miércoles, 21 de enero de 2015

DIOS Y EL DOLOR


El concepto de Dios que, desde el principio, germinó en Occidente ha provenido del judaísmo y del cristianismo paulino, que fue el que se impuso.
Así, todos los males del mundo procedían del pecado, siendo la redención de Cristo la única curación, por lo que “fuera de la Iglesia no hay salvación”
Para sintonizar, pues, con la redención de Cristo también nosotros deberíamos sacrificarnos y sufrir.

De San Pablo proviene esa “Teología del sufrimiento” (como expuse en una entrada anterior).

Pero, ya en tiempos de San Pablo, para los gnósticos (no confundir con los “agnósticos”) del cristianismo primitivo, tan extendido y seguido, tanto o más que el pensamiento paulino, los males del mundo provenían de la “ignorancia” y la curación llegaba de la mano de la “sabiduría”.

Pero el “sufrir” se impuso al “saber”, condenado, además, y perseguido como herejía.

Fue a través de Pablo, un gentil, alguien sobrevenido y ajeno al círculo de Jesús, el que elabora esa Teología de la Cruz y, así, el dolor y el sufrimiento comienzan a tener un lugar privilegiado entre los cristianos seguidores de Pablo hasta llegar a una especie de “canonización del dolor”, como lo predicaría entre sus adeptos el hoy ya  rapidísimo santo, San José María Escrivá de Balaguer, el Pablo español del siglo XX.

Con Pablo el cristianismo queda asociado al sufrimiento en este mundo, más que a la felicidad, relegada y desplazada al otro mundo, tras la muerte.
La vida, esta vida terrena, es/debe ser un “valle de lágrimas”, no de “risas”

¿Recordáis la película “El nombre de la rosa” y la obsesión porque no se conociera el libro de Aristóteles “Sobre la risa”?.

Este mundo no está hecho, ni nosotros estamos en él, para ser felices en él, sino para merecer, tras las lágrimas, el dolor y el sufrimiento, la felicidad eterna.
Sacrificar una “vida temporal”, sufriente, por una “vida eterna”, felicitante.

“Vivir” es “desvivirse”, es “morir”
El sufrimiento como mérito.

Pero ¿alguien conoce algún pasaje del evangelio en el que Jesús de Nazaret aprecie, estime, valore,… el sufrimiento, siendo así que Él no toleraba el dolor y “curaba a todos”?

Tan poco apreciaba el dolor y el sufrimiento que fue tachado de comilón y bebedor, porque acudía a los banquetes siempre que algún rico fariseo lo invitaba.

Pero ¡lo que es la tradición¡ todavía son muchas las personas que llevan colgando al cuello una cadena con una cruz de oro, cuando hasta los primeros cristianos aborrecían la cruz.
En los dos primeros siglos del cristianismo, cuando tenían que reunirse en asamblea en las catacumbas, en éstas no aparece una sola pintura de una cruz o de una crucifixión.
Aquellos primeros cristianos, el “cristianismo primitivo”, que conocían el tormento de la crucifixión, nunca adoraron la cruz.
Es como si, en nuestro tiempo, alguien llevase al cuello una reproducción del torniquete o de la silla eléctrica.

La gran equivocación de la Iglesia fue sacralizar el dolor y el sufrimiento, viéndolo como algo positivo, en vez de verlo como algo inevitable (pero que debería ser evitado), como algo deseable.

¿Pero acaso Jesús de Nazaret eligió los latigazos, la corona de espinas y la muerte en la cruz?.
Jesús no murió como cordero que fue mansamente al matadero, a Jesús lo apresaron, lo condenaron y lo crucificaron.

El mensaje de Jesús no son los “dolores” sino las “bienaventuranzas” (que hoy llamaríamos “Felicidades”)

Han sido las Iglesias, como Instituciones de poder, y a pesar del mensaje de Jesús, las que han predicado la resignación ante el dolor y el sufrimiento como claves de la espiritualidad y de lo sagrado e imponiéndonos, para creerlo, a un Dios capaz de imponer castigos infinitos y eternos.

El cristianismo servido por la Iglesia oficial ha sido paulino.
Nada de extrañar que haya perdido tanto espacio en la sociedad.
Arrimándose, además, al poder para someterlo, para dirigirlo, para imponerse,…

Se han creído (y así han querido hacérnoslo creer) que sólo a través de ella (la Iglesia), como la aduana del cielo, podemos traspasar, pagando y sufriendo, las puertas del cielo, la felicidad eterna.

¿”Extra Ecclesia nulla est Salus”?
¿No hay salvación fuera de ella?


¡Pues estamos “arreglaos”¡

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