domingo, 4 de julio de 2010

FELICIDAD

Cuando se habla de felicidad habría, siempre, que distinguir entre:
A.- Felicidad subjetiva o íntima o individual, que consiste en un sentimiento pleno de bienestar personal, que es algo muy íntimo que sólo le afecta a uno y a los más cercanos.
B.- Felicidad objetiva o pública o social o política, que es una situación, ya no un sentimiento. Es el marco deseable para vivir. Es el escenario en el que es más fácil ser feliz. Es como el teleférico, que te deja en lo alto de la pista de esquí. A partir de aquí, puedes disfrutar en y de la bajada o puedes romperte la crisma.
La felicidad objetiva te posibilita la felicidad, no te la garantiza.
La felicidad objetiva coincide con la Justicia.
Una sociedad justa es una sociedad felicitante. Pero, una vez dicho esto, eres libre para tirarte desde la torre, ayudar a cruzar la calle a una viejecita, pasear por la playa, leer un libro, sentarte en una terraza, con cerveza y tapita incluidas, y charlar de lo divino y de lo humano con tus amigos, considerándoos salvadores del mundo mundial o siendo socio del Atlético de Madrid.
Allá tú dónde pones el objeto de tu felicidad.
No es igual “estar feliz” (situación siempre pasajera) que “ser feliz” (estado de más largo recorrido).
Como no es igual “estar limpio” (tras una ducha, por ejemplo), que “ser limpio” (se le supone, habitualmente, la limpieza).

Generalmente han sido 4 los objetos felicitantes: Dios, las cosas, un mismo, los otros.
-Para el cristiano-creyente “esta vida es el camino que…”, la vida como hipoteca, porque te lleva a Dios, el objeto felicitante por excelencia. “Amarás a Dios sobre todas las cosas”
- Para el ateo militante y practicante, para el ciudadano agnóstico, las cosas, que sí son reales y son más felicitantes que Dios, que sólo es una idea creada por la mente humana desgraciada.
- Te amarás a ti mismo.
- Amarás al prójimo como a ti mismo.

Pero para amar al prójimo tienes que amarte mucho a ti mismo, para poder amar al prójimo en la misma medida. Para amar y amarse hay que conocer y conocerse.
Luego no se es egoísta por amarse uno a sí mismo, siempre que, también, se ame a los demás. Tener una alta autoestima es el paso previo para poder estimar adecuadamente, a los otros.
La situación de riqueza está en relación con las cosas. Los ricos son ricos porque tienen muchas cosas. Se les supone la felicidad. Pero no es cierto. No hay persona más pobre que la que sólo tiene cosas, aunque sean muchas.
Es mayor capital los sentimientos, la amistad, las personas, la alta consideración,….

Normalmente, a lo largo de la historia, se han dado Decálogos, sobre todos, y el más conocido por nosotros, los 10 mandamientos del cristianismo..
¿Por qué Decálogos?. ¿Por qué el número 10?. Porque el número 10 es uno, si no el más, sagrado de los números. ¿Por qué?. No por motivos cristianos sino matemáticos.
-El punto (que no tiene dimensión). Es el UNO.
-La línea (segmento)( que es la longitud entre DOS puntos).
-La superficie (que es el espacio que existe entre TRES puntos en distinta dirección o no en línea recta).
-El volumen (que es el cuerpo correspondiente a CUATRO puntos en dirección no lineal).

Punto, Línea, Superficie y Volumen (1+2+3+4 = 10) que era la tetractis pitagórica, que solían llevar colgada del cuello, como si fuera una medalla o un crucifijo que sirviesen de escudos y alejasen a los enemigos del alma, era un amuleto; en este caso era llevar colgado el secreto de toda la realidad, concretada en esos cuatro conceptos geométricos.

Para que la sociedad esté en estado de salud, para que la justicia se instale en la sociedad, habría que erradicar a los chupones, que sólo toman y nada aportan, habría que “desparasitar de parásitos sociales a la sociedad” (valga la doble redundancia), sólo así las personas serían consideradas dignas, no listas (porque ¡hay que ver lo listos que son los parásitos-chupones¡).

Es otro error histórico, hacer recaer la naturaleza, la esencia, de la persona en la inteligencia. Se puede ser analfabeto y digno. Como se puede ser muy inteligente y una mala persona. Lo importante es la dignidad, la bondad. Más importante que la inteligencia.
Ser bueno y ser digno es una valor superior (nunca los dudéis) a ser inteligente.
Hay mucho hijoputa muy inteligente.
La bondad y la dignidad entraña el cumplimiento de deberes: deberes para consigo mismo, deberes para con los demás y, para el creyente, deberes, también, para con Dios.

Ser merecedor de felicidad ya es felicidad.

¡Que seáis buenos, que os empeñéis, amigos lectores, en haceros dignos de la felicidad, es ya el comienzo de ella.

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