viernes, 20 de septiembre de 2013

HISTORIA DE UNA FALSIFICACIÓN.


“EL FRAUDE”

¿Qué diríais si alguien se presentase en vuestra casa y os mostrase una Escritura de Propiedad o un Documento de Donación en el que, expresamente constase que ese piso, en la Cll/ XXXXXXXXX, nº YY, de Málaga, D.P. 290XX, en realidad no era vuestro y que ya podíais ir haciendo las maletas y empaquetándolo todo porque vuestro piso no era vuestro sino del portador de esa Escritura o Documento?

Y os lo creéis. Y os vais.

Pero, si pasado un tiempo, se demuestra que esa Escritura o Documento es FALSO y que no tenían ningún derecho a expropiároslo, ¿Qué haríais? ¿Le daríais un beso al “estafador” o le pediríais daños y perjuicios, además de hartarlo de todo y mandarlo a…?. (puntos suspensivos).

¿Y si os lo encontrarais, a diario por la calle, y os saludara muy amablemente y os aconsejara, constantemente, que no pecarais, que no robarais, que no desearais a la vecina del quinto, que fueseis justos, caritativos e indulgentes,….?

Pues eso, ni más ni menos, pero a niveles muy superiores, fue lo que hizo la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana.

La Iglesia Católica ha sido/es “tan lista, tan lista, tan lista” que ha actuado, a lo largo de la historia, maquiavélicamente siglos antes de que existiera Maquiavelo.

Maquiavelo, en el siglo XVI escribió El Príncipe en el que,  entre otras muchas cosas, decía:

1.- Cómo conseguir el poder si no se lo tiene (y en esto la Iglesia Católica lo ha bordado, desde el siglo VIII)

2.- Cómo no perderlo y mantenerse en él cuando ya se lo tiene (y también lo ha bordado).

(Quédense con estos nombres: Carlos Martel-Gregorio III (Papa), Pipino el Breve-Esteban II (Papa) y Carlomagno-León III (Papa).

Este trío responde al número 1 (cómo conseguir el poder).

Desde el siglo VIII hasta el siglo XIX, presentando como aval el Documento de la “Donatio Constantini”, hasta el siglo XIX (año 1.870) en que desaparecen los Estados Pontificios, con la unificación de Italia. Garibaldi y Víctor Emanuel Rey De Italia, con el pueblo gritando  V.E.R.D.I. y cantando el coro de los esclavos de la ópera Nabuco, de Verdi responde al número 2.

La historia (no leyenda) comienza así:

El papa Esteban II nombró al mayordomo palatino Pipino el Breve como Rey de los Francos, dando por extinguida la Dinastía Merovingia (año 752).

El Papa pues, se arrogaba la capacidad de traspasar la dignidad real de una dinastía a otra y, a la vez, como contrapartida, concedía al Rey de los Francos la capacidad de intervenir en los asuntos de Italia, que era parte del Imperio Bizantino.

De hecho, Pipino el Breve cruzó los Alpes, año 756, a instancia del Papa Esteban II, en dos ocasiones para reconquistar regiones italianas, (que le pertenecían al Imperio Bizantino, único heredero del Imperio Romano, al desaparecer el Occidental) en poder de los Lombardos  y que le habían puesto cerco a Roma y, una vez vencidos y ganados los territorios, Pipino el Breve se los donó a “San Pedro” (al Papado), es la denominada “Donación de Pipino”. Ese fue el comienzo del enorme patrimonio de la Iglesia, sibilina y engañosamente, por un “fraude” de la curia romana. Ese fue el origen de los Estados Pontificios, que llegarían hasta el 1.870

Así comenzaron a constituirse, en el siglo VIII, los Estados de la Iglesia, y el Papa quedó convertido en un monarca temporal.

Tras Pipino el breve vendría el gran Carlomagno.

La Santa Sede, con el Papa Adriano I le había ayudado a solucionar ciertos problemas con jefes revoltosos de su reino y en países conquistados.

Su sucesor, León III, elegido sólo por una parte de los cardenales, fue acusado, por la otra parte, de vida licenciosa, de adulterio,… y lo depusieron.
Al no poderse probar las acusaciones al Papa Carlomagno y León III se dirigieron juntos a Roma, donde sería, de nuevo, entronizado.

PERO, estando en Roma, el día de Navidad del año 800 ocurrió la cosa más extraña:

Cuando el Rey se arrodilló para rezar delante del altar mayor, se le acercó el Papa y le puso en la cabeza la corona imperial, con una reverencia, como se hacía en la antigüedad, lo saludó como Emperador y Augusto y lo ungió.

