lunes, 25 de febrero de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (23)



Si el hombre ha estado separado de sí mismo, por la Alteridad divina, trascendente, tras buscarse, se ha encontrado a sí mismo, en la Autonomía humana, capaz de dar sentido a su vida e ir por el camino adecuando sin ayuda ni necesidad de tutores religiosos.

La manera de reaccionar de la Iglesia oficial ya sabemos cuál fue, Encíclica viene y Encíclica va, siempre condenando los avances provenientes de esa autonomía conquistada y que se había quedado perdida, postergada, durante siglos.
La Iglesia huele la salida de ovejas díscolas del rebaño hasta ahora tranquilo de la creencia en busca de otros pastos propios.

De lo creído e inverificable, a lo sabido científicamente, verificable y falsable,

El hombre ya va a considerar a Dios como innecesario en el ámbito de la verdad.
Y poco a poco también Dios va a estar demás en el campo de la vida pues la propia razón, autónoma, va a proponer metas a conseguir y los caminos a recorrer.

La sociedad, también va a organizarse y dirigirse por esa Razón y para lo cual la Iglesia y su jerarquía van a estar demás, aunque ya sabemos cómo se las gastaba la Iglesia para no salir de la escena social.

¿No ha decaído, el cristianismo, en los últimos tiempos, a la categoría de mito, como lo eran las antiguas religiones politeístas antes de su llegada a la escena pública?
¿No es un mito metafísico que quiere comprender el mundo, aparte y diferente a la explicación por causas de las Ciencias, y que con él se contentan sus fieles (el Diseño Inteligente, por ejemplo)?

Porque “el mito es aquello que cualquiera puede volver a contar pero nadie puede, absolutamente, desmentir”

Afirmar que el mandamiento esencial del cristianismo es el Amor: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, eso hay que concretarlo e interpretarlo, porque eso se lo dice sólo a varones, blancos, heterosexuales y judíos.

¿Amar, igualmente, a todas las mujeres, de cualquier color, con cualquier opción sexual y de cualquier lugar de la tierra?

No siempre ha sido ni es así porque, precisamente la Iglesia católica, junto con el Ejército (y éste ya ha abierto la puerta a las mujeres) discrimina a las mujeres cerrándole la puerta al sacerdocio y escalas jerárquicas posteriores y superiores, la esclavitud histórica de la mujer negra, como “cerda de cría de mano de obra gratuita” y del varón negro como esclavo (y no persona con derechos) hasta ayer mismo, la homosexualidad y, sobre todo, el reconocimiento no legal (que en nuestra sociedad ya lo es) sino moral, porque de él no se sigue la reproducción y la capa del cosmopolitismo hoy día pero que una gran parte de la humanidad pasa hambre, vive mal, muere pronto, analfabeta, explotada,…y son más las O. N. Gs. seculares las que priman sobre la institución eclesial.

¿Es que, acaso, los Derechos Humanos, proclamados por la sociedad civil como ideales a conseguir y practicar en todas las partes del mundo, no están un poco más allá que la mera caridad, la bandera de la Iglesia?
Hablar de derechos a conseguir y reconocer es distinto y superior a la mera caridad, como limosna con la que uno se hace merecedor de ventajas eternas transmundanas.

La necesidad es lo opuesto a la arbitrariedad.
Si en los seres artificiales (este ordenador con el que estoy escribiendo, esta casa en la que vivo, esta mesa sobre la que escribo) es necesario, para su existencia, la voluntariedad del artista como causa (eficiente, final, material, formal y ejemplar) porque sin el artista no existiría esta categoría de seres ¿qué ocurre con los seres naturales, que se rigen por leyes universales y necesarias, sin excepciones?

Si esta tecla “A” siempre escribe “A” es porque el artista diseñador así ha confeccionado este teclado pero saltar de categoría y afirmar que también el mundo natural necesita de un creador y organizador,…es una falacia.

La caridad es el disco duro del cristianismo pero es sólo el remiendo que tapa el agujero o roto causado por la ausencia de los Derechos Humanos.
Si la justicia reinara en este mundo y en todos los hombres la caridad estaría demás, como la costurera está de más si no hay costura que hacer, si no hay agujero que tapar.

Porque el mundo es como es y está como está es por lo que es conveniente y necesaria la práctica de la caridad, al menos la limosna llena el estómago, aunque el hambriento preferiría “ganarse el pan con el sudor de su frente”.

Si estuvieran presentes y activos los Derechos Humanos y todos pudiesen vivir dignamente y felizmente esta vida terrenal el deseo de la otra vida no estaría, o al menos no estaría tan arraigada, porque reinaría la armonía social cosmopolita.

Si las Iglesias no quieren desaparecer de la escena y quieren intervenir en la política y en la sociedad, con el argumento de que el hombre, además de sus fines terrenos, tiende a una felicidad eterna que no puede proporcionar la política laica, el proceso de secularización avanza implacablemente a no querer abandonar esta vida, si es feliz en ella, a huir de las hipotecas con renuncias a placeres lúdicos como moneda de cambio para el espectáculo de ultratumba.

Sólo se desea huir de un lugar cuando en él se está a disgusto, le es alevoso, rodeado de necesidades,…pero si no…

El “muero porque no muero” ha dejado sitio a “quiero vivir más y mejor esta vida”

La Apuesta de Pascal es una pseudoapuesta porque no te pide que entregues “una” vida temporal por “otra” eterna sino que te pide que hipoteques no “una” vida, sino “la” vida, la única que hay y que tienes, la vida real, y que la apuestes a una inverificable, si no inventada, por creída, vida eterna ultramundana, sin garantía alguna de existencia, porque “querer que exista” no es sino un deseo que puede no ser satisfecho porque no exista.

El hombre de la sociedad actual, secularizada, si está bien, porque vive bien, no necesita, ni ansía, la salvación porque se considera salvado ya.

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