domingo, 3 de febrero de 2019

RAZÓN APASIONADA O PASIÓN RACIONAL (5)




La EDAD MODERNA será la realmente Racionalista, cuando su campo de actuación sea todo lo que ocurre en el cielo y en la tierra y surja y se desarrolle la Ciencia en sus múltiples vertientes.
Pero el RACIONALISMO del XVII (Descartes, Leibniz, Spinoza…), técnicamente, en historia de la filosofía, es la forma de entender el Origen del Conocimiento, basado en la Razón (frente a la otra gran corriente gnoseológica o epistemológica del EMPIRISMO, que primaba la experiencia como primera y principal fuente de conocimiento y única para el conocimiento de lo que realmente existe).

La Ilustración del XVIII y la Diosa Razón es el zenit del apogeo de la razón, aplicable, ya, a todo.

Esta Diosa Razón sí abarcó ya todo lo abarcable y apostó por la superioridad del elemento racional frente al emocional, vital, impulsivo, instintivo, sentimental, pasional…
Sólo en este sentido RACIONALISMO se opone a IRRACIONALISMO, a VITALISMO, a EMOTIVISMO, a SENTIMENTALISMO,…

En la ACTUALIDAD estamos asistiendo, a diario, al triunfo de La Razón en sus múltiples y variados descubrimientos así como encargamos a la Razón la educación en el dominio y control de las pasiones, como algo que invade, nubla y somete al psiquismo.

La Pasión ha tenido, tradicionalmente, y sigue teniendo, una mala fama, una mala prensa, siempre asociada a algo no bueno.
Reina y triunfa el sentido peyorativo de la misma.
Es, realmente malo, estar “ciego de pasión” o ser “esclavo de sus pasiones” o ser “demasiado apasionado” y, por lo tanto, poco objetivo.

Sin embargo, como reacción, surgió el Romanticismo.

Pero ¿y la pasión por la verdad? ¿Y la pasión por la justicia? ¿Y la pasión por la paz? ¿Y la pasión por el amor, o por la literatura, o por la poesía, o por…?

Frente al Dualismo omnipresente a lo largo de la historia, hoy, cada vez más emergen planteamientos que rechazan esa oposición entre Razón  y Pasión y se prefiere hablar de emociones racionales y distinguirlas de las emociones irracionales.

Hoy está de moda la “Inteligencia emocional” de Daniel Goleman, que afirma la imposibilidad de separar la inteligencia humana de la capacidad afectiva o sentimental, abogando, pues, por la Integración.

Incluso, hoy, el término “pasión” se usa en la vida cotidiana para indicar una inclinación o preferencia (“tiene pasión por el fútbol”), o para describir un rasgo de la personalidad (“es una persona muy apasionada”).

Hoy, para referirse a la “pasión” antigua se habla de “vida emocional o afectiva”.

Hoy se aboga por la integración de ambas perspectivas, la sentimental y la racional, subrayando el papel de las emociones y de los afectos y sentimientos como estímulos de la acción, así como la capacidad modeladora que la cultura y la razón tienen respecto de la vida afectiva.

En esta “vida afectiva” hay que incluir:

.- Afectos (inclinación o rechazo hacia una persona, un objeto, una acción…) y las sensaciones de agrado o desagrado que las acompañan.

.- Sentimientos  (tendencia que incluye una dimensión evaluativa  de la situación).

.- Emociones (estados de ánimo y todo cuanto nos impulsa a actuar y que suele ser un sentimiento breve de aparición repentina (furia, ira).

.- Deseos (conciencia de una necesidad o de una atracción).

Las sensaciones de placer y dolor, los deseos y los sentimientos, son experiencias afectivas que sirven para orientarnos al actuar.

INTEGRACIÓN DE LO AFECTIVO Y LO INTELECTUAL.        

La inteligencia va guiada por lo que más estimamos y apreciamos; y es propio de los sentimientos incluir una valoración en la que interviene la inteligencia.

Un padre, sacrificándose por sus hijos, para costearle unos estudios, es una decisión en la que se entremezclan, de manera inseparable, sus sentimientos paternos con su evaluación o estimación de aquello que es preferible en la vida.

Es su estimación afectiva la que guía su vida intelectual.
        
¡Qué diferencia con un ordenador, incapaz de estimación afectiva que dirija su acción¡

Hoy estamos viviendo, instalados, en plena vorágine genética.
Y aunque es verdad que la afectividad humana tiene una base genética, de manera que el carácter viene determinado genéticamente, sin embargo, ese componente genético es moldeado y modificado por la influencia de la experiencia y del conocimiento.

Aunque se nazca con un cierto temperamento, con una predisposición a ser una persona más o menos activa, abierta o tímida, esa no es la última palabra sobre el carácter que se desarrollará.

La experiencia y la capacidad para controlar y dirigir las propias emociones resultarán determinantes en la conformación de la personalidad.

La inteligencia humana tiene la capacidad de modificar y transformar la vida afectiva de una persona.

Aprendemos a amar lo que consideramos bueno, lo que estimamos racionalmente que nos conviene y, por el contrario, aprendemos a aborrecer lo que hemos juzgado como malo, dañino, cruel.

La vida afectiva viene afectada, también, y mucho, por el influjo que la cultura tiene sobre los sentimientos.

Cada sociedad clasifica sus emociones  y sus afectos.

En diferentes culturas, incluso dentro de una misma cultura en épocas diferentes, las mismas situaciones dan lugar a sentimientos diversos.

PASIONES INTELIGENTES, INTELIGENCIA APASIONADA.

INTEGRACIÓN  de Razón y Pasión.

Nadie mejor que un poeta para pintar, en palabras, esta integración.

Volvería a meditar el texto de Kalhil Gibrán.

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