martes, 31 de enero de 2012

FILOSOFÍA (B7)


A la INMORTALIDAD por el AMOR.

SABIDURÍA: Una doctrina de Salvación a través del amor y que nos prometa la inmortalidad personal.

Al encarnarse el Logos, lo divino, en una persona, la providencia deja de ser un destino anónimo y ciego y se convierte en una atención personalizada y benevolente, como la de un padre hacia sus hijos.
Si cumplimos los mandamientos se nos promete una inmortalidad personal y no una eternidad armónica, anónima y cósmica.
El giro crucial es el que anuncia San Justino, primer Padre de la Iglesia, año 160 (siglo II de C).
Narra su paso por todas las filosofías y sus salvaciones para terminar haciéndose cristiano.
Él era un apologista/apologeta de su creencia, tanto contra los judíos como contra el Emperador, por las barbaridades (incesto, canibalismo, Dios con cabeza de asno…) que se propalaban contra el cristianismo y que, una vez puesta la opinión pública en contra, terminará en persecuciones.
Exponía cuál era la práctica real, en contra de lo que se decía.
Aunque era legal que el cristianismo no fuera molestado, por sus creencias, a no ser que alguien lo denunciase, un cínico (quizá celoso del éxito de San Justino) lo denuncia y será, por ello, decapitado, junto a seis discípulos, en la época del estoico Marco Aurelio.
Su defensa fue exponer cómo la salvación cristiana está más allá y es superior a la estoica, y que el yo, salvado, personal, es distinto y superior al todo cósmico eterno.
Nos ama y amamos a la Persona Encarnada y en sus manos está nuestro destino.

El AMOR es más fuerte que la muerte.
Pero hay distintas clases de Amor.

a.- El AMOR-APEGO. Amor al próximo, al cercano, al amigo, al familiar, al enamorado,… El exponente máximo, hipertrofiado, de este amor es el AMOR-PASIÓN, que es celoso, acaparador, posesivo y que no permite ni que cambie ni cambiar a la persona amada (¿qué es la violencia machista sino un amor-apego exacerbado?).

b.- El AMOR AL PRÓJIMO o COMPASIÓN, que nos lleva a preocuparnos y a ocuparnos de los no próximos, de aquellos que vemos que no son felices, que están necesitados, aunque no los conozcamos.
Es la CARIDAD, hoy llamada “humanitarismo”, “solidaridad”.

Mientras el Amor-Apego supone “afecto” y va encaminado y tiene como objeto al “próximo”, la Caridad, el Amor al Otro, el Humanitarismo, la Solidaridad, van encaminados al “prójimo”, al lejano, al desconocido, a Todos los no “próximos”.

c.- El AMOR EN (DE) DIOS, equidistante entre ambos y que va a ser la fuente de salvación.

El Amor-Apego y la Muerte son irreconciliables. Amar a las personas/cosas perecederas es insensato. El Amor-Pasión te lleva hasta matar al otro. No es de sabios estos tipos de amor.

Incluso la palabra “monje” viene de “monos”: “uno solo”. Lo sabio es vivir solo, en soledad. Nada de mujer, hijos, padres, amigos,….Sólo así puede superarse la muerte, sin estar apegado a nada, a nadie.
Es la condición ideal para morir, el desapego de todo (la pobreza) y de todos (la soledad). Sólo así, cuando llegue el momento de partir, no sientes envidia, deseo, pérdida,… porque de nada ni de nadie tienes que despegarte (bienes, amigos, familia,…).
Pero conseguir este “desapego” no es cuestión de un momento, hay que prepararse durante toda la vida, para cuando ésta esté a punto de irse.
Para no estar “embarazados” lo mejor es estar “desembarazado” de todo y de todos.
Más que el “ligero de equipaje” machadiano, es el “sin equipaje”, “desnudo de todo”.

“¿Buscáis la vida feliz en la región de la muerte (lo mortal y perecedero, lo que pasa, lo que tiene que ver con la carne)?. No está allí” (San Agustín?.
La vida feliz se encuentra en el campo del espíritu.

No ya apegarse a otro (mortal, finito), sino dejarse apegar, dejar que alguien se apegue a nosotros, es de insensatos (Pascal). ¿Acaso no estoy, también yo, condenado a morir?. ¿Por qué permitir que alguien se apegue a mí?. Sería yo, en gran medida, el culpable si me dejara amar (Pascal).

“Mi aflicción (ante la muerte de un amigo) por haber amado a una persona mortal, como si fuera inmortal” (San Agustín).
Infelicidad a la que están condenados todos los amores humanos. Se convertirá en amargura lo que antes fue dulzura. Por lo tanto, hay que saber resistirse a los afectos humanos, nuestros a otros y de los otros a nosotros.
El “desapego”. Por eso se dice que puede tenerse mucho dinero pero no estar apegado a él.

Pero ¿y si el otro es inmortal, (aunque con una inmortalidad distinta a la de estoicos y budistas)?. ¿Por qué no apegarse con él y dejarse apegar por él?.
¿Si nosotros y ellos hemos estado apegados en esta vida y creemos que podemos seguir apegados después de la muerte, porque resucitaremos?.

Entre el Amor-Apego a una persona (próxima) y el Amor-Compasión-Caridad universal al prójimo, a los prójimos, a todos los no próximos, está el Amor-en-Dios.
Amarlos-en-Dios, que es amarlos en lo que en ellos hay de divino y eterno.

Una Promesa Tentadora. Un alma inmortal y la resurrección de los cuerpos. ¿Alguien da más?.
Inmortalidad no del alma, no del cuerpo, sino de la persona, el alma encarnada o la carne animada, del yo, del tú, concretos (muy distinto a las doctrinas estoica y budista). Los mismos que en vida, los mismos eternamente, tras la muerte.

Ya no apego a lo mortal, que es causa de sufrimiento.
Ya no compasión vaga y general a todo el mundo.
Sino amor-apegado, carnal y personal, hacia seres concretos, pero amándolos-en-Dios, por la fe en la resurrección. Queda superado no sólo el miedo a la muerte, sino la misma muerte.

Salvación por el Amor-en/de-Dios. Esta resurrección que es el alfa y el omega de la soteriología cristiana.
“Si Cristo no resucitó, tampoco nosotros resucitaremos…. Vana es nuestra fe” (San Pablo).

¿Con qué cuerpo resucitaremos?, ¿a qué edad?, ¿cuerpo espiritual y glorioso?. ¿Y eso qué es?.
MISTERIOS.

Por lo tanto no hay una lucha contra la carne, contra el cuerpo, la materia como algo malo,… todo esto es inexacto. Esto son cosas de la Iglesia, no de la doctrina cristiana.
La carne no es despreciable, ¿cómo iba a serlo si el mismo Dios se encarnó?.


La pregunta es por qué decayó esta doctrina soteriológica en el Renacimiento y por qué la Filosofía se situaría, de nuevo, por encima de la Religión, ya a partir del siglo XVII.

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