jueves, 29 de marzo de 2012
NIETZSCHE: VERDAD, FE, VIDA Y FELICIDAD (14)
“Las verdades del hombre sólo son “errores vitalmente útiles””.
“El arte es una bella mentira”.
El Arte es Belleza, no Verdad. No es de extrañar que Platón ubicase a todos los artistas en el infierno.
Una de las causas de sus ataques al Cristianismo es porque éste pretende enaltecer el valor de la “fe” como garantía de la verdad de las propias creencias. Menospreciando, así, a la razón, como instrumento insustituible en la búsqueda de la verdad.
¡Como si lo “creído” pudiera ser afirmado como “verdadero”¡
Las “creencias” de un creyente pueden ser falsadas por el conocimiento racional, por la ciencia.
Las “creencias” nunca podrán ser verificadas. Dejarían de ser creencias en el mismo momento en que se supiera que eran verdaderas. Serían, ya, conocimientos, saberes.
Pero no es que Nietzsche fuera el primero en tal posicionamiento, aunque sí ha sido el más radical y el que ha llegado hasta el final, pero ya en el XVIII era la postura normal de muchos ilustrados.
No niegan la “creencia”, lo que le niegan es el “estatuto científico de verdad”.
Quien cree, es “verdad” que cree, y su creencia es verdadera. Otra cosa muy distinta es que sea “verdad” lo creído en esa creencia.
Uno de mis filósofos al que sigo es José Antonio Marina.
Afirma que es un error creer que el objetivo de la inteligencia es conocer la verdad. A lo que tiende la inteligencia es a la felicidad.
Pensamos para ser felices, no para ser conocedores de la verdad, no para saber (aunque para muchos la felicidad sea saber).
Dice Nietzsche: “¿Quieres paz espiritual y felicidad?. Cree. ¿Quieres ser un apóstol de la verdad?. Entonces busca”.
El amor a la verdad hace que uno ponga siempre en duda, que continuamente se cuestione las verdades que hasta ahora mantenía.
“El conocimiento se ha transformado, para nosotros, en una pasión, que no retrocede ante ningún sacrificio”
De ahí su rebeldía ante la aceptación de cualquier doctrina “consoladora” que pudiera llenar su soledad y su necesidad de alcanzar un oasis ilusorio liberador en el que refugiarse.
“Veraz llamo yo al hombre que se retira al desierto sin dioses”, porque “donde hay un oasis allí hay, también, imágenes de ídolos”.
Proclamaba necesitar el desierto (no el oasis) de la soledad para poder pensar sin prejuicios y sin influencias externas.
Y, desde esa soledad, verá al Cristianismo como ese “error fatal” en el que se ha sustentado la civilización occidental, lo que conducirá a la humanidad (cuando sea consciente de ello) a la crisis más radical sobre el valor de la vida.
La fe es un “consuelo”, pero no es un camino alternativo, incluso más perfecto y valioso, para acceder a la verdad.
“Las convicciones (las creencias) son enemigas de la verdad y más poderosas que las mentiras”.
Toda creencia es subjetiva. Y toda subjetividad es falible, por lo tanto, debemos someter, continuamente, a crítica intelectual, a revisión constante, hasta las más profundas y vitales convicciones.
“¿Estamos obligados a ser fieles a nuestros errores”?.
Porque hay creencias falsables.
Cuando los creyentes apoyan su fe en la sangre derramada por los mártires cristianos, dando, incluso, su vida por su creencia, Nietzsche es muy tajante: “La sangre es el peor testigo de la verdad”
(Postura, por otra parte, total y absolutamente contraria a la de Unamuno).
Sólo los débiles, si lo necesitan, creerán que su fe es verdadera.
Califica al pensador Pascal como “suicida intelectual” (¿conocen su apuesta sobre “lo rentable que es creer en Dios?).
Es lo opuesto a un “espíritu libre”, el que posee una disposición intelectual permanente a abandonar una convicción en cuanto se le muestre o demuestre que es falsa.
Ser conscientes de creer es ser conscientes de no saber.
“El hambre no prueba que “haya” un alimento para satisfacerla.
Presentir algo no es saber que ese algo existe; sólo que es posible, en cuanto que lo deseo o lo temo.
Pero “desear” que algo sea así no es saber que ese algo “es” así.
La fe está en conexión con los deseos, con los temores, con la necesidad de felicidad,… Nada que ver con el conocimiento, con la Verdad.
“Si la fe no diese la felicidad, no habría fe; por consiguiente, ¡cuán poco valor de verdad debe de tener”.
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