(Así ha sido a lo largo de toda la historia. Hoy, por suerte
y en justicia, las cosas están cambiando. Igualdad varón-mujer. Pero esto sólo
desde ayer mismo)
Parece como si nuestra mente estuviera estructurada según una
Lógica Binaria. Verdadero-falso, arriba-abajo, derecha-izquierda, bueno-malo,
inteligente-torpe,…
En el caso que nos ocupa, macho-hembra, varón-mujer (según
el sexo), masculino-femenino (según el género)…
El problema no es tanto la Lógica Binaria en sí,
(podíamos funcionar con una lógica trivalente: Verdadero-Probable-Falso,
Arriba-Centro-Abajo,….), (incluso con una lógica pentavalente:
Verdadero-Probablemente Verdadero-Dudoso-Probablemente Falso-Falso).
Lo malo no es el uso de una lógica binaria, sino lo que ella
lleva atado consigo, lo que arrastra tras de sí, que es una valoración
jerárquica.
Decir de alguien que “ha llegado a lo más alto” es un piropo
(valoramos superior el “arriba” que el “abajo”), y así con todos los demás
términos de la dicotomía.
En el tema que nos ocupa, también.
Para cada sexo (varón-mujer) le hemos asignado unos
comportamientos, unas expectativas definidas, que van de la mano de los mismos,
en el mismo lote.
Primero admitimos y practicamos el modelo binario (que, además,
es el más fácil, el más elemental) y, a continuación, ordenamos jerárquicamente
los dos términos: varón, arriba, más perfecto, más valioso; mujer, abajo,
inferior, menos valioso.
Así ha funcionado nuestra cultura occidental.
Ya tenemos proclamado el “androcentrismo”.
El varón, en la parte alta de la escala valorativa, será el
destinatario, al que le hemos asignado, las funciones superiores: el
pensamiento lógico-deductivo (pasar de lo general, del conjunto, (que sólo él
es capaz de captar) a lo particular, a la parte); él representa el pensamiento
objetivo, la autoridad, el modelo a imitar y seguir, el encargado de dirigir…
Él es como el “alma” del cuerpo.
La mujer, en la parte baja de la escala valorativa, será la
destinataria, a la que se le asigna, sólo funciones inferiores. Pensamiento,
sí, pero sólo el lógico inductivo (tiene que partir de los hechos para llegar a
conclusiones generales, pero, por lo general, se queda en el camino). Suyo es
el pensamiento intuitivo, muy concreto, incapaz de captar todo el conjunto de
circunstancias que rodean a los hechos. De ahí que su pensamiento sea
totalmente subjetivo, un “pensamiento débil” partidista, incompleto,… de ahí
que debe dejarse dirigir por el varón y obedecerlo. Sumisión, obediencia, no
decidir, sino pedir consejo, dejarse asesorar por el varón asesor…
Pero todo esto es el “género”, una categoría
socio-cultural-ideológica, que ha sido impuesta a uno de los dos cuerpos
sexuados (la mujer) por el otro cuerpo sexuado (el varón).
El binarismo ha engendrado una normatividad interesada. El
“ordenador” de la ordenación sexual ha parido, juntamente con ella, la
ordenación de los géneros, masculino y femenino.
Sin embargo, no está de más, recordar que, aunque se dé la
inmutabilidad de los “sexos” (varón-mujer), también se está produciendo la
mutabilidad de los “géneros” (masculino-femenino).
Las funciones y atribuciones asignadas, tradicionalmente, a
los “géneros” están bailando continuamente.
Esta Lógica Binaria deja sin espacio vital a los “intersexuales”,
a los que la naturaleza, externamente, los ha colocado en uno de los dos
términos dicotómicos, pero que ellos, internamente, están/quieren estar en el
otro lado. Son varones-mujeres, externamente, pero “se sienten”
mujeres-varones.
El “cambio de sexo”, para ellos, es algo vital. De lo
contrario sólo tienen como expectativa una vida de alienación, de sufrimiento,
de vergüenza, de dolor,…
Si la “naturaleza” ha cometido un fallo (¿o ha sido la
sociedad, sus dirigentes, los que sólo han interpretado lo que han visto pero
no lo que realmente es y hay?) la “sociedad” tendrá que reasignarlo, reubicarlos,
en un cuerpo “normal”, en el suyo, en el que les corresponde, realmente.
Los médicos con sus fármacos y los cirujanos con sus
intervenciones quirúrgicas serán los encargados.
¿De verdad es la “naturaleza” y no la “sociedad” la que
distribuye a los seres en dos sexos “normales” y, como consecuencia, sus
respectivas “normatividades” (géneros)?.
Los griegos (sobre todo Aristóteles) habían definido al
hombre como “animal racional” (“zoon logikon”).
Pero “racional” tiene dos denotaciones. Por una parte es
“razón” y por otra es “palabra”. El hombre es, pues, el “animal que razona” y
el “animal que habla”.
-¡Oiga! La mujer también habla, ¿no?
Sí, pero la palabra femenina sólo es subjetiva, expresa
sentimientos internos, no es capaz de representar, reflejar la realidad. Su
palabra sale de ella y se queda en ella, no llega a tomar contacto con la
realidad, ésta le es inaccesible, la mujer siempre se queda más acá, mientras
la realidad se queda, siempre, un poco más allá.
