jueves, 1 de marzo de 2012

MITO, FILOSOFÍA Y CIENCIA (2)


Hoy hablamos de Ciencia (y no de Filosofía), pero esto es muy reciente.
Desde el principio bajo el rótulo de LOGOS (Razón) se encontraba todo conocimiento Racional, llamado Filosofía, donde estaban incluidas todo lo que hoy llamamos ciencia. Por ejemplo, lo que hoy denominamos Astronomía entones se llamaba “cuestiones cosmológicas” (una parte de la Filosofía).
Tales de Mileto, Pitágoras, Demócrito, Aristóteles,… eran filósofos que, además o también, trataban cuestiones de Geometría, de Física, de Psicología, de Biología, de Botánica,….

La Filosofía siempre estuvo entre el Mito antiguo y la Ciencia actual.

Mientras el creyente CREE y descansa, el filósofo RAZONA y comprende y el científico EXPLICA, experimenta razonando y razona experimentando.

Dice B. Russell:

“La Filosofía es algo intermedio entre la Teología y la Ciencia. Como la Teología consiste en un trabajo de reflexión sobre cuestiones en las que un conocimiento preciso no ha podido, hasta el momento, llegar a la certeza, pero como la ciencia, acude a la razón humana más bien que a la Autoridad, ya de la tradición, ya de la revelación.
Todo conocimiento preciso –podría decirse- pertenece a la ciencia, y todo lo que es Dogma, todo lo que va más allá del conocimiento preciso, pertenece a la Teología.
Pero, entre la Teología y la Ciencia se extiende un NO MAN´S LAND, un terreno inexplorado, en el que sus dos flancos están expuestos a ser atacados. Este NO MAN`S LAND, esa “tierra de nadie”, es la Filosofía.
Casi todos los problemas que interesan más, particularmente a los espíritus especulativos, son aquellos a los que la ciencia no puede responder, y las respuestas de los teólogos dignos de confianza no parecen tan concluyentes como parecieron en tiempos pasados.
El mundo está dividido entre el espíritu y la materia y, si esto es así, ¿qué es el espíritu y qué es la materia?. ¿Está sometido el espíritu a la materia o posee poderes independientes?
¿Tiene el universo una unidad y un fin?. ¿Evoluciona hacia un fin preciso?.
¿Existen, realmente, leyes de la naturaleza o creemos en ellas a causa de nuestro innato amor por el orden?.
¿Es el hombre como los astrónomos lo definían, “un minúsculo trozo de carbono impuro y agua, que se arrastra sin fuerza sobre un pequeño planeta sin importancia”?.
¿O es, más bien, lo que le parecía a Hamlet?
¿Podría ser ambas cosas?.
¿Hay una forma noble de vivir y otra forma vil, o todas las formas de vivir carecen de valor?. Y, si hay una forma noble de vivir ¿en qué consiste? y ¿cómo la lograríamos?.
“Debe ser eterno el bien, con el fin de ser estimado, o vale la pena buscarlo incluso aunque el universo marche, inexorablemente, hacia la muerte?.
¿Existe la sabiduría o lo que nos parece tal no es más que el último síntoma de locura?.
Todas estas preguntas no han encontrado ninguna respuesta en los laboratorios.
Los teólogos han indagado pero han respondido de una manera demasiado definitiva. Su misma precisión ha provocado sospechas en los espíritus modernos.
El estudio de estas preguntas, no sólo la posibilidad de responderlas, es dominio de la Filosofía.
(Bertrand Russell. Historia de la Filosofía Occidental)

Pero, a lo largo de la historia, el Devocionario del santoral cristiano, al que rezar para que conceda favores, ha ido siendo sustituido por el Diccionario de los científicos, para hacer y conseguir logros por uno mismo (tanto la cura de una enfermedad como quedarse embarazada).

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