¿Sabía Carlomagno que eso iba a ocurrir?

Si lo hubiera sabido ¿lo habría aceptado?

¿Por qué aceptó la corona imperial en una estancia eclesiástica?

En ese mismo acto el Papa ungió Rey de los francos al hijo de Carlomagno, también llamado Carlos.

De esta manera tan burda el antiguo Imperio Romano, que prácticamente había dejado de existir el 476, con la irrupción de los bárbaros, fue restaurado, de golpe y porrazo. en ese acto litúrgico.

PERO, al ser coronado Emperador de Roma quedaba obligado a ser, también, defensor y protector temporal de la Cristiandad Occidental y, sobre todo, de la Iglesia Romana, por lo que asumió una responsabilidad religiosa frente a paganos y musulmanes, cooperando con la Iglesia en todo lo que ésta ordenase.

Por ejemplo, igual que su padre, Carlos Martel, había parado a los musulmanes en Poitiers, año 732, ante la ayuda solicitada por el Papa Gregorio III, cuando los musulmanes iban camino de Roma para hacer del Mediterráneo “mare suum”, Carlomagno entró en España, para tomar Zaragoza (y reforzar la Marca Hispánica), año 774, a instancia de Adriano I, y como no pudo, tuvo que retirarse, a la desesperada, por el camino más corto, pero cayó en una emboscada en el paso de Roncesvalles, por los insurrectos vascones. Y todos hemos leído y oído la Chanson de Roland, que era su sobrino y uno de los jefes que dirigía la retaguardia  y que moriría en la Batalla de Roncesvales

Carlomagno legislaría, después, siempre beneficiando a la Iglesia Romana (ayudando al clero, respetando los diezmos, la inmunidad eclesiástica, introduciendo el gregoriano en el culto...)

Un antipapa, Pascual III, lo canonizó, aunque, posteriormente, la Iglesia no lo ratificó.

Y todo ello, siempre, esgrimiendo el documento de la “Donación de Constantino I” (siglo IV) que éste hizo al  Papado (en el papa de turno) que entonces era Silvestre I (314-335).

Posteriormente, con el mismo documento, el Papa León IX, le manda una carta a Miguel Cerulario (año 1.054), Patriarca de Constantinopla, la Nueva Roma que, lógicamente, se consideraba el auténtico sucesor de San Pedro, ya que sólo había caído el Imperio Romano de Occidente, pero el de Oriente (Bizantino) seguía vivo para que se reconociera subordinado a Roma, según el Documento de “la Donación”

Y la Nueva Roma, Constantinopla, era la heredera de la Vieja o Antigua Roma.

Si protestaron poco por lo de Carlomagno fue porque éste no fue coronado Emperador de todo el imperio, sino sólo de una parte, además lo consideraban Emperador Franco.

¿Cuál era la intención del falso Documento? Apoyar la demanda de los Papas ante el poder secular en Italia. Y como el Emperador Bizantino no había acudido a ayudar al Papado de Roma, ante el ataque de los lombardos, ese gesto era considerar que esos territorios ya no les pertenecían. Y, en ese momento, es cuando le presentan a Pipino el Breve el falso documento, por lo que….

¿QUIÉN, DÓNDE Y CUÁNDO se escribió?

No se sabe a ciencia cierta ninguna de las tres respuestas.

Debió ser escrito alrededor del año 750. Seguramente en Roma. Por alguien de la Curia Romana. Cuando Esteban II debía negociar con Pipino el Breve, para que le “devolviera” (“restitución”) a Roma los territorios italianos que los lombardos le habían arrebatado al Imperio Bizantino y que, según constaba en ese fantástico Documento, escrito ad hoc, le correspondían al Papa de Roma, sucesor de San Pedro.

El Documento de la Donación era el “argumento legal” con el que sostener los derechos papales a gobernar vastas regiones de Italia.

Siguió “vigente” hasta el siglo XV, porque se le consideró auténtico. Y, aunque no lo invocaran, en 1.493, el Papa se atribuyó la facultad para dividir el Nuevo Mundo Sudamericano y señalar la línea divisoria entre España y Portugal

Hasta el siglo XIX, sin embargo, la Iglesia seguía defendiendo su autenticidad, en contra del dictamen de los expertos.

¡CASI SETECIENTOS AÑOS ASENTADOS EN LA FALSEDAD, EN LA MENTIRA Y APROVECHÁNDOSE DE ELLO¡

Ya el Cardenal Nicolás de Cusa lo consideró apócrifo.

