sábado, 24 de enero de 2015

RELIGIÓN Y POLÍTICA (EL ISLAMISMO)



(Aunque escrito hace años, parece escrito ayer mismo)

Tras las revelaciones, Mahoma se convirtió en un predicador aunque tuvo que huir a Medina. Allí prendió su doctrina y se instituyó, también, como un líder social y político, organizador de la nueva sociedad musulmana.

Ya nunca se separarían ambas facetas.

La expansión islámica, posterior, supuso una nueva forma de organización social y política, pero basada en el hecho religioso como fuente de legitimidad.
El nexo que unía a los integrantes de la comunidad era su pertenencia a la religión musulmana. Por ello, en este nuevo orden la legitimidad era teocrática: Alá era el soberano absoluto, Mahoma, su mensajero, y sus sucesores, los califas, gobernaban bajo la protección del soberano absoluto, Alá.
Por tanto, la división entre los poderes político y religioso no tenía sentido en la comunidad islámica, porque la legitimidad del Estado provenía del ámbito religioso. La sociedad no era, pues, una sociedad civil, regida por el poder político, sino una sociedad religiosa, una comunidad religiosa, estuviera asentada en cualquier parte.
El Estado que gobernaba a los musulmanes era el estado del Islam y la aprobación divina apoyaba su causa.

La religión no era un elemento más de la sociedad, sino la base, el fundamento de la misma.

Mientras para el Occidente moderno la unidad básica de la organización política es el Estado-nación, para la mayoría de los musulmanes es la religión el principal elemento de organización e identidad común.

Sólo después. la religión islámica se dividió en naciones, con caracteres diferenciadores y, por lo tanto, con una tensión entre una identidad religiosa y otra de tipo político (llámese nacionalismo, socialismo o comunismo).

Para los musulmanes toda la Europa cristiana, desde el siglo VIII hasta el siglo XX, sean franceses, alemanes, italianos, españoles,…. para ellos todos son/somos “infieles” y ellos no se identifican como turcos o árabes o indios,… sino como “musulmanes”.

Incluso en algunos sectores de la Umma siguen con el ideal que supondría ser gobernados por UN solo gobierno islámico que integre a toda la comunidad según su identidad religiosa.
Precisamente es la consecución de ese ideal el objetivo de lucha permanente de algunos movimientos islamistas fundamentalistas.

Esa tensión entre identidad religiosa y nacionalidad se observa, hoy, en todo el mundo musulmán, con diferencias señaladas entre unos países y otros.
Su historia los ha condicionado. No es igual Irak y Palestina, que, tras la 1ª guerra mundial, quedaron bajo mandato británico, o Siria, bajo mandato francés.
Tanto Gran Bretaña como Francia reorganizaron los límites fronterizos según sus propios intereses y estructurando las administraciones estatales según modelos occidentales.
Los franceses subdividieron Siria y crearon el Líbano, y los ingleses hicieron lo mismo en Transjordania, que luego se transformó en Jordania, atizando, así, resentimientos en la zona, o traicionando a Arabia a quien, a cambio de la lucha contra los turcos otomanos, se le había prometido una cesión territorial, luego incumplida.
El avispero estaba servido.

Cuando a mediados del siglo XX lograron su independencia, tras el proceso de descolonización, se creía que, por fin se separarían los ámbitos de la Religión y de la Política. Y todo salió al revés. Crecieron las organizaciones que reivindicaban la islamización de la sociedad musulmana. Y este movimiento islamizador siguió creciendo y creciendo en años posteriores. Hoy asistimos, en vivo y en directo, a ese proceso islamizador.

Todo estado organizado se asienta en unas normas jurídicas, pero para los estados islamistas será la Sharía, ley islámica, que es una serie de disposiciones éticas y legales que se estructuran a partir del Corán y la Sunna (palabras, actos y reflexiones de Mahoma, reunidas en los hádices).
Es decir sobre unas bases religiosas, éticas y políticas del siglo VII se estructuran los estados de los siglos XX y XXI.

La Sharía (ley religiosa) funcionará como una ley civil de origen divino que regirá todas las manifestaciones de la vida humana.
Cómo debe conquistarse y ejercerse el poder, la legitimidad y autoridad del gobernante, los deberes de gobernantes y súbditos, las relaciones comerciales, el derecho familiar, el rol de la mujer, la alimentación e higiene personal…. de hace siglos puestas en práctica en el siglo XXI.

¿Alguien se imagina resucitar modos de vivir y de comportarse, medievales, en el mundo occidental?

Fusión de los ámbitos religioso y político sobre la base de una ley divina, revelada a Mahoma, hace….
La Sharía es la expresión de esa función, única normativa jurídica válida en la que se conjugan religión, sociedad, política y estado. Y así sigue en algunos países islámicos (Arabia Saudí, Irán, Afganistán y ciertos países del Golfo Pérsico). Pero en otros no es la Sharía el sistema jurídico dominante y sólo se utiliza para reglamentar cuestiones de familia. En este ámbito sí que sigue vigente (la mujer, el matrimonio, los hijos, el trabajo, el vestido,…).

Muchos de esos países se han occidentalizado y han creado un “derecho positivo” acorde a los tiempos que corren. Conscientes de que el Corán y la Sunna, válidos como fuentes legislativas en la primitiva etapa de expansión, desentonaban con las circunstancias actuales y habría que reinterpretarlos.
Pero eso no obsta a que sectores vinculados al islamismo sigan reclamando la islamización de todas las leyes. El problema surgirá cuando aparezcan distintas interpretaciones según diferentes escuelas. ¿Cuál elegir? ¿A cuál adscribirse? Porque no era igual la interpretación liberal que la conservadora-rigorista, de la escuela “hanbalí”, reaccionaria, que proponía un regreso a la religión pura de los antiguos, aplicando “literalmente” tanto el Corán como la Sunna, siendo el antecedente más antiguo del islamismo radical moderno, con su defensa a ultranza de la “pureza original” del Islam, especialmente de la primera comunidad de Medina, descartando toda otra interpretación como “desviacionismos”. Así surgen tanto el Wahhabismo en Arabia Saudí, como los Hermanos Musulmanes en Egipto, como la universal Al-Qaeda de Osama Bin Laden que, hoy, compite con E.I. (Estado Islámico) con quedarse con todo el mercado de población.

Cuando mucha población musulmana emigre, por motivos laborales y económicos, al mundo occidental, manteniendo sus esquemas mentales y su doctrina, y teniendo Occidente normativas tan distintas, comenzando por la separación de poderes, ¿qué hacer?
Cuando a través de las mezquitas, legalmente erigidas, según la normativa occidental de la “libertad de religión” sigan “erre que erre” predicando ideas, creencias y comportamientos ilegales en el mundo occidental (politeísmo, pegar a las mujeres, la burka o el yihad, sacar de las escuelas a las niñas ante la primera aparición de la regla,…). ¿Qué hacer?
Cuando la palabra del Imán de turno sea palabra de Dios, a su través, y ésta sea contraria a la normativa legal del país en que se encuentran ¿Qué hacer?
Cuando se emita una fatwa contra alguien ¿qué hacer?


Quizás algunos lo tengan claro, incluso clarísimo. Yo NO.

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