martes, 6 de enero de 2015

RELIGIÓN Y TIMO.


                                                       
         Dice Gonzalo Puente Ojea que “la religión, toda religión, es un timo”.

         Analicémoslo.

         Un timo es, entre otras definiciones, “engañar a otro con promesas y esperanzas”.
         No dice el DRAE “mentir” sino “engañar”
         La “mentira” es un concepto moral, mientras el “engaño” es un concepto aplicable, verificable o falsable, a la realidad.

         El “billete de lotería premiado” es un timo por parte del “listo” (que aparenta ser “tonto”) a un ingenuo o “pardillo”, (que es “tonto” pero que se cree el “listo”) que intenta sacar ventaja de la situación. Éste no es inocente, también intenta timar al otro. El “pardillo” es “el timador timado”.
         Pero el “pardillo” puede comprobar, verificar, constatar, que ha sido timado, con sólo acercarse a una administración de lotería a cobrar el premio.

         Pero el timo de las religiones ¿cómo y cuándo se comprueba si uno ha sido timado o no?.
         El posible timado sólo podrá comprobar su timo o no timo real cuando ya no esté, cuando haya muerto.

         El timo, en religión, es un contrato entre dos partes en el que una de ellas se compromete y pone en un platillo de la balanza su parte, real, mientras la otra parte sólo pone, en el otro platillo, humo, promesas.

         A cambio de tu realidad, hipotecada, te “prometen” (sólo porque lo “creen”, no porque lo “sepan”) algo contradictorio, pero atractivo, que tu vida temporal va a ser una vida eterna, que tus migajas de felicidad van a convertirse en felicidad plena, que tu mortalidad se convertirá en inmortalidad,..
         No les pidas pruebas, de su parte del trato, a la otra parte, porque no las tienen, más aún ni las hay ni las puede haber, son problemas y cuestiones metafísicas, por lo tanto están más allá de la experiencia, por lo tanto ni verificables ni falsables.

         Feuerbach decía que las religiones y sus dioses eran la cosa más curiosa.
         Un hombre pobre “se imagina” un ser inmensamente rico.
         Un hombre enfermo “se imagina” un ser inmensamente sano.
         Un hombre finito, temporal, contingente,….. se imagina un ser infinito, eterno, necesario,….
         etc.…. Etc.…. Etc.….
        
         Es decir, el hombre, que es un ser creador, que crea ciencia, poesía, tecnología, arte, política, derecho…. también “CREA” dioses a su imagen y semejanza, pero con las cualidades opuestas a sus defectos y deficiencias y, además, elevadas al infinito; pero una vez “CREADOS”, por él, “CREE” en ellos.
         O sea, los Dioses CREADOS por el hombre, se convierten, por la religión, en CREADORES de los hombres.
         El hombre, CREADOR, por arte de la religión, se convierte en “CRIATURA”.
         Los pensamientos  (“entidades mentales”) se convierten en “entidades reales”.

         He ahí la Alienación Religiosa.

         El hombre ha CREADO, ha inventado, ha imaginado, el cielo, el infierno, el más allá, la vida eterna, la inmortalidad del alma, el juicio final, la felicidad completa,…. y, a continuación, CREE en todo ello.
         A partir de ahora su vida REAL va a ser sacrificada en aras de sus PENSAMIENTOS  e IMAGINACIONES.

         El creyente, como una de las partes firmantes del pacto, se compromete y va a cumplir su parte del trato. A partir de ahora sufrirá, padecerá, vivirá con el estómago vacío, con la boca seca, con el cuerpo cubierto de llagas,… considerándose, además, “bienaventurado”, pensando en el otro platillo de la balanza.

         Naturalmente, en todo contrato, quien no cumple su parte, será considerado un traidor, un felón.

         Si un hombre lleva vida disoluta, pecaminosa,…. se comprueba que es un traidor al pacto. Pero ¿Cómo, cuándo, dónde, se comprueba si la otra parte cumple su parte del contrato?.
         Porque, a fin de cuentas, la otra parte no es Dios, sino los que dicen llamarse sus intermediarios. Y yo nunca podré saber si lo que dicen ellos es lo que piensa su Jefe.
         Sólo cuando el hombre muera podrá comprobarlo, pero para ello tiene que creer en que hay otra vida a la que él va a ir. O sea, que juega con desventaja, ha sido timado, nunca podrá comprobar si la otra parte ha cumplido su parte del trato.

         Si alguien es timado en esta vida (por el tocomocho o por lo que sea) siempre hay instancias a las que recurrir contra el timador.
         Pero si el timador es Dios y en la otra vida ¿a quién puedo recurrir yo, si me siento estafado, timado?. ¿Ante qué tribunal exigir daños y perjuicios por incumplimiento de contrato?.
         Porque, además, ya no estoy yo en esta vida para pedirles cuentas a sus representantes terrenos.

         El negocio es redondo.

         Uno lo da todo, y el otro no expone nada. Y aunque expusiera, nunca, jamás, podría ser denunciado de estafa, porque el denunciante no podría hacerlo, ya estaría muerto.
        
         Los intermediarios son sólo eso, intermediarios, ¿cómo puedo yo saber que lo que éstos dicen que piensa el jefe, es lo que, realmente, piensa el jefe?. ¿Podrían haber suplantado al jefe?.

         Lo triste, lo trágico, es que nunca podré saberlo, sólo creerlo. Pero “creer” que algo es, no es “saber” que eso es. La “creencia verdadera” no te garantiza, nunca, que sea verdad “el objeto de la creencia”, lo que crees.

         He sido timado.


         ¡Un lío, oiga¡

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