Sólo la palabra del varón es objetiva y objetivante, entra
en contacto, engancha a la realidad.
La palabra no sólo es manifestativa, representativa de la
realidad, la palabra es creativa y creadora de realidades. ¿Qué es el B.O.E. y
el B.O.J.A. sino palabras, a fin de cuentas, aunque escritas? y lo que en ellos
se dice que se haga, se hará realidad, (como el cobro de mi pensión) y lo que
ellos prohíban no se hará realidad.
“Con la palabra se crean puentes, puertos, calles…” –decían
los griegos.
Es más, la palabra crea valores. Una acción es justa si, con
la palabra, soy capaz de convencer al tribunal de que lo que ha hecho mi
defendido no es injusto.
Con la palabra se crea la Verdad. Si con ella soy
capaz de convencer a mis oyentes de que es verdad lo que defiendo, es verdadero
lo defendido por mí.
Con la palabra se llega a conseguir el puesto de estratega.
Si con ella soy capaz de conseguir convencer a los votantes, ellos me votarán y
yo triunfaré, porque con esa misma palabra, no sólo los he con-vencido, es que
también he vencido a mi adversario.
¿Qué es la
Dialéctica sino una lucha bélica entre adversarios?
Gramática (saber usar bien las palabras), Retórica (saber
hablar bien, ser un buen orador, uso y dominio del lenguaje atractivo y
convincente) y Dialéctica (vencer al contrincante, dejarlo desarmado, desmontar
sus argumentos con mis argumentos, salir triunfador, ganar, coronarse…)
La importancia del lenguaje, la importancia de la palabra.
Los oradores (Pericles, Demóstenes, Cicerón,….) sólo y
siempre varones.
La voz (“fono”) varonil.
Quien tiene la “última palabra” es el vencedor.
¿Dónde debe estar la palabra, la “voz” varonil? Donde está la realidad de la polis, en “la
plaza pública”, en el “ágora”, en la vida social, política.
La política es cosa de hombres (de varones, se
sobreentiende), como la economía, como la guerra, como la judicatura, como las
ciencias, las artes y los oficios…
Ni las mujeres, ni los esclavos, ni los extranjeros
(bárbaros) tienen sitio en el ágora, en la vida pública. Sus funciones y
actividades están fuera de “la plaza”
-¡Oiga! ¿Y la mujer? En la casa, “ama de casa”. Su lugar es
el espacio doméstico. Sus funciones, las domésticas.
Los ciudadanos, las personas libres y autónomas, son los
varones.
El varón es “la medida de todas las cosas”
La mujer es propiedad del varón. Como lo son los hijos, los
esclavos, la casa, las tierras, los aperos de labranza y “el buey arador”.
“Cosificación”, alienación, de la mujer.
Desigualdad política, social,…. múltiple entre varón y
mujer.
El varón es la “forma” del hombre (en la teoría
hilemórfica), es el que detenta la Razón , la Mente , la Palabra , la Luz , la Verdad , el Bien, el Ideal…
La mujer es lo contrario, representa la “materia” del hombre
(en la teoría hilemórfica), representa el instinto, lo sensible, lo engañoso,
la oscuridad, la noche, la maldad…
El varón ya ha repartido los papeles, asignado las funciones
a los “sexos”, ya ha definido los “géneros”.
En Roma va a ocurrir “casi” igual, “tres cuartos de lo
mismo”.
El cristianismo sigue los mismos pasos.
Lo que dice, nada menos que San Pablo (el “segundo Pablo”)
sobre las mujeres es casi mejor olvidarlo. “Que la mujer no hable”, “si quiere
saber algo que se lo pregunte a su marido”, “la mujer (como mejor está es)
callada y obediente, sumisa”. Eso sí, que “el varón la ame (pero) como Cristo
ama a su Iglesia”. “Igual que el cuerpo debe obedecer al alma, la Iglesia debe obedecer al
representante de Dios, como la mujer debe obedecer al cabeza de familia, a su
esposo…”.
De aquí a dudar de si la mujer tenía alma o no (en la Edad Media ) no hay más
que un paso.
Igual que el amo tiene vacas que le dan terneros, y ovejas
que le dan corderos, y cerdas que le dan cerditos… (Poco me importa qué toro,
carnero, cerdo,… sean sus padres) así la mujer es importante, porque “al ser
sólo mía”, y tener relaciones sexuales “sólo conmigo” (monogamia no sólo como
norma sino, también, como sacramento) ello me garantiza la “legitimidad” de
“mis hijos” (estoy seguro, segurísimo, de que son míos y sólo yo soy su padre).
Eso sí, como me entere de que mi mujer es fornicadora, tiene
relaciones sexuales fuera de matrimonio…. la legitimidad filial quedaría en entredicho,
cuestionada.
La mujer sólo como legitimadora de la prole del varón.
¡Ah!, se me olvidaba. El hombre es el único que tiene pene,
“falo”.
Ahí tienen Uds. el LOGO-FONO-FALO-CENTRISMO.
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