jueves, 29 de enero de 2015

EL NEUTRAL O EL FIFTY-FIFTY



¿Podemos quedarnos bloqueados y no decantarnos por el que padece y sufre (sea una víctima del terrorismo o un desahuciado de su piso) ante el que agrede y atropella (sea un terrorista o un banquero) con la excusa de que  “todos tenemos alguna parte de verdad”?

¿Se puede ser neutral y no tomar partido ante el injusto agresor y el injustamente agredido?
¿No podrá la víctima, agredida, considerar al “declarado neutral” como un cómplice del agresor?
¿No será el silencio una palabra de conformidad, (aunque sólo sea por aquello de que “el que calla, otorga”?

El que se declara neutral, se considera, equivocadamente, estar en el centro, en el fiel de la balanza, por lo que agresor y agredido están en los extremos.
El susodicho neutral ¿no debería inclinarse, y acercarse más, a uno de los dos extremos?

La equidistancia, en estos casos, es un acercamiento a la injusticia, es un hipócrita subterfugio, una cobardía manifiesta.

Como si no fuera una injusticia tratar igual a los desiguales (Aristóteles dixit).
Eso era, para el Estagirita, la “justicia”: “tratar igual a los iguales y desigualmente a los desiguales” (que siempre me recordaba el - x - = +, y el + x + = +), mientras que la injusticia sería….

¿No es impúdica esa pretendida equidistancia? ¿No hay que tomar partido por el injustamente agredido? ¿Cómo va a tolerarse una equidistancia entre los que ponen los “muertos matados” y los que, vivos, recogen los frutos de esa matanza?

Pero ahí están los datos.

“Todos tienen un parte de verdad”, ¿la misma parte de verdad?, ¿no debe haber una muy distinta proporción, si no unanimidad, en el reparto de esa verdad? ¿Cómo va a ser igual una “vida perversa” que una “muerte sin causa”?

Si la verdad al 100% y la falsedad al 100% sólo les corresponde a las ideas (tautologías y contradicciones), en los hechos la verdad varía desde 0,0001 hasta 9,999.
Es difícil, si no imposible, la proporción del 50% de verdad y de responsabilidad.

Si no la apropiación total de la verdad de los hechos (por aquello de que siempre hay que dejar abierta la puerta a una posibilidad) sí la mayor aproximación a ella la de las víctimas, cuyo error (¿) o pecado (¿) fue pasar por allí en ese maldito momento cuando, quizá acudía a ayudar a un enfermo o a entregar unas horas de su vida al Banco del Tiempo, que no reporta interés pecuniario pero sí felicidad a chorros.

No hay evasiva más hipócrita, para negarse a pensar, que ese fifty-fifty, que le reporta una injusta intranquilidad.
No se trata de ser juez (que también) como de juzgar humanamente.

Todos nos consideramos aptos para juzgar sobre cuestiones teóricas y damos nuestra opinión, apoyada en unos razonamientos, pero mostramos nuestra mojigatería al juzgar sobre hechos concretos morales o políticos.

El maldito igualitarismo pueblerino que me recuerda al lecho de Procusto, que había cortar o alargar las piernas para que encajara con la media.

Es verdad que Aristóteles define la virtud como “el término medio entre dos extremos igualmente viciosos, uno vicioso por exceso (la “temeridad”, un vicio) y otro por defecto (la “cobardía”, otro vicio) y, en medio, la virtud de la “valentía”, pero entre el mal y el bien no debería existir ni la duda.

Es verdad que hasta en el peor mal puede haber una migaja de bien y una migaja de mal en el mejor bien, pero ¿apostar por la “migaja” contra el “pan”?.

Aristotélicamente hablando, la virtud está más cerca de un extremo (cuando es un vicio aparente y no real) y más alejado del otro (un vicio real).

Darle a cada uno “lo suyo”, lo “iustum”, lo “justo” no es darles a todos por igual.

Ésta sí que sería una injusticia (el fifty-fifty), el “aprobado general”, porque es injusto que al que merezca más se le dé menos y al que merezca menos se le dé más.

Una vez más, los cobardes son presos de la falacia del término medio, que anida en sus mentes como un prejuicio enquistado.

Hasta Dios mismo lo proclama en la Biblia: “porque no eres ni frío ni caliente, porque eres TIBIO (término medio) te vomitaré de mi boca con asco.


Vomitona es la impúdica postura neutral ante conductas tan flagrantemente incomparables.

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