jueves, 1 de agosto de 2019

ARISTÓTELES: EL HOMBRE: “ANIMAL POLÍTICO” ( 1 )




EL HOMBRE: “ANIMAL POLÍTICO”

El hombre no es un ser existente único ni aislado, sino que es un individuo de una especie multiplicada en multitud de seres particulares, distintos y a la vez semejantes, que se asocian en agrupaciones de diversos tipos.

Las relaciones del hombre, pues, no son sólo con Dios, sino también con otros seres semejantes a él y los problemas de coexistencia y de convivencia correspondientes en la “comunidad política”.
Pero ¿es esta comunidad política una entidad artificial, establecida mediante un pacto o una convención voluntaria entre un conjunto de individuos humanos que se agrupan y se asocial con la finalidad extrínseca de conseguir un bien común para todos, que complete y facilite la consecución de sus posibilidades naturales?

Esto es lo que creían los Sofistas, anticipándose muchos siglos a Hobbes y a Rousseau, sobre el origen de la sociedad.

No es esto lo que piensa Aristóteles para quien la comunidad política no es algo artificial sino “natural”.

“El hombre es, por naturaleza un animal (viviente sensible) político o social”.

En la misma naturaleza individual de cada hombre hay una tendencia innata a lograr su propia perfección, en la cual consisten su bien y su felicidad.
Esta perfección no puede lograrla el individuo en su estado de aislamiento y de soledad.
El individuo, aislado, es insuficiente para bastarse a sí mismo, por lo que necesita de la agrupación con sus semejantes, la cual tiene diversas formas:

1.- LA FAMILIA (“oikós”).

Es la unidad social básica que comprende el marido, la mujer, los hijos, los esclavos,…y el buey arador.
Es una asociación meramente natural y en la que el varón tiene autoridad real sobre los hijos y los esclavos y autoridad democrática sobre la mujer.

2.- LA ALDEA (“komé”)

Que resulta de la agrupación de varias familias.

3.- LA CIUDAD (“polis”)

Es la comunidad política que resulta de la agrupación de varias aldeas, o de un número mayor de familias.

Como prueba de la sociabilidad (hoy denominada “socialidad”) natural del hombre señala Aristóteles el hecho de que la naturaleza le ha dotado del don de la palabra (“lógos”), muy distinto a los demás animales, que sólo emiten sonidos (“foné”).

Pero el hombre tiene razón, discurre y habla.

La palabra no es sólo “logos”, sino también “dialogo”, que implica comunicación con otros seres semejantes.

El hombre es el único animal que no sólo sabe distinguir entre el dolor y el placer (que también lo hacen los demás animales, en cuanto que son “sensibles”) sino entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto.

La naturaleza (“que no hace nada en vano”) ha formado al hombre para vivir, no aislado, sino en sociedad.

El hombre solitario (“como un águila en su picacho”) es antinatural.
O es un dios o es una bestia (contra la autarquía de los cínicos).

Ya para “nacer” son necesarias dos personas de sexo distinto y después, para desarrollarse, para “ser” serán necesarias otras muchas personas.

Entre las varias formas de asociación (“koinonía”) que distingue Aristóteles están: la familia, la casa, la aldea, el patriarcado, la tribu y, la más suprema de todas, la ciudad (“polis”), que es la cumbre y el fin al que tienden todas las demás siendo posterior, genética e históricamente, a todas las demás formas de asociación.

La “polis” es la sociedad perfecta, independiente y que se basta a sí misma.
Goza de prioridad de naturaleza, de perfección y de dignidad sobre todas ellas.

Es la obra más excelente que el hombre puede realizar sobre la tierra.
Ella es el lugar por excelencia para llevar una vida humana digna.

Así como el individuo nace en el seno de una familia, las familias y los individuos nacen en el seno de una ciudad, siendo ésta, pues, anterior por naturaleza a individuo y familia.

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