Primero se refiere al “vascuence”, que, “como unidad, no existe. Es un conglomerado de dialectos que no se entienden, a veces, los unos con los otros”.
“Mis cuatro abuelos eran como mis padres, vascos. Dos de ellos no podían entenderse entre sí en vascuence, porque eran de distintas regiones, uno de Vizcaya y el otro de Guipuzcoa”
Y sigue dando toda una lección de desmantelamiento de la lengua vasca.
Cuenta anécdotas con las que ridiculiza a quienes quieren hacer creer que el . del vascuence se pierde en el origen de los siglos.
Bastaba que alguien le tirara de la lengua o, públicamente, expresara un comentario, para dar otra lección. Parece que le agradaba que le interpelaran. Volvía, así, a incidir sobre la artificialidad del vascuence.
“¿En qué lengua escribió loa Ejercicios Espirituales el hombre más grande que ha tenido el pueblo vasco, Ignacio de Loyola?”
Y cuando alguno le echaba en cara en no apoyarlo para poder entender mejor la cultura y la historia del pueblo vasco, le respondía: “no por satisfacer a un patólogo voy a estar conservando lo que creo que es una enfermedad”.
A Sabino Arana lo llama “tontiloco”
¿Se imaginan a Unamuno en Bilbao, en una conferencia, y proclamar que “el vascuence está agonizando. Sólo hay que recogerlo y enterrarlo con piedad filial, embalsamado en ciencia”?.
Cuando se refiere al catalán no es menos incisivo.
“¿El gran Juan Maragall en qué lengua escribió”?.
“¿El hecho diferencial”?.
“El catalán permaneció mudo durante el Renacimiento, la Reforma y la Revolución, y renació hace un siglo”
Cuenta anécdotas de la Generalidad denominándola, a veces, “Particularidad”.
Critica el victimismo de los que hablan de “nacionalidades oprimidas” llamándolas “mentecatadas”.
O cuando gritan: “Viva Cataluña Libre”. ¿Libre de qué?
De Maciá no tenía un buen concepto, pero sí, y muy bueno, de los de Esquerra Republicana
Cuenta anécdotas que me traen a la mente la “boutade” de los pinganillos del Senado y sus traductores entre quienes hablan la misma lengua.
Lo mismo hace con el gallego, su melancolía, su quejosidad, y con Rosalía de Castro.
Incluso con el valenciano.
En la polémica si llamar a nuestra lengua “castellano” o “español”, lo tiene muy claro y lo repite varias veces, él apuesta por el “Español”.
“El “castellano” es una lengua hecha, y el “español” es una lengua que estamos haciendo”.
Rehacer el “castellano” para hacerlo “español”.
Declara su amor a la lengua castellana
España es la nación (a él le gusta llamarla “renación”) en la que se funden todas las diferencias.
“Toda autonomía es salvaje”.
Critica, constantemente, “la monserga de la personalidad diferencia de las regiones”.
Las autonomías serán “parlamentitos” en los que habrá muchos caciques que colocarán como funcionarios a los suyos”
(¿Les viene a la mente algo? ¿y lo de los asesores?)
“En vez de “República de trabajadores” será una “República Federal de Funcionarios”.
Hablará de “dos grandes partidos: el de los Funcionarios y el de los Parados: o sea, el de los “ocupantes” y el de los “aspirantes”.
Cuenta que ha hecho más por España la pluma de Cervantes, con el Quijote que la espada de Juan de Austria, en Lepanto.
Recuerda el “peligro de que los “partidos” políticos cambien de sexo y se conviertan en “partidas”
Luego vienen las respuestas de Vascos, Catalanes y Gallegos (pero ya excede el objetivo de este artículo).
Está, desde el comienzo de la República, convencido de la futura guerra, que tiene, por desgracia que surgir.
Con el triunfo del Frente Popular dirá que “la confusión que reina y gobierna en este manicomio suelto que es España….”
No el le gusta el marxismo, él siempre se ha declarado liberal, pero considera imposible hacer política en una nación anárquica.
Desde tiempo atrás está oliendo y avisando del peligro de una “guerra civil incivil” (como a él le gustaba llamarla).
“Se está librando, en nuestra nación, una guerra internacional”.
Ni el régimen anterior, republicano, ni el nuevo, franquista, su sustituto.
“España padece una enfermedad mental colectiva. Y con cierta base patológica, frenopática, corporal o somática. Hay un terrible morbo. Se ha establecido un régimen de terror de una parte y de la otra, por los Hunos y por los Hotros. Todos piden sangre y exterminio y guerra sin cuartel.
“Esta España de mi corazón se está ensangrentando, desangrando, arruinando,, envenenando y entonteciendo”.
“Ni el bárbaro, anticivil e inhumano régimen bolchevístico, ni el nuevo régimen, bárbaro, anticivil e inhumano, de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que, en el fondo son lo mismo (los Hunos y los Hotros).
Él, que quería salvar la civilización occidental cristiana, va a darse cuenta, muy pronto, que los métodos de Franco, para esa obra salvadora, ni son civilizados, ni occidentales, ni cristianos.
“Tan salvajes son las hordas rojas o marxistas como las otras (Hunos y Hotros), en esta guerra sin cuartel, sin piedad, sin humanidad y sin justicia.
Reunido el Claustro Universitario, a los dos días del incidente del Paraninfo, pedirán a Franco su destitución como Rector perpetuo de Salamanca.
Posteriormente, también sería desposeído del título de Alcalde Perpetuo Honorario.
Unamuno, cada día que pasaba, estaba más desesperado, viendo cómo se desarrollaban los acontecimientos.
En una entrevista que le hace Nikos Kazantzakis, le dice: “¿Ud. piensa que los españoles luchan y se matan, queman las iglesias o dicen misa, agitan la bandera roja o el estandarte de Cristo porque creen en algo?. ¿Qué la mitad cree en la religión de Cristo y la otra mitad en la de Lenin?. NO. NO. Los españoles no creen en nada, ¡en nada¡. Están desesperados. Han perdido la esperanza. Ya no creen en nada y, privados de la fe, son presas de la rabia”.
“El pueblo español ha (está) enloquecido”.
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