domingo, 14 de julio de 2019

PLATÓN: EDUCACIÓN PLATÓNICA ( 2 )


LA EDUCACIÓN para la formación de los futuros gobernantes.

La función educadora –que implica selección y formación con un profundo sentido ético-político- tiene en la ciudad platónica una importancia de primer orden, pues de ella depende el que se alcance el ideal de la comunidad social.

Platón no prescribe ninguna educación especial para la tercera clase, la inferior, la de los artesanos y comerciantes pero dedica largos pasajes, tanto en La República como en Las Leyes, y con toda clase de pormenores, la que debe darse a los encargados de las funciones defensivas y rectoras.

Tanto unos como otros deben quedar exentos de cualquier oficio manual para poder dedicarse, exclusivamente, a su preparación para las importantísimas funciones de defensa y de gobierno de la ciudad.

La educación no consiste en una simple enseñanza de la virtud, la cual no se adquiere por el solo conocimiento.
Todas las almas, al venir a este mundo, traen ya innatas todas sus ideas.
Pero es preciso, por una parte, “despertarlas por medio de la reminiscencia”, haciéndoles volver sus ojos a la luz y, al mismo tiempo, disciplinar sus tendencias inferiores mediante el “ejercicio de la virtud”.

La educación de los miembros pertenecientes a las dos clases superiores (defensores y gobernantes) comprende dos ciclos: uno elemental (o preparatorio) y otro superior.
Sus diversas etapas corresponden a los grados que Platón simboliza en las alegorías de la línea dividida en segmentos y la de la caverna.

1.- CICLO ELEMENTAL.

Este primer ciclo es común a todos los futuros guardianes, seleccionados entre los niños que parezcan mejor dotados y se prolonga DESDE EL NACIMIENTO HASTA LOS 20 AÑOS.
Consiste en un régimen combinado t armónico de cultura FÍSICA, INTELECTUAL Y MORAL.
Su objetivo es formar jóvenes “sanos, robustos, ágiles y que no tengan necesidad de médicos” y, a la vez, formar su carácter, su forma de ser y de comportarse, haciéndoles “valientes, sagaces y despreciadores de los peligros” de manera que, así, sean aptos para las funciones de la guerra.

Esta primera fase es poco complicada y no está sujeta a ningún programa fijo.

Los niños deberán educarse “como si estuvieran jugando” (Pedagogía Lúdica).

Consiste, sobre todo, en ejercicios de GIMNASIA RÍTMICA AL SON DE LA MÚSICA (“Para los cuerpos, la gimnasia; para las almas, la música”)
Esta gimnasia no equivale, simplemente, al puro atletismo, sino que es una disciplina que tiende a excitar el elemento fogoso del alma para dar a los guerreros valentía ante el peligro.

La educación se refiere, esencialmente, al alma y, secundariamente, al cuerpo en relación con aquella.

La combinación armónica de ambas cosas evita el peligro de que “la gimnasia” se convierta en un simple desarrollo muscular y en un predominio de la fuerza bruta y de que “la música” corra el riesgo de formar caracteres blandengues, adormeciendo el espíritu combativo.

De la música quedan excluidos los modos jónico y lídio, por afeminados, y prescribe los modos dorio y frigio, por ser más varoniles.

Se rechaza, también, la flauta, por producir sonidos lánguidos, “sustituyendo la flauta de Marsas por la lira de Apolo.

Junto con la Música debe enseñarse la POESÍA, pero deben estar excluidas aquellas fábulas que, bajo su belleza literaria, encierran enseñanzas nocivas para las buenas costumbres, las que contienen conceptos falsos acerca de los dioses y las que pueden contribuir a debilitar el ánimo o inspirar temor a la muerte.

Fuera, pues, los poemas de Homero y prescribe jueces especiales para censurar otros tipos de lecturas nocivas.

En la ciudad no debe admitirse más poesía que himnos a los dioses o elogios a los buenos.

Hay que someter a los niños a diversas pruebas y peligros físicos y morales para observar sus reacciones.

También es conveniente llevarlos a la guerra, junto con sus padres, colocándolos en un lugar libre de peligros, para que vayan aprendiendo el arte de combatir y para que prueben la sangre, como los cachorros.

Este Primer Ciclo termina con una intensificación de los ejercicios gimnásticos entre los 17 y los 20 años.


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