sábado, 31 de agosto de 2019

TEORÍA GAIA ( 4 )



Si el término “gaia” tenía resonancias místicas, el contenido era terreno, natural.

Para más “INRI”, Gaia era propuesta no por un visionario oriental sino por uno de los suyos. Un científico, además, con credenciales de científico serio y diseñador de ciertos instrumentos científicos de gran utilidad.
Nada menos que James Lovelock había estado en la N.A.S.A., para intentar detectar vida en Marte cuando la nave estadounidense Wiking se posó en la superficie del planeta rojo.

No era, pues, Lovelock, un extraño eremita, recluido en las montañas tibetanas o en las selvas amazónicas, sino un científico de bata blanca, con el que uno podía cruzarse en el pasillo y preguntar, dialogar, discutir, y sin salirse del circuito de la razón científica.

Pero lo que Lovelock proponía rayaba en la superstición y, para más INRI  cometió la temeridad de presentar sus argumentos en forma de método científico ortodoxo.

Las pruebas demostraban que toda la biosfera del planeta tierra (desde las bacterias al hombre, pasando por el pez, el buitre y el elefante) podía ser considerada como un “único organismo”, pero a escala planetaria, denominado Gaia...

Proponía, nada menos que el “holismo” en plena efervescencia del “individualismo”.

Si un marciano quisiera investigar si había vida o no en el planeta Tierra lo tenía fácil saberlo. Bastaba un buen telescopio con un buen espectroscopio incorporado.
Al comprobar, el marciano, la composición del aire de la tierra deduciría que, en la tierra, había vida, porque al existir una gran cantidad de oxígeno libre en la atmósfera significaba que tiene que haber algo que lo esté reponiendo constantemente. De lo contrario se habría agotado al entrar en contacto y reaccionar con otros elementos, como puede ser el hierro.

Exactamente lo mismo que nuestro espectroscopio terrestre ha mostrado la ausencia del mismo en nuestros planetas vecinos (véase la tabla de composición de la atmósfera en los mismos).

Si el marciano concluiría que ese “reponedor” de oxígeno era la vida, el terrestre Lovelock concluyó que, al no haber oxígeno en Marte, no había “reponedor”, era un planeta muerto.
No sólo no hay marcianos, es que no hay vida marciana.

Lovelock, pues, propone que es la vida (toda la vida) de la tierra, en su conjunto, la que interacciona y tiene la capacidad de mantener su entorno, de manera que sea posible la continuidad de su propia existencia.

Si un cambio medioambiental amenazara la vida, ésta actuaría para contrarrestar el cambio, de manera parecida a como actúa el termostato del frigorífico o de la instalación del aire acondicionado.

Estamos hablando de la HOMEOSTASIS.

Gaia (la biosfera) es un sistema homeostático, un sistema que se conserva a sí mismo.
Un sistema que no sólo se adapta a los cambios sino que hace sus propios cambios, alternando su medio ambiente, siempre que sean necesarios para su bienestar.

Cual otro Darwin, viajero e investigador, comprueba cómo los corales de islas que, poco a poco se hunden, poco a poco crecen hacia arriba para permanecer a la profundidad adecuada, para sobrevivir.

“Homeostasis coralina” ante un cambio geológico o tectónico.

Pero ¿y la TEMPERATURA  de la Tierra?

¿Por qué  la temperatura media global ha permanecido entre límites bastante estrechos durante mil millones de años o más, cuando se sabe que en todo este tiempo la radiación solar (que es la que, básicamente, determina dicha temperatura) ha ido aumentando ininterrumpidamente?
¿Por qué no se ha notado dicho calentamiento en la tierra?

Tendrá que haber habido algún tipo de HOMEOSTASIS.

¿Y la SALINIDAD del mar y de los océanos?

¿Por qué es, justamente, la adecuada para las plantas y animales marinos que viven en ellos?
Un aumento de la salinidad resultaría desastroso. Morirían por envenenamiento.

Según la lógica científica los mares y océanos deberían ser mucho más salados de lo que son, porque con la evaporación la sal siempre queda allí.
Es como si dejáramos un cubo de agua del mar, durante todo un verano.
A medida que se evapora, el agua que queda en el cubo se hace más salada.
¿Por qué no sucede esto, que es lo lógico, en los mares y océanos?
Porque se sabe que la salinidad ha permanecido constante.
Por lo tanto algo tiene que actuar para que eso no ocurra (el exceso de sal).

Tendrá que haber habido algún tipo de HOMEOSTASIS.

¿Qué son las minas de sal sino bahías o brazos de mar poco profundos, que quedaros aislados y convertidos en lagos y que, tras la evaporación, sólo quedaron los lechos marinos, convertidos en roca impenetrable, ya sellada por polvo y arcilla, y ya no soluble?

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