martes, 30 de julio de 2019

PLATÓN: IDEAS PRINCIPALES DE SU FILOSOFÍA ( 3 )



Platón tratará tanto el tema de la “fisis” como el rico y variado tema del “hombre”

Pero él llama a eso común que tienen todos los seres, o los seres de un mismo grupo o especie, “idea” o arquetipo (idea de pez, de árbol,…) que pertenece a otro tipo de ser distinto al que nos entra por los sentidos.

Hay que saltar por encima de los sentidos y asentarse en el entendimiento para contactar con las ideas (es lo que hace el que se libera de las cadenas de la caverna y sale a la superficie a enfrentarse con ellas mientras los de dentro siguen viendo sólo sombras, imágenes,…pero no la realidad, sólo asequible al entendimiento).

Los seres de este mundo material no son sino imágenes o participaciones de la auténtica realidad: Las ideas.

Este caballo es sólo un ejemplar material e imperfecto de la idea “caballo” inmaterial y perfecta de la que participa y si es caballo es porque participa de la idea de “caballo”, que puede tomar cuerpo y materializarse en muchos caballos, en algunos o en ninguno.

Platón consideraba a la Filosofía como la maestra del buen gobierno de una polis, de ahí su entrega a la causa de la educación de los futuros políticos.
Incluso él, en persona, quiso materializar su utopía política en Siracusa aunque, por unas u otras causas, le salió el tiro por la culata, y tanto como para ser detenido y vendido como esclavo aunque,  menos mal, que un antiguo alumno lo reconoció, lo compró, le dio la libertad y se negó a recibir lo que el rescate le había costado.

Ese sería el comienzo de una gran aventura intelectual, la fundación de la primera Universidad del mundo Occidental que, por estar erigida junto al monumento al héroe Academos será bautizada con el nombre de Academia, la Academia platónica.

Los alumnos que allí acudían, no sólo de Atenas, también de otras ciudades, no sólo aprendían Filosofía, también Matemáticas, Astronomía, Ciencias Físicas y Naturales.

Con él, y a partir de él, la Ética, la Política y la Estética encontrarán un lugar en la reflexión filosófica, al lado del estudio de la fisis, de los problemas del cambio y de la permanencia de los Heráclitos y de los Parménides.

Aunque tendría que enfrentarse a los “amaestradores” de jóvenes que querían entrar y conseguir puestos en la política y que podían pagar los altos honorarios que muchos de ellos recibían (estoy refiriéndome a los “sofistas”) por enseñar/aprender las técnicas de discusión para ganar a sus adversarios con las palabras.

Se escribe y se habla bien con la Gramática, eso mismo se hace de manera bella con la Retórica y se le gana a los adversarios aprendiendo y aplicando la Dialéctica.

El lenguaje no sólo como medio de comunicación, sino como arma de discusión y persuasión, de convencimiento.

Lo cierto es que los sofistas son representativos del clima cultural que se gestó en una Atenas que abandona la excelencia y se desliza por la mediocridad en la que los espabilados pueden triunfar “pareciendo” sabios y convenciendo pero sin serlo y triunfando.

Platón quiere una polis ideal, justa, perfecta y a eso dedica sus fuerzas y su saber, a los sofistas (generalmente no atenienses sino extranjeros itinerantes), en cambio, sólo quieren ganar dinero y si sus alumnos triunfan y son elegidos sus enseñanzas cotizan a la alta.

Es ya el triunfo del Logos, de la Razón, del Saber, una vez superado el “mito”, la Religión (su otro adversario en el campo de la verdad, cuando ésta provenía del “creer”).

A las leyendas sobrenaturales que versan sobre el origen y fundamentos de la realidad, con sus dioses y sus héroes, con sus tabúes, con sus justificaciones del poder y de las leyes, de las costumbres, con el temor que todo ello engendra si no se acatan y se les rinde sumisión y se les da culto, les suceden ahora los convencionalismos, la posibilidad de cambiar leyes y costumbres si el pueblo, la nueva y máxima autoridad, así lo considera oportuno.

Las leyes sociales y políticas, humanas, las de la polis, no son las leyes naturales o de la fisis, fijas, inmutables, regulares,…

Ya no somos creaciones de los dioses, éstos son creaciones de los humanos y a imagen y semejanza de los humanos, con sus virtudes y sus vicios.

No es que los filósofos nieguen la existencia de los dioses y de las tradiciones religiosas, simplemente no son creyentes en ellos y tratan a los dioses como teólogos, no como creyentes.

Tanto Platón como Aristóteles tratan de los dioses, son, también, teólogos además y sobre todo de filósofos, no como los sofistas o Demócrito y los atomistas que son “ateológicos” porque en sus sistemas de pensamiento no ha lugar para los dioses.

La parte más noble del hombre, su alma, su entendimiento, su voluntad,… no está emparentada con la materia sino con la divinidad, proviene de un mundo superior y su destino es ese mundo del que proviene, no muere y desaparece al desaparecer la vida, esta vida.
El hombre morirá pero su parte más noble no morirá.

La auténtica realidad, la contemplada con la inteligencia, no es la realidad contemplada con los sentidos.

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