merced de lo que quisiera hacer con ella el varón (lo que, creo que, no ocurría en la legislación griega, romana y egipcia).

El adulterio era sólo una deshonra para los derechos del varón, nunca de la mujer.

“Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra adúltera  y el que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio” –son palabras de Jesús.
La honra, pues, se la roba a la mujer el marido que la repudia. Es lo que viene a decir Jesús.

Todavía nosotros, tristemente, seguimos diciendo “echar una cana al aire” (él) y “ser una puta” (ella), como si la cornamenta sólo la pusiera la mujer en la frente del varón y no viceversa.
La deshonra no es privilegio del varón, también la mujer es deshonrada cuando lo de la cana al aire. Aunque la hipócrita sociedad castigue a una y considere una muestra de valentía al otro, de macho dominante.
Era la aprobación social de la deshumanización de la mujer.

Pero, ¿qué pasa, hoy, con el Tribunal de la Sagrada (¿) Rota, cuando permite la nulidad del matrimonio canónico (ese de “lo que Dios ha unido… y así hasta que la muerte os separe”), que, por dinero se desune lo unido por Dios, “porque no estaba unido” y “ya, no hay que esperar a que llegue la muerte para separarlos).
Menos mal que también hay matrimonio civil, porque tras la nulidad del matrimonio canónico el varón ya no tiene ninguna obligación para con su exmujer.

¿Y “nulidad (no ha habido) de matrimonio aunque hayan engendrado cuatro hijos?.


Hipocresía interesada.

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