domingo, 7 de julio de 2019

SÓCRATES: BIOGRAFÍA ( 5 )EL DEMON-DAIMON-DON (LO DEMÓNICO).




Es un aspecto importante de su religiosidad, ese don es la “voz interior, misteriosa y firme” que dice escuchar que nada tiene que ver con “introducir nuevos dioses en la ciudad”, es la intuición, el chispazo interior.

Los “demones” son ciertos tipos de divinidades intermedias entre los dioses y los hombres y que aparecen si no en todas, en casi todas las religiones en forma de genios, de ángeles, de demonios (forma adjetivada de “demones”).

La voz interior que Sócrates escucha es “demónica”, procedente del mundo de los “demones”.

Él interpreta esa voz interior como un fenómeno religioso, como algo de origen divino, una señal de dios.

Esa voz interior, según Jenofonte, le indicada qué hacer y qué no hacer, pero según Platón sólo se limitaba a prohibirle ciertas cosas, a disuadirle ante ciertas acciones o comportamientos, pero nunca indicaciones positivas.

Es esta voz la que le impide dedicarse a la política y dedicarse sólo al servicio filosófico del dios.
Y también le impide preparar su discurso de defensa, ni aceptar el del logógrafo que quería defenderlo con un discurso escrito.
Pero, y eso es importante, también le impide aceptar alumnos que no han de beneficiarse de sus enseñanzas.

“Ese algo demónico que me acompaña me impide juntarme con algunos y me permite juntarme con otros, y éstos fructifican de nuevo.
Por lo demás, los que tratan conmigo experimentan lo mismo que las mujeres embarazadas: en efecto, día y noche sienten dolores y no encuentran salida alguna a su estado, mucho más aún que aquellas. Y mi oficio es capaz de excitar y de apaciguar su dolor” (Teeteto)

Voz demónica –mayéutica- dimensión religiosa de su tarea educadora.

En el Banquete el “eros” se define como un gran “demon”, intermediario entre los dioses y los hombres, “impulso” capaz de hacer que el hombre se eleve más allá de sí mismo.

Este “eros” juega un papel definitivo en la vida de Sócrates.

La “educación socrática” poco o nada tiene que ver con la “instrucción sofística”.
Además de que el amor, sin dinero, está presente en la educación socrática, es lo opuesto al interés únicamente crematístico de vender sus conocimientos a quien pueda pagárselo de los sofistas.

Su carácter “cívico” se une a la “interiorización de lo religioso” lo que refuerza atenerse al “nomos” de la ciudad.

Seguir la tradición no es sólo dar culto a los dioses de la polis, pero no de cualquier manera, “existen leyes de acuerdo con las cuales ha de rendirse culto a los dioses” (Jenofonte. Recuerdos de Sócrates).

Asume la religiosidad cívica y legalista mientras se produce en él una evidente interiorización de lo religioso.

Nomos e interiorización a la vez.
Identificación con las leyes a la vez que individualización del pacto con ellas.

Se produce en él una racionalización de lo religioso que apunta al “monoteísmo” cuando afirma la existencia de una “divinidad ordenadora y providente” (por una parte como Anaxágoras y por otra contra él).

Sin embargo en el mundo griego lo que está presente es el politeísmo.

¿No serían los distintos dioses y fuerzas sobrenaturales manifestaciones diversas y nombres distintos de una única divinidad?

La religiosidad le sirve como impulso (eros) de su investigación racional, constante e indesmayable, que tiende a alejarlo de la religiosidad tradicional y, a la vez, como freno moderador de posibles extravíos y frivolidades que ya predominaban en la cultura griega.

Fue aquel año, el 404, cuando mostró su comportamiento cívico y político, durante el gobierno sanguinario de “los 30 Tiranos”, cuando se negó a colaborar en al apresamiento de León de Salamina y que sólo duraría tres años y medio, siendo derrocado por las armas.
En este gobierno sanguinario tuvo un papel relevante Critias, el sofista, antiguo compañero y discípulo de Sócrates, el alma del desalmado gobierno de los 30 Tiranos y principal instigador y protagonista de sus desmanes.
Otro protagonista, pero en el sentido opuesto, fue Anito, que se distinguió en la lucha de los demócratas contra los 30, contribuyendo a su caída y a la reinstauración de la democracia.

La nueva democracia reinstaurada dejó de lado cualquier tentación de revanchismo, porque el pueblo deseaba la paz, trajo consigo la concordia civil y se acordó una amnistía que fue escrupulosamente respetada.

Tras las tragedias vividas se instauró una ola de religiosidad y un deseo de regeneracionismo, de recomponer una democracia moderada y conservadora.

Y es triste tener que recordar que fue, precisamente, en este período de concordia civil cuando Sócrates fue acusado y condenado a muerte.

Sócrates estaba mal visto por los demócratas conservadores, no sólo por sus opiniones y por su costumbre de cuestionarlo todo, sino también por los lazos de amistad y magisterio que lo habían unido con políticos tan denostados como Alcibíades, el demagogo, y Critias, el oligarca sanguinario.

Sin embargo, la amnistía impedía juzgar a nadie por delitos políticos por lo que los tres denunciantes, en la primavera del 399, lo acusaron de delitos contra la religiosidad y la moralidad.

Las tres acusaciones fueron: por no creer o reconocer a los dioses en los que cree o reconoce la polis, por introducir nuevas divinidades (o dioses) y por corromper a la juventud, por lo que se solicita la pena de muerte.

En otro post hemos expuesto cómo se defendió y lo mal que se defendió, pero tenía a muchos atenienses contra él porque, siendo una “mosca cojonera” (como el se definía), para despertar de la modorra a los atenienses muchos interpretaron sus cuestionarios como ofensas por considerar que el objetivo de Sócrates era mofarse de ellos, ridiculizarlos,…y, tras la “ironía”, cabreados, no daban tiempo a la “mayéutica”.

Incluso si “sólo sé que no sé nada”, que bien interpretado….pero era considerado como una mofa o chulería al intentar llevar a sus interlocutores a la ignorancia que, para Sócrates, el paso obligado para querer salir de ella pero que sus interlocutores lo interpretaban como burlarse de ellos y dejarlos en ridículo.

En Sócrates vemos representada la tragedia del espíritu griego, al ser el más noble de los hombres, el moralmente intachable, el despertador de conciencias dormidas, la ejemplaridad cívica en persona, el auténtico patriota que intenta salvar a su patria de la decadencia por la que se desliza.

Morirá por ser un revolucionario, consumándose la injusticia de un hombre justo que sólo pretendía que los atenienses interiorizaran las leyes de la polis para cumplirlas religiosamente y salvar del cataclismo al que se dirige Atenas.

Su intención de superar el individualismo y considerarse ateniense, como la parte comprometida con el todo.
Ese individualismo como la cizaña sembrada por los sofistas poniendo un muro entre el individualismo y la polis.
Sólo si los individuos son conscientes, se dan cuenta de…, se atreven a derribar ese muro que los separa del todo de la polis…sólo si ellos reflexionan,….
Ese individualismo, disolvente de la polis, que puede ser superado, con la reflexión, y de nuevo integrarse como ciudadano (no ya como individuo) con su ciudad.

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