Pero fue en el 1.440 cuando Lorenzo Valla demostró, fehacientemente, con una crítica y un análisis, tanto histórico como filológico-lingüístico del texto la falsedad del mismo.

Según L. Valla el lenguaje del Documento era equivalente al latín cortesano del siglo IX, nada que ver con el latín que se usaba en los años finales del Imperio Romano, al incorporar giros idiomáticos y palabras que no existían en el siglo IV.

Dice L.Valla que incluso mostraba la palabra “feudo” (yo no la he visto; a no ser que aparezca en la 1ª parte), concepto desconocido en la Europa del siglo IV. Así como se refleja, en él, anacronismos históricos, cuando hace referencia a Bizancio como una provincia, cuando entonces era sólo una ciudad. O cuando se refiere a Judea, que aún no existía, o a los templos de Roma.

L. Valla ya había tenido, anteriormente, problemas con la Iglesia cuando, argumentando con razones gramaticales, demostró que el Credo de los Apóstoles no podía haber sido escrito, realmente, por los Apóstoles. Por lo que la Inquisición lo declaró “hereje”. Menos mal que Alfonso V impidió que fuera ejecutado.

Y, a pesar de haber demostrado la falsedad de la “Donatio” en el 1.440, por miedo a ser condenado, otra vez, y ejecutado, no se publicó hasta 1.519, el mismo año que Lutero comenzó a echarle el pulso a Roma. ¿Fue por casualidad, el año?

La Iglesia jamás ha reconocido ni declarado falso el Documento, aunque desde el siglo XV ya no lo invocara como sustento legal para la existencia del Estado Pontificio.

En los siglos XIV-XV la Iglesia sufrió dos grandes crisis:

1.- El traslado de la Santa Sede a Avignon, no por gusto, sino como consecuencia de la lucha entre la Monarquía Francesa y el Papado, por lograr la subordinación del poder eclesiástico al poder civil

2.- El escandaloso Cisma de Occidente.

El Documento consta de dos partes:

En la 1ª Constantino relata cómo fue instruido en la fe cristiana, por Silvestre. Hace, luego una profesión llena de fe y cuenta cómo ese Papa lo bautizó en Roma y cómo, de este modo, se curó de la lepra.

La 2ª parte, es la “Donación”.

                                         La «Donatio Constantini»

...Junto con todos los magistrados, con el senado y los magnates y todo el pueblo sujeto a la gloria del Imperio de Roma, Nos hemos juzgado útil que, como san Pedro ha sido elegido vicario del Hijo de Dios en la tierra, así también los pontífices, que hacen las veces del mismo príncipe de los Apóstoles, reciban de parte nuestra y de nuestro Imperio un poder de gobierno mayor que el que posee la terrena clemencia de nuestra serenidad imperial, porque Nos deseamos que el mismo príncipe de los Apóstoles y sus vicarios nos sean seguros intercesores junto a Dios. Deseamos que la Santa Iglesia Romana sea honrada con veneración, como nuestra terrena potencia imperial, y que la sede santísima de san Pedro sea exaltada gloriosamente aún más que nuestro trono terreno, ya que Nos le damos poder, gloriosa majestad, autoridad y honor imperial. Y mandamos y decretamos que tenga la supremacía sobre las cuatro sedes eminentes de Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla y sobre todas las otras iglesias de Dios en toda la tierra, y que el Pontífice reinante sobre la misma y santísima Iglesia de Roma sea el más elevado en grado y primero de todos los sacerdotes de todo el mundo y decida todo lo que sea necesario al culto de Dios y a la firmeza de la fe cristiana...

...Hemos acordado a las iglesias de los santos Apóstoles Pedro y Pablo rentas de posesiones, para que siempre estén encendidas las luces y estén enriquecidas de formas varias; aparte, por nuestra benevolencia, con decreto de nuestra sagrada voluntad imperial hemos concedido tierras en Occidente y en Oriente, hacia el norte y hacia el sur, a saber en Judea, en Tracia, en Grecia, en Asia, en Africa y en Italia y en varias islas, con la condición de que sean gobernadas por nuestro santísimo padre el sumo pontífice Silvestre y de sus sucesores...

...Desde este momento concedemos a nuestro santo padre Silvestre, sumo pontífice y papa universal de Roma, y a todos los pontífices sucesores suyos, que hasta el fin del mundo reinen sobre la sede de san Pedro: nuestro palacio imperial de Letrán, la diadema, o sea nuestra corona, la tiara, el humeral que suelen llevar los emperadores, el manto purpúreo y la túnica escarlata y cualquier otra indumentaria imperial, la dignidad de caballeros imperiales, los cetros imperiales y todas las insignias y estandartes y los diversos ornamentos imperiales, y todas las prerrogativas de la excelencia imperial y la gloria de nuestro poder. Queremos que todos los reverendísimos sacerdotes que sirven a la misma santísima Iglesia Romana en sus diversos grados, tengan la distinción, potestad y preeminencia con las que se adorna gloriosamente nuestro ilustre Senado, es decir, que se conviertan en patricios y cónsules y sean investidos con todas las otras dignidades imperiales. Decretamos que el clero de la Santa Iglesia Romana se adorne como el ejército imperial. Y como la potencia imperial se circunda de oficiales, chambelanes, servidores y guardias de todo tipo, así también queremos que la Santa Romana Iglesia esté adornada con los mismos. Y para que resplandezca magníficamente el honor del Pontífice, decretamos asimismo lo siguiente: que el clero de la Santa Iglesia Romana adorne sus caballos con arreos y gualdrapas de lino blanco y así cabalgue. Y como nuestros senadores llevan calzados blancos de pelo de cabra, así los lleven también los sacerdotes, para que las cosas terrenas sean adornadas como las celestiales, para gloria de Dios. Además, a nuestro santísimo padre Silvestre y a sus sucesores les damos autoridad de ordenar a quien quiera que desee ser clérigo, o de agregarlo al número de los religiosos. Nadie actúe con arrogancia respecto a esto. También hemos decidido que él y sus sucesores lleven la diadema, o sea la corona de oro purísimo con gemas preciosas, que de nuestra cabeza le hemos concedido. Pero porque el mismo beatísimo Papa no quiso llevar una corona de oro sobre la corona del sacerdocio, que lleva a gloria de san Pedro, Nos con nuestras propias manos hemos puestos sobre su santa cabeza una tiara brillante de cándido esplendor, símbolo de la Resurrección del Señor y por reverencia a san Pedro le sostuvimos las riendas de su caballo, cumpliendo para él el oficio de caballerizo: establecemos que también todos sus sucesores lleven en procesión la tiara, con un honor único, como los emperadores. Y para que la dignidad pontificia no sea inferior, sino que tenga mayor gloria y potencia que la del Imperio terreno, Nos damos al mencionado santísimo pontífice nuestro Silvestre, papa universal, y dejamos y establecemos en su poder gracias a nuestro decreto imperial, como posesiones de derecho de la Santa Iglesia Romana, no solamente nuestro palacio, como ya se ha dicho, sino también la ciudad de Roma y todas las provincias, lugares y ciudades de Italia y del Occidente. Por ello, hemos considerado oportuno transferir nuestro imperio y el poder del reino hacia Oriente y fundar en la provincia de Bizancio, lugar óptimo, una ciudad con nuestro nombre, y establecer allí nuestro gobierno, puesto que no es justo que el emperador terrenal reine allí donde el Emperador celestial ha establecido el principado de los sacerdotes y la Cabeza de la religión cristiana. Decretamos que todas estas decisiones que hemos sancionado con un sagrado decreto imperial y con otros divinos decretos, permanezcan inviolables e íntegros hasta el fin del mundo. Por consiguiente, en presencia de Dios vivo que nos ordenó reinar, y delante de su juicio tremendo, decretamos solemnemente, con este acto imperial, que a ninguno de nuestros sucesores, magnates, magistrados, senadores y súbditos que ahora, o en el futuro estuvieren sujetos al imperio, sea lícito infringir esto o alterarlo de cualquier modo. Si alguno -cosa que no creemos- despreciase o violase esto, sea alcanzado por las mismas condenas y les sean adversos, tanto ahora como en la vida futura, Pedro y Pablo, príncipes de los Apóstoles, y con el diablo y con todos los impíos sean precipitados a quemarse en lo profundo del infierno

      Hemos puesto éste, nuestro decreto, con nuestra firma, sobre el venerable cuerpo de san Pedro, príncipe de los Apóstoles.

      Fechado el 30 de Marzo del año 315. (Según la obra de Pepe Rodríguez: “Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica”

     TODO FUE UN “FRAUDE”, NO SÓLO “FALSEDAD” (OBJETIVA), SINO MENTIRA (SUBJETIVA, PECADO).

     PERO TODO ERA POR UNA BUENA CAUSA.

 

1 comentario:

  1. como todo lo que usted escribe maestro es Im-presionante
    Salud y Paz
    Lupe

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