Cuando se ha instalado la mediocridad,
cuando hemos renunciado a nuestras propias armas y estamos desarmados de
criterios gnoseológicos y de principios morales, por la dictadura del “se”,
somos presa fácil para el demagogo de turno, que es un excelente dominador del
lenguaje y que te hace ver lo negro blanco y los cuatro ángulos del triángulo.
Sólo él sabe que es un estafador, pero nosotros no sabemos que
estamos siendo estafados por un manipulador del lenguaje, por un mago de la
palabra, por un sofista encantador en su forma de decir las cosas.
El demagogo no es que te atraiga a él, es él el que se mete dentro de ti, el que piensa por ti, el que te domina, esclavizándote, en un asedio interior.
Y nosotros, tan distintos al sofista, por pereza y comodidad, sólo somos dueños de un vocabulario canijo, con un lenguaje simplificado, empobrecido, con sólo palabras comodines, somos incapaces de distinguir los matices de la realidad, que nunca es o blanca o negra, sino que se extiende en una amplia gama de matices grisáceos.
Nunca ha habido tanta información y, quizá por eso, nunca hemos estado tan desinformados.
El demagogo no es que te atraiga a él, es él el que se mete dentro de ti, el que piensa por ti, el que te domina, esclavizándote, en un asedio interior.
Y nosotros, tan distintos al sofista, por pereza y comodidad, sólo somos dueños de un vocabulario canijo, con un lenguaje simplificado, empobrecido, con sólo palabras comodines, somos incapaces de distinguir los matices de la realidad, que nunca es o blanca o negra, sino que se extiende en una amplia gama de matices grisáceos.
Nunca ha habido tanta información y, quizá por eso, nunca hemos estado tan desinformados.
Porque tenemos que elegir qué emisora oír, qué periódico leer,
qué cadena de televisión ver.
Y siempre son de la misma cuerda.
No me imagino a un lector de El País que no oiga la Cadena Ser y no vea la
4 o la 6 o quizá la 1ª, como al lector de La Razón oyendo Onda cero y viendo Antena 3.
Y esa opción elegida, ese punto de vista, esa perspectiva, te
imposibilita tener otras y ponerte en lugar del otro.
Los otros, ya, serán adversarios (no digo enemigos).
Ese ruido ensordecedor, que hay ahí fuera, de los medios de
comunicación te invita a ponerte los auriculares y las gafas. Te aíslan. Te
amasan.
Tanta información que en vez de enriquecernos nos empobrece y crea en nosotros la indiferencia, pero por saturación.
Tanta información que en vez de enriquecernos nos empobrece y crea en nosotros la indiferencia, pero por saturación.
Por higiene mental necesitamos poner un filtro, pero ¿qué filtro?. Un autofiltro. ¿Y eso cómo se hace?. Haciéndolo. Pero eso es muy complicado. Pues saldrás a comprarlo ya hecho en el mercado. ¿En qué mercado?. Son tantos que tienes que elegir uno.
Estamos enredados en la maraña y no podemos romper la red.
Desde pequeñitos nos van vacunando para inmunizar nuestro cuerpo, creando anticuerpos, que nos predispongan ante los ataques a nuestra salud corporal, sin embargo qué poco nos preocupamos de los contagios mentales y emocionales del “se”.
Se quejaba la paloma de que le costaba esfuerzo el volar, por la resistencia del aire.
Desde pequeñitos nos van vacunando para inmunizar nuestro cuerpo, creando anticuerpos, que nos predispongan ante los ataques a nuestra salud corporal, sin embargo qué poco nos preocupamos de los contagios mentales y emocionales del “se”.
Se quejaba la paloma de que le costaba esfuerzo el volar, por la resistencia del aire.
Lo feliz que ella sería sin el aire.
Y Kant tendría que recordarle a la paloma que sin aire no podría
volar, ni poco ni mucho, nada.
Igual nos ocurre con la libertad.
Si no hubiera tantas normas….
Sólo se puede ser libre habiendo normas, como sólo se puede
nadar entre las dos orillas del río.
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