martes, 27 de marzo de 2012

NIETZSCHE Y LA “CREENCIA”. (12)


¿Cómo va a ser igual la “creencia” de un niño en los Reyes Magos que la “creencia” de Rouco Varela en el Misterio de la Santísima Trinidad?.
Hay niveles de “creencias”.

Deberíamos, pues, distinguir entre un “sentido débil” (llamémosla “creencia-1”) y un “sentido fuerte” (o “creencia-2”).

La “creencia-1” es la certeza subjetiva, pre-reflexiva y a-crítica de ciertos contenidos objetivamente inciertos.
La “creencia-2”, en cambio, es no sólo la afirmación, sino la re-afirmación, consciente y dogmática, de la “creencia-1”, sin que existan auténticos motivos objetivos que justifiquen el paso de una a otra creencia.

Así como la “creencia-1” puede dejar de ser creencia y pasar a ser conocimiento, ante una evidencia racional de que no era verdad lo anteriormente creído, la “creencia-2” afirma taxativamente la verdad de los contenidos creídos, a pesar de no contar con garantía alguna objetiva.

La “creencia-2” es un “acto de fe” y, así, evita las posibles críticas que pudieran provenir de la filosofía, de la ciencia, del sentido común.
La “creencia-1” no es un “acto de fe”, sino que, involuntariamente, suple el auténtico conocimiento, hasta que éste se manifiesta de manera evidente (los niños y su creencia en los Reyes Magos). El niño deja de ser crédulo y ya “sabe” que los reyes son los padres.
En la “creencia-2” no ocurre eso, porque pretende ocupar, de manera definitiva, el lugar que le corresponde al conocimiento.

La “creencia-1” tiene la explicación en que, como no son muchos los conocimientos que tiene, lo creído le aporta seguridad psicológica, aceptando como verdad y conocimiento, de manera acrítica, la tradición, la autoridad, la opinión pública,…
Además, la “creencia-1” le permite y le facilita la integración en un grupo, que se refuerza si todos comulgan con esa “creencia-1”, porque el hombre (no lo olvidemos) es un animal social que siente la necesidad de sentirse integrado en una comunidad, no sólo por intereses económicos, también por su sistema de creencias.
¿Qué eran los mitos, en la antigüedad, cuando eran escasos los conocimientos?.

Pero la “espontaneidad” de la “creencia-1”, propia de mentalidades inmaduras, nada tiene que ver con la “dogmaticidad” de la “creencia-2” que, casi siempre, pretende, beligerantemente, que sea aceptada como un conocimiento paralelo al conocimiento científico o frente a los desvaríos heréticos de la Filosofía.

La “creencia-1” se justifica, también, como un imprescindible mecanismo de supervivencia durante la infancia, en que el niño se “fía” totalmente de lo que el padre dice que es verdad, apoyándose en lo que el padre hace, amorosamente, por él. ¿Cómo no dar crédito a lo que el padre “dice” viendo lo que el padre “hace”?.

¿No va dirigida la labor catequética de la Iglesia (la Santa “Madre” Iglesia) a conquistar la conciencia de los niños (más que la de los adultos), para que sea considerada “otra autoridad” a la que creer?. Y más, cuando pontifican que esa es la única manera de salvarse para toda la eternidad.
“Sin la fe no hay salvación”.

Cuando uno nace en una familia concreta, cristiana, islámica o budista, igual que se aprende el lenguaje, se aceptan las creencias y normas que la familia acepta y practica.

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