domingo, 24 de febrero de 2019

PALABRAS DE UN AGNÓSTICO (22)



Que se llame “caridad cristiana” o “solidaridad y humanidad”, es lo mismo en esta sociedad cada vez más laica.
Quizá sea esa “caridad cristiana” lo que se resiste a desaparecer en este mundo secularizado.

Podríamos llegar a la conclusión de que en este mundo secularizado en el que Dios no hace falta (aunque no sobre) si seguimos al San Agustín de “ama y, luego haz lo que quieras”, porque “obras son amores”, los no creyentes también aman obrando.
Como si este mundo, aunque carezca de Dios, no por eso deja de ser cristiano, pero no tanto con un cristianismo de creencias como con un cristianismo de obras.

De hecho estamos asistiendo al despeñamiento de ambos ante la aparición de sucedáneos que se hacen más atractivos.

Suele afirmarse que a Roma le daba igual cuatro dioses que cuatrocientos por lo que territorio que los romanos conquistaban adoptaban también a sus dioses, hasta poder edificar un “Panteón” (todos los dioses, los que ha habido y los que puedan venir) porque levantar un templo a cada uno de ellos quedaría Roma sin espacio libre.
De hecho si el cristianismo fue perseguido no fue porque adoraran a su Dios, sino por no admitir la divinidad del Emperador, ya que, para ellos, sólo había Uno, Yahvé o Jehová, el suyo, “monoteísmo”).

Y entre los griegos, el objetivo de la filosofía no era tanto la Verdad (que también) como la Felicidad, de ahí que tras Sócrates, Platón y Aristóteles, fue el triunfo y la implantación de las Escuelas Éticas (hedonismo, estoicismo, epicureísmo,..) una vez desaparecidos aquellos grandes filósofos y ya en un mundo nuevo, el mundo grecorromano.

Por eso a los humildes, pobres, desheredados, olvidados…al pueblo bajo, (en una palabra), lo que más le atraía del cristianismo de Pablo era la promesa de resucitar tras la muerte y, sobre todo, la promesa de salvación, al ser los social y políticamente olvidados pero considerados “bienaventurados”, los que serán, precisamente ellos, los eternamente felices en la otra vida, ellos que eran lo más bajo, los arrastrados en esta vida temporal.

No hay mayor reclamo para un pobre, en esta vida, que la promesa de una felicidad eterna tras la resurrección de los muertos y el juicio divino final.

La promesa de llegar a ser, allí, lo opuesto a lo que eran aquí.

Si su jefe es “el Camino, la Verdad y la Vida”, sigámosle y se cumplirá en nosotros la promesa de salvación.
Aunque hubiera que sacrificar los placeres corporales y terrestres, siempre limitados y temporales, algo a lo que no estaban dispuestos los ateos y creyentes de otras religiones no salvíficas.

Cuando, en un politeísmo, la verdad viene de la mano de dios, la pelea, la lucha y la persecución entre los seguidores de uno u otro dios está asegurada.
Pero cuando esa religión se proclama “monoteísta” su Dios, el único Dios, es el Dios verdadero, su religión es la religión verdadera, la felicidad prometida es la felicidad eterna y “con el mismo cuerpo y alma que tuvimos”.

Cuando Pablo, en el Areópago de Atenas, prometía la “resurrección de la carne/de los cuerpos” para disfrutar de la eterna felicidad, muchos de sus curiosos, y quizá interesados, oyentes se marcharon, considerando absurda la promesa de la “resurrección humana”.
Ninguna otra religión había llegado a prometer tanto, por lo que los desheredados de este mundo no renuncian, sino que aceptan alegremente, la herencia futura que se le promete, y sin cambiar, casi, de vida, porque pobres, hambrientos, perseguidos,…ya lo eran, por lo que eran los “bienaventurados”, los elegidos.

La Verdad se encuentra en su Fe.

El cristianismo no entra en el mercado de las religiones poniéndose al lado de las demás religiones, como una más, sino con pretensiones de exclusividad, de ocupar todo el espacio religioso y espiritual pero al que sólo se adhieren (porque les interesa) los pobres,…

Y como, poco a poco, y codeándose con las demás religiones, no sólo va sobreviviendo sino ocupando cada vez más espacio hasta llegar, legalmente, a ocuparlo todo cuando es proclamada, en el siglo IV con la “religión oficial” se considera con el derecho y la obligación de perseguir a las demás religiones, falsas, puesto que, como la Verdad es una y estamos en posesión de ella, los creyentes en otras religiones y las demás religiones, no tienen derecho a existir, como no tiene derecho a existir ni a proclamar la falsedad.

De ahí que de ser perseguidos y “mártires”  se convertirán en “inquisidores” y perseguidores.

Si los paganos eran escépticos hasta cuando creían en sus dioses, los cristianos tenían la certeza de que su dios era el Único Dios verdadero, como su religión era la única religión verdadera y la consecuencia será la persecución a los demás dioses (ídolos), a las demás religiones (falsas), a los demás creyentes (equivocados, en el error) y a los que habrá que catequizar para prepararlos y convertirlos a la única fe y religión verdaderas, la suya.

Y si los paganos eran, más o menos, tolerantes porque “su” dios era uno entre muchos más, los cristianos serán intolerantes por que su Dios es “el Único Dios”.

Y si las persecuciones romanas contra los cristianos fueron la consecuencia de no creer en la “divinidad de los emperadores”, la Inquisición cristiana seguirá los mismos pasos, cambiando el modelo de martirio, y la muerte en la cruz por la muerte en la hoguera.

El enemigo de este cristianismo monoteísta no van a ser los demás dioses y sus creyentes, sino la propia Razón Humana, que renuncia a conocer la verdad por si misma en vez de aceptar calladamente la verdad de la fe manifestada en “el libro revelado por Dios”.

La autonomía proclamada por la razón, dando cuenta de sus verdades con argumentos y pruebas, frente a la heteronomía proclamada por la fe, sin prueba alguna sino con la aceptación servil de que su verdad, creída, es la única verdad, divina además y, por supuesto, superior a la verdad humana.

Dios es garantía de verdad, la razón humana es garantía de la posibilidad de error.
Y entre la autoridad de Dios o la autoridad de la Razón humana, la opción está muy clara.
La aceptación de la verdad creída, sin evidencia, superior a la verdad racional, evidente.
Y cuando hubiera oposición entre ambas, en un esquema escolástico, tendrá que rectificar el hombre, no Dios.
La heteronomía, divina, sobre la autonomía, humana.
Esquema que va a romperse en y con la Ilustración, ya preparada desde el Renacimiento y la Modernidad, con la proclamación de la Diosa Razón y la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, por ser hombre, racional y social, no por ser religioso ni creyente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario