viernes, 31 de enero de 2020

FILOSOFÍA: ¿INFORMACIÓN Y/O FORMACIÓN? ( y 2 )



¿Por qué recurrimos a la Medicina para tener el Cuerpo Sano y no a la Filosofía para cuidar de la salud del alma?

 El ideal del Sabio, para Epicuro y su época, la helenística, es liberarse de la penuria y de las calamidades que, por todas partes, les rodeaban.
Filosofía para liberarse de los grandes miedos que acosaban a los hombres entre las sombras del desconocimiento.

El “filósofo del Jardín” para conseguir la ausencia del dolor y propiciar al placer aplicará el “Tetrafármacon” (dos para el placer y dos para el dolor).

¿Temer a los dioses, a la muerte, al destino…? NO, carece de fundamento dicho temor.

“Nadie por ser joven dude en filosofar, y ni por ser viejo se hastíe de filosofar. Pues nadie es joven o viejo para la salud del alma. El que dice que aún no es edad de filosofar o que la edad ya pasó, es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo al mismo tiempo, por su impavidez ante el futuro”

Igualmente en la Época de la Ilustración en que se asume un amplio sentido de la noción de “filosofía” como “aspiración al saber y la pretensión de racionalidad y naturalidad para ahuyentar el oscurantismo con el esclarecimiento de las cuestiones.

El origen de todos los males procede del oscurantismo, bien por ignorancia, bien por superstición, que pueden ser clarificados con/por la Razón.

Ordenando los diferentes saberes cultivados pueden beneficiarse de una actitud y actividad filosófica.

Nuestro Ortega y Gasset, en La Rebelión de las Masas, se lamenta de la “barbarie del especialismo”: “habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa sobremanera grave, porque significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora, no como ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio”

Despertar a la filosofía y sentirse motivado para avanzar por el camino del saber es porque ha descubierto algo que le atrae.

No se trata de aprender de los libros para repetir palabras, ensartando relatos sin penetrar su sentido.

La filosofía se hace viva cuando el problema le afecta personalmente y no puede afrentarlo él ni puede cumplirlo otro distinto a él pero pueden contribuir a ello otros filósofos, anteriores o contemporáneos para plantear el problema de forma adecuada y avanzar en su solución.

En la filosofía se entra por la exigencia de comprobar personalmente lo valioso que pueda haber en torno suyo y, sobre todo, cuando uno se percata que también él puede pensar, que sus criterios tienen valor, ya que él mismo ve las razones por las que son valiosos y llega a desconfiar, o superar incluso los razonamientos que se le habían propuesto.

No puede inculcarse, pues, ni asumirse una filosofía, por acomodo, por adaptación o domesticación al ser unas ideas dominadoras.

Quizá no pueda resolver totalmente todo el problema por el criterio propio, pero esa actitud filosófica pretenderá conseguir una conducta independiente, con posición propia.

Quizá no sea la respuesta ideal a su propio problema pero ya no es acumular nociones ajenas sino ejercicio en analizar problemas, proponer orientaciones, relacionar conocimientos, descubrir sentidos y someter continuamente a prueba cuanto acontece, cuanto se dice, cuanto se sabe.

Más que erudición de conocimientos ajenos, es la capacidad de descubrir el problema filosófico.

Si uno descubre el problema tiene que reconocerlo como algo que, personalmente, desea comprender y le interesa resolver.

El problema filosófico, pues, no es comunicable, sólo descubrible y, entonces, debe ir acompañado de libertad y de crítica, de creatividad.

El ejercicio filosófico es no sólo un actuar sino un saber actuar que afecta primariamente en quien lo realiza por lo que supone una cierta calidad de vida.

Ortega le atribuye a la filosofía la tarea de “saber a qué atenerse” al ser una actividad encaminada a saber hacer para que no te timen.

No es lo mismo responder a la pregunta “para qué sirve la filosofía” a preguntar si la filosofía es valiosa o no
Referirse a un valor, para valorarla, exige saber la escala de valores con la que compararla y ubicarla.

“Si todos los hombres vivieran bien, si la pobreza y la enfermedad hubieran sido reducidas al “minimum” posible, quedaría, todavía, mucho que hacer para producir una sociedad estimable pues, hasta en el mundo actual los bienes del espíritu son, por lo menos, tan importantes como los del cuerpo - afirma Bertrand Russell.

“El valor de la filosofía –añade el filósofo- debe hallarse exclusivamente entre los bienes del espíritu, y sólo los que no son indiferentes a estos bienes pueden llegar a la persuasión de que estudiar filosofía no es perder el tiempo”.

“Considerando como un deber el buscar lo que ignoramos –había afirmado Sócrates- nos volvemos mejores, más enérgicos, menos perezosos que si consideramos imposibles y ajenos a nuestro deber de búsqueda de la verdad desconocida”.

La filosofía, pues, aporta a quien la practica una calidad de vida que hace dirigir su mirada a lo justo, a lo bello, a lo bueno,…haciéndolo semejante a los dioses, algo divino.

La sabiduría conduce a actuar correctamente y, a la larga, tener éxito pues la sabiduría no puede tomar un camino falso sino que debe necesariamente obrar como es debido y, por ello, debe alcanzar el fin; sin ello dejaría de ser sabiduría.

“La filosofía no necesita ni protección, ni atención, ni simpatía de la masa, porque es una perfecta inutilidad, liberándose, por ello, de toda supeditación al hombre medio. Ella se sabe a sí misma, por esencia, problemática y abraza alegremente su libre destino, sin pedir a nadie que cuente con ella, ni recomendarse, ni defenderse.
Si a alguien, buenamente, le aprovecha para algo, se regocija por simple simpatía humana, pero no vive de ese provecho ajeno, ni lo premedita, ni lo espera” –afirma Ortega.

No es totalmente cierto y verdadera la famosa “tesis 11 sobre Feuerbach” de Marx: “los filósofos han “interpretado” el mundo de diferentes maneras cuando lo que importa es “transformarlo”

Y no es cierto porque la filosofía no se ha mantenido totalmente al margen de los acontecimientos ya que los filósofos han estado, siempre, en conexión con las creencias y los modos culturales de su pueblo, unas veces apuntalando lo que se creía y otras veces abriendo nuevos caminos, descubriendo problemas y proyectando nuevos modos de vida.

Ya la Ilustración fue consciente de la efectividad del saber, no sólo para vencer a la naturaleza, obedeciendo sus leyes, sino buscando también racionalidad para denunciar las desigualdades sociales y atreverse a saber para afirmar la libertad y la soberanía de cada uno de los hombres en sociedad como culturalmente diversos.

O, como afirmaba Nietzsche: “cada vez más, el filósofo va pareciendo un hombre necesario del mañana y del pasado mañana, se ha encontrado y debe encontrarse siempre en contradicción con su hoy…su tarea ha sido ser la mala conciencia de su tiempo…Su propio secreto, saber una grandeza nueva del hombre y encontrar un camino nuevo, no recorrido todavía para su engrandecimiento”

También para Platón, en su República, ideal, el filósofo debe salir del estado de mera “contemplación” para abrazar un estado de “creación”.
Se convertirá en un demiurgo-artesano, formando su carácter y abriéndoles los ojos a los ciudadanos aún no despiertos al mundo de la verdad, como lo puso en práctica Sócrates durante toda su vida, haciendo de tábano en las conciencias dormidas.

También Aristóteles con su división de los saberes: teóricos (contemplativos), prácticos (obrar) y poyéticos (hacer).

“Saber observar-ver”, “saber obrar”, “saber hacer-construir”

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