viernes, 16 de marzo de 2012
NIETZSCHE Y EL MODELO DEPORTIVO (8).
La vida debe ser como un juego. La vida es un juego que, no sólo hay que jugarlo, sino, sobre todo, saber jugarlo.
Jugarse la vida, no a una carta, sino con todas las cartas.
Saber jugársela.
Ni “camello”, ni “león”, sino “niño” (las tres transformaciones nietzscheanas que, supongo que, todavía, se acordarán mis antiguos alumnos)
Veo a Rafa Nadal, en la pista, y me admiro de su juego (de su saque, de su devolución, de sus voleas y sus dejadas, de su rápida reacción ante el golpe imprevisto del contrario, de sus paralelos,…..), de su precisión y de su potencia, de su dominio en el desarrollo del juego.
Todo me parece, desde mi silla de Ikea, tan fácil, que a la más mínima imprecisión, suelto un: “hombre, Rafa, una dejada (o una volea), ¿es que no ves dónde está él?”.
Pero cuando piensas en cuántas horas de entrenamiento, de gimnasia concreta, de dieta adecuada,… han hecho posible esa “sencillez, que yo veo, de su juego…
Lo que Rafa ha conseguido es una muy buena integración de todas las estrategias necesarias para ser el nº 1 (o el 2), de las “fuerzas reactivas” (para defenderse del contrario) y de las “fuerzas activas” (para atacarlo).
De poco serviría si sólo dominase una de esas fuerzas. Las dos son necesarias. Y, además, integradas.
Nietzsche (que no conoció a Nadal), más de 100 años antes, describe su juego: “armonía perfecta entre ellas, sin pérdida de energía. Belleza y poder reconciliados”.
Pero cojo yo la raqueta y….(mejor no lo describo. Ni belleza, ni potencia, ni “ná” de “ná”. Un “caos”, ¡oiga¡.
Y lo que digo de una persona, Rafa Nadal, lo digo de un equipo, el Barsa.
Pujol poco se parece a Iniesta y Xavi no es Messi. Pero en el equipo juega tanto la cabeza como el pie, la colocación como el desmarque, el control de la pelota en el área como visión de jugada en el medio campo, la defensa como la transición del balón y el ataque.
Ningún jugador es completo ni domina todos los lances del juego, porque la defensa poco se parece al ataque, ni el portero al centro del campo.
Pero las cualidades individuales, perfectamente coordinadas, acopladas, hacen bueno a un equipo.
¿Qué ocurre con las selecciones autonómicas, integradas por buenos jugadores que desarrollan su trabajo en distintos equipos?. ¿Pierden sus buenas cualidades?. ¿Se les olvida jugar?. NO. Es la falta de coordinación la que falla.
¿Qué nos quieren decir los entrenadores cuando afirman que “tienen un equipo bien compensado?.
Un jugador individual, Rafa Nadal, debe dominar, armónicamente, ambas fuerzas, las activas y las reactivas, la defensa y el ataque, la devolución y la colocación de la pelota.
Un equipo, el Barça, debe dominar, también, armónicamente, todas las fuerzas, imponerse en todas las líneas, debidamente repartidas.
¿Y el hombre en cuanto hombre, ya no como deportista?
Las dos grandes fuerzas que convergen sobre él son la PASIÓN y la RAZÓN.
PASIÓN por jugar la vida, por tomarse la vida como un juego, como lo hace “el niño”, pasión por la vida “lúdica”, una “vida apasionada”.
RAZÓN, Racionalidad en las jugadas, en los momentos y lances de la vida.
¿De qué serviría mi “pasión por jugar” si “no sé jugar?.
¿De qué serviría si “supiese jugar” pero no “me gusta, no me apasiona el juego”?.
“Sin yunta no hay arada”.
Armonía, integración de ambas, una “Pasión Vital Racional” y/o “una Razón Vital Apasionada”, ambas, sin menoscabo de una a favor de la otra.
Ese será el Ideal a conquistar, de Nietzsche, lo más opuesto a todas las morales hasta ahora, cristianas o no cristianas, “antivitales” todas, mancas, que intentan neutralizar una de las fuerzas para superdesarrollar las otras.
La Moral del “inmoralista” Nietzsche es un Ideal de armonía, de reconciliación, de dominio. Pero no un Ideal trascendente (divino) o externo (humano), religioso o laico, allá arriba o allí adelante, y siempre “después” de la vida, sino un Ideal Interno, de Dominio de sí, y con base en la Vida.
La Vida como base y fundamento de todos los valores.
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