viernes, 9 de enero de 2015

EL GÉNESIS Y LA EVOLUCIÓN


                                     
         Todos sabemos que el Génesis es el primer libro de la Biblia en el que se narra la creación del mundo y del hombre.
         Y todos sabemos, también, que la Evolución es una teoría biológica que explica, científicamente, cómo todo lo que existe ha llegado a ser como es y a estar como está, recurriendo a argumentos naturales, sin recurrir a la trascendencia.

         Nadie ve, hoy, los libros sagrados de la Biblia como textos astronómicos, ni geológicos, ni biológicos, aunque en ellos se hable de los cielos, de la tierra y de los seres vivos.

         Ciencia y religión no se oponen, porque no pueden oponerse, porque se asientan en terrenos distintos, son diferentes fuentes de conocimiento y/o de ver las cosas, de interpretar la realidad.

         Es verdad que la Ciencia, hoy, es la principal fuente de conocimiento de la realidad, pero no es la única. También son fuentes de conocimiento la Literatura, las Artes, la Filosofía, la Experiencia Religiosa, la Experiencia Amorosa,…
         (Acaba de publicar J.A. Marina el último libro sobre Cartas de amor. A través de ellas accede a la realidad personal de quien las escribió. ¿Qué puede hacer la ciencia? Otra cosa distinta (zonas del cerebro excitadas, sustancias excretadas,…).

         El mismo autor, J.A. Marina, pone el ejemplo de las vidrieras de la Catedral de León. Quien las vea desde dentro y quien las vea desde fuera, miran lo mismo (las vidrieras) pero ven cosas distintas.
         Sería absurdo que uno quisiera imponer al otro su visión, considerándola la única.
         Eso mismo ocurre con la Ciencia y la Religión.

         La Biblia, la religión, no nos enseña (ni quiere enseñar) “cómo se hizo el cielo” sino “cómo se va al cielo”.

         La religión poco puede decirnos de la realidad y por qué es como es.

         ¿Podemos culpar a Dios, y pasarle la cuenta, del diseño defectuoso de la dentadura de mi hijo, que tiene que llevar puesto un aparato para corregirla, según prescripción del odontólogo? ¿Qué tendrá que ver Dios con la ortodoncia de mi hijo?
         La ciencia, en cambio, explica muy bien, el diseño (¿) defectuoso, (porque nunca  hubo un diseño óptimo), sino remiendos al uso llevados a cabo por la selección natural.
         Tenemos más dientes de la cuenta, por la sencilla razón de que cuando en nuestros ancestros el cerebro comenzó a agrandarse (la encefalización tras el paso del cuadrupedismo al bipedismo) la mandíbula tuvo que reducirse y la misma cantidad de dientes en un menor espacio….
         No le achaquemos a Dios los dolores de muelas.

         ¿Y qué decir del canal de parto de las mujeres?.

         Cuando nació mi hija mayor, Estela, aquí, el menda, todo un machote, hecho y derecho, se puso la bata blanca y acudió al parto en directo. (Yo también tuve que prometer o jurar, no recuerdo bien, a mi mujer parturienta que ya no habría más hijos).
         Cuando yo veía que era imposible que esa cabezota, tan gorda, de mi hija pudiera caber por ese canal tan estrecho, ¿podría haberle echado la culpa a Dios del diseño tan defectuoso?.
         Porque yo, que soy de pueblo, he visto parir y asistir al parto de vacas, ovejas, yeguas, perras, gatas… y en todas ellas la proporción cabeza-canal de parto es más adecuada que en las mujeres.
         La evolución nos da la explicación de que no es igual que el animal sea un cuadrúpedo a que sea un bípedo.
         ¡Cuántas mujeres y cuantos niños han muerto en el parto¡.
         ¿Le echamos la culpa a Dios de esas muertes, por el mal y defectuoso diseño?.

         ¿Por qué nuestros brazos y nuestras piernas, teniendo como tienen funciones tan distintas, están formados de los mismos materiales, aunque les demos nombres distintos, los mismos huesos, los mismos músculos, los mismos nervios, colocados según un mismo modelo…?.
         ¿Cómo es posible que Dios haya hecho el mismo diseño para dos miembros con funciones tan distintas?.
         Pero ¿por qué meter a Dios en estos líos?.

         La evolución da la explicación correcta.
         En nuestros ancestros los brazos eran patas, eran cuadrúpedos. Al ponerse de pie (el bipedismo) los brazos tuvieron que realizar otra función distinta (prensil), distinta al caminar. Tuvo que haber modificaciones graduales, manteniendo, reteniendo, la composición y la estructura original.

         Los ingenieros usan materias primas y diseños inteligentes, apropiados, de aviones o de automóviles, y diseñan de manera distinta las alas, con la función de volar, que las ruedas, con la función de correr.
         La evolución no tiene esa opción. La evolución no actúa “ingenieramente” o “ingenierilmente” (¡vaya patadas al diccionario¡) . Ella sólo puede modificar lo que ya estaba allí con anterioridad. Sale lo que sale.

         Si el ingeniero actuase “evolutivamente” sería, no sólo despedido al instante, sino denunciado por daños y perjuicios.

         Los diseños defectuosos de los organismos, en ausencia de ciencia, se les atribuía a los dioses griegos, romanos, egipcios,… que luchaban unos contra otros, que metían la pata, que se equivocaban, que eran más o menos torpes en su conducta… pero ¿y el Dios Omnipotente y Omnisciente y Omni…. del judaísmo, del cristianismo, del islamismo?.

         Pero ¿por qué meteremos a Dios en todos estos líos?.

         Nunca mejor dicho aquello de “dar al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios?.
         No mezclemos churras con merinas.
         La ciencia y la religión

No hay comentarios:

Publicar un comentario