viernes, 2 de septiembre de 2011
ROMANTICISMO NACIONALISTA.
Mis escarceos culturales, adolescentes, románticos, se esfumaron apenas entré en contacto, ya de joven, con la Ilustración.
La Ilustración, entronizando a la Diosa Razón Universal, aspiraba al consenso de toda la humanidad acentuando, precisamente, eso que es común a todos los hombres, la Razón, la misma Razón, las leyes Racionales.
Cada uno razonamos desde nuestra Razón, pero todos razonamos de la misma manera, desde las premisas hasta la conclusión, de manera correcta, sin falacias interpuestas.
El Romanticismo, en cambio, antiilustrado, desdeñaba la Razón y la Ciencia. Enfatizaba en aquello que separaba a los hombres: la nación, la etnia, la raza, la religión, el folklore, la tradición, las artes populares, las costumbres,….., en una palabra, lo singular, lo intransferible, lo propio y exclusivo de cada comunidad.
Estoy viendo un reportaje sobre la adhesión de España a la O.T.A.N., años 80, y cómo los nacionalismos votaron mayoritariamente NO, como si el formar parte de una Organización mundial supusiera un robo de su identidad.
Los Nacionalismos son unos románticos, sin perspectivas de futuro real a largo plazo. Miran el pasado, que consideran glorioso, y lo que quieren es recuperarlo, revivirlo y, si puede ser, imponerlo.
Rechazan, de entrada, los modelos extraños, las normas universales.
Incluso ahora mismo, en España, mientras estoy escribiendo esto, cuando los nacionalismos, haciendo de bisagras, votan a favor del Gobierno Central, me cabreo, sobre todo porque sé que, aunque cínicamente, afirmen que lo hacen “por la gobernabilidad de España”, y “como un acto de responsabilidad política”, siempre lo hacen después de un chantaje al gobierno de turno y haber pasado por caja para cobrar, en especie, el apoyo a prestar.
Ahora mismo estoy viendo el “cabreo” nacionalista porque los dos partidos nacionales, mayoritarios, se han puesto de acuerdo para reformar la Constitución y poner un techo al endeudamiento de los variados gobiernos.
Cuando ellos, con su apoyo al gobierno de turno, suman algo más del 50% de los votos de la Cámara, todo es maravilloso, todo está muy bien. Pero cuando entre los dos partidos, de acuerdo en algo, suman más del 80 % entonces echan sapos y culebras por la boca en sus declaraciones.
Mientras un Ilustrado hace un discurso racional, apoyable o rebatible pero con razones, basado en argumentos, aunque no tengan por qué ser los más firmes, un Romántico está más cerca de un predicador que ha encandilado a las masas y éstas lo han apoyado, y como, en democracia, lo que cuenta es la cantidad de votos que uno tiene detrás….
Pero están obsesionados por imponer sus anteojeras nacionalistas a los no nacionalistas (el esperpento del Senado, con los pinganillos y traductores, supera a Valle Inclán); es como para “correrlos a gorrazos”, pues en su vida diaria se manejan con el lenguaje común, español o castellano.
¿Deben conservarse las culturas particulares?. Por supuesto que sí, son una riqueza, pero no a costa de empobrecer a los suyos no permitiéndoles acceder u obstaculizando el acceso a la cultura universal.
Yo brindo con bebidas autonómicas distintas a la mía, me encanta el pulpo autonómico, alabo y disfruto con especialidades autonómicas varias,… pero no por lo que tengan de nacionalistas, sino por su calidad.
Jamás querré imponer el baile de sevillanas o malagueñas, pero que no se me obligue a la sardana o a la muñeira.
Para consumo interno está muy bien.
La cultura general, científica, se expresa con y por la razón, mientras las peculiaridades de las culturas nacionalistas se expresan con el sentimiento, la emoción, la intuición.
La razón es un campo abierto, un terreno neutral, de encuentro, en el que pueden exponerse razones a discutir. Con el sentimiento y la emoción no ocurre esto, porque ellos habitan en otro campo.
Oponerse a los valores universales es un contrasentido. Encerrarse en los particularismos es apostar por el empobrecimiento. Despreciar y sentir cierta repugnancia por los modelos exteriores, manifestar, incluso, odio y hostilidad, por el prejuicio de considerarlo una amenaza,….
Un ilustrado no se “casa” con nadie porque se “casa” con todo el que exponga razones, a debatir, con lo universal, con lo humano, y no con sentimientos a los que, necesariamente, adherirse.
Alentar las diferencias, menospreciar las similitudes, sobrevalorar la identidad cultural,… provienen de supersticiones y prejuicios que enraízan en las tradiciones ancestrales, una vez depuradas, coloreadas, interesadamente interpretadas, vestidas de fiesta, …
¿Dónde está, aquí, la razón argumentativa que demuestre ser juicios y no prejuicios, realidades y no supersticiones?.
¿Y si una cultura se niega a reconocer la igualdad de “todos los hombres” (varones y mujeres), independientemente de la raza, religión, nación, lengua,…y defiende la superioridad de unos sobre otros, con exclusión social,…. habrá, también, que defenderla?.
¿Habrá que tolerar a las culturas intolerantes?.
¿Habrá que tratar, democráticamente, a quienes tienen como un objetivo prioritario la destrucción de la democracia?.
¿Habrá que respetar a las culturas racistas porque “como siempre han sido así”….
No bailo este tipo de músicas.
Soy más de Kant, racional y universalista, que de Herder, sentimental, ombliguista, exclusivista.
Soy más de Ernest Cassirer que de Heidegger.
Soy más de Sartre que de Levi Straus.
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