domingo, 4 de marzo de 2012

CREYENTES, HOY.


Nunca ha habido tántos ateos, tántos antiteos y tántos agnósticos como hoy.
Pero, a la vez, nunca ha habido tántos creyentes como hoy. Creyentes en dioses alternativos al Dios cristiano, diseminados en tántas sectas y pararreligiones en cualquier sociedad, y creyentes en la ciencia.
Hoy, cuando tánto se desconfía de Dios, hay, sin embargo, una confianza ciega en la ciencia. Hay más visitantes, a diario, a los Centros de Salud, para ponerse en manos de los médicos, que a las parroquias, para rezarle a Dios, buscando consuelo para una enfermedad o para prevenirla.

El hombre moderno recurre a la causa y al efecto (“pegamento de la causalidad”) como el hombre antiguo recurría a los dioses para poner orden en el mundo y comprenderlo.
Y todo ello a pesar de que la ciencia moderna está separada del sentido común.
Vemos ahí arriba, sobre nuestras cabezas, estrellas y los científicos nos explican, con pelos y señales, que quizá estemos viendo lo que hace millones de años sí que fue, pero que hoy ya no es, porque esas estrellas pueden haber estallado y desaparecido y vemos sólo la luz que viene de lo que fue pero ya no es. “Vemos la huella de una estrella que fue”.
Pero confiamos más en la ciencia que en el sentido común.
Nos sentimos “parados”, en reposo, y la ciencia, en cambio, nos informa que estamos “en movimientos”, en múltiples movimientos, no sólo de rotación y translación, alrededor del sol, sino que también nuestro sistema solar dentro de la galaxia, e, incluso, que nuestra galaxia se desplaza y se aleja respecto a otras galaxias, como las figuras pintadas en un globo, que se alejan entre sí a medida que va inflándose.
Pero nosotros no notamos nada, no sentimos nada de todo eso. Pero como la razón científica nos asegura que eso es así, lo “creemos” a pies juntillas (curioso el origen, en un juego infantil, de esta expresión).

Se afirma, normalmente, que así como la Ética usa un “lenguaje normativo” (lo que “debe hacerse”, no lo que “se hace”, cómo “debemos obrar”, no “cómo obramos”, “deberes” no “hechos”), la Ciencia, en cambio, usa un “lenguaje descriptivo”, dice “lo que hay”.
Yo no creo que eso sea así.
Cuando un científico afirma que “el agua se compone de dos moléculas de Hidrógeno y una de Oxígeno” lo que nos está sugiriendo es que “hagamos nosotros la prueba”, porque a él, siguiendo lo siguientes pasos, le ha dado ese resultado. “Que lo hagamos, que lo experimentemos (no sólo que lo creamos) nosotros”.
Más aún, -en palabras ya de Bohr, físico danés, fallecido en 1.962 - “cuando llegamos al nivel de los átomos sólo cabe hablar en lenguaje poético”.
¿Qué clase de lenguaje es, hoy, el de la Astrofísica, el de la Bioquímica, el de la Genética,…?, ¿Descriptivo o poético?.

Decía Einstein que “la Ciencia, sin Religión, se queda coja” y que “la Religión, sin la Ciencia, está ciega”.
Y lo que observamos, en la sociedad, es que mientras unos se empeñan en seguir “cojos”, los otros se empeñan en seguir “ciegos”, aunque digan no cojear y ver.

“Cojos” porque “nunca” la ciencia podrá dar respuesta a los problemas metafísicos o transcientíficos (aunque muchos dirán que los únicos problemas son los científicos, aquellos que tienen respuesta, aunque aún no hayamos dado con ella, de lo contrario, los problemas sin respuesta, son pseudoproblemas).

“Ciegos”, porque la Razón Científica, está avanzando en el estudio de la realidad a la que nunca ha bajado ni puede bajar la Religión.

Lo absurdo es creer en lo contrario de lo que sabemos (como en triángulos con cinco ángulos, o en el creacionismo instantáneo de un Dios).
Igualmente absurdo es querer saber lo que sólo es “creíble” (la existencia de una vida eterna tras la presente, temporal).

Los problemas metafísicos son problemas, pero no son problemas científicos, a los que se pueda “responder racionalmente”.

No podemos prescindir de la Razón, como no podemos prescindir de nuestra propia sombra. Ella siempre nos acompañará. Y si alguien afirma que no, es porque todavía está en la cama y no ha salido de casa.

“¿Existían los átomos en tiempos de Sócrates?” –era una pregunta que, año tras año, le formulaba a mis alumnos.
Todos razonaban y concluían de la misma manera: “si ahora existen, antes también existían, aunque ellos no lo supieran”.

¿Qué tipo de existencia es aquella de la que no tenemos ni puñetera idea de que exista?. ¿Qué tipo de existencia, para los europeos medievales, era América, en el siglo XIII?.

Una buena pregunta.

Se admiten respuestas.

2 comentarios:

  1. Yo, sin embago, creo más en la utilización del lenguaje descriptivo que en el normativo. Lo entiendo mejor. Lo veo más "comprobable".
    Todo lo definido por el lenguaje descriptivo, puede comprobarse, tengas medios o no. No es el caso del lenguaje normativo, donde no todos los dichos pertenecientes a la Etica pueden comprobados, sino creidos.
    Al igual que en la Religión, puedes o no admitir lo que se te ofrece mediante ese lenguaje, pero no podrás realizar las oportunas comprobaciones, no hay posibilidad.

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    1. Amigo Ángel: los hechos y los dichos pertenecen a la categoría científica y usan el lenguaje descriptivo. Tú has hecho esto y has dicho lo otro.
      En la Moral, también: Los esquimales te prestan a su esposa para que duermas con ella, cuando vas de invitado a su casa.
      La moral también describe hechos. Te comportas así o asao. Hay una moral terrorista y una moral capitalista,...
      Otra cosa es la Ética, que no dice cómo obras (moral,comprobable) sino "cómo debes obrar" (normas).
      El derecho es normativo. De tide cómo debes obrar (en tráfico, con hacienda,...) no cómo lo haces. Si lo haces mal y te pillan, multa. Si lo haces bien, no te pasa nada, porque has hecho lo que debías hacer, has cumplido la norma.
      La ciencia y la moral describen, la norma obliga (ética y derecho).
      Mi reflexión iba porque el científico parece describir pero está diciéndote que lo hagas tú, que no lo creas a él.
      Saludos.
      Tomás.

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