P.D.
Juan Eslava Galán, en su
“Historia de España contada para escépticos”, al final, en el Apéndice, afirma
que el historiador romano Amiano Marcelino (muerto hacia 391) atribuía la
decadencia de Roma, a la que asistía consciente y dolorosamente, a la
“indolencia”, a la “degradación” y al “hedonismo” de los romanos que se habían
apartado de las virtudes de sus antepasados, los que engrandecieron a Roma.
¿Cuáles eran esas virtudes?
Fundamentalmente SIETE:
1.- Responsabilidad ciudadana
(“auctoritas”).
2.- Autoestima (“dignitas”).
3.- Tenacidad (“firmitas”).
4.- Austeridad
(“frugalitas”).
5.- Laboriosidad
(“industria”).
6.- Buena educación
(“comitas”).
7.- Discreción (“prudentia”).
Amiano Marcelino criticaba a
los jóvenes de su tiempo que, además de no dar palo al agua, pasaban las noches
en las plazas molestando a los vecinos, se dejaban el cabello largo como los
bárbaros (“crines maiores”) y vestían extravagantemente, con una especie de
chalecos de piel “indumenta pellium”)
(¿No nos recuerda, al menos
algo, a los jóvenes europeos actuales?)
Afirma Amiano Marcelino que
había otra virtud fundamental (la 8), llamada “honestidad” (“pudicitia”) que
estaba en entredicho en su tiempo pues cada generación se relajaba un poco más
que la anterior en las cuestiones que tenían que ver con el sexo.
(¿Cómo nosotros?)
A ello se unía el drástico
descenso de la natalidad, especialmente de las clases dirigentes.
Aunque ya mucho antes, en
pleno auge del Imperio Romano, el primer César, Augusto, abroncaba a los
patricios de Roma porque se habían entregado de tal manera a la molicie y a la
comodidad, que ni siquiera querían tener hijos por no contraer las obligaciones
cívicas que su educación comportaba.
Augusto afeaba a los romanos
que perdieran sus valores morales y se entregaran al lujo y al sexo
desenfrenado (lo que incluía la prostitución, la homosexualidad y el adulterio)
“Roma no son las columnas ni
las estatuas –clamaba el emperador en vistas al descenso de natalidad- son los
romanos, sus hijos”
También, en tiempos de Amiano
Marcelino, el ejército romano, que una vez fue invencible y extendió el dominio
de Roma por casi todo el orbe conocido, estaba, prácticamente, integrado por
mercenarios, procedentes de los pueblos sometidos que llegaron para hacer el
trabajo sucio y terminaron quedándose con el negocio y expulsando a sus amos
(son las denominadas “invasiones bárbaras” que no invadieron, porque ya estaban
dentro)
¿Y no está ocurriendo todo
esto, aunque de otra manera, con las inmigraciones de otros pueblos que se
asientan en territorio europeo, se nacionalizan, no se integran totalmente
porque sus costumbres, sus ideas, su moral, sus creencias, sus
ritos,….continúan practicándolos?
¿Llegará el día en que, con
sus votos, democráticamente, copen los principales puestos de la política y
arrinconen a los actuales europeos?
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