Los tres “filósofos de la sospecha”.
Marx, Nietzsche y Freud “sospechan” que, bajo los ropajes, se esconde la auténtica realidad.
La “alienación de la, cada vez más creciente, clase obrera”. Habrá, pues, que “desalienar”, con la revolución..
La “máscara de toda la cultura occidental” para tapar la auténtica realidad, el fondo dionisíaco del instinto vital. Habrá, pues, que “desenmascar”.
La “represión infantil de la sexualidad” que la cultura intenta sublimar. Habrá, pues, que buscar en la etapa infantil el origen de los desequilibrios psicológicos.
Genealogía como método de “deconstrucción”.
Genealogía socio-económica, genealogía antivital, genealogía psicológica.
Desnudar la “realidad patente” para contemplar la “realidad latente”, “la nuda realidad”.
Entrar a analizar la obra de Nietzsche es lo más opuesto a entrar en Carrefour o en el Corte Inglés, en los que los productos están, perfectamente, ordenados por departamentos, en los que los yogures no se mezclan con los televisores, ni la ropa infantil con los zapatos de caballero.
Entrar en la obra de Nietzsche es ingresar en una tela de araña, en un maremagnum, en un laberinto, en el que está “toda” la filosofía, pero no cada cosa en su sitio, ordenadamente.
No hay un departamento de Epistemología, otro de Ética, otro de lenguaje, otro de religión,…. Está todo un sistema filosófico, pero de manera asistemática.
Allí hay Teoría del conocimiento, hay Praxis ética y hay Doctrina de Salvación. Pero todo está revuelto.
Si Nietzsche es un “deconstructor” que dinamita las ilusiones de la tradición filosófica (“pincha la burbuja metafísica”), no lo hace por placer sádico destructivo, sino para despejar el terreno, para hacer sitio, para dejar limpio el solar, para su nueva construcción, totalmente distinta a las anteriores.
Lo que “hay”, en un tiempo determinado, no es lo que “hay” en otro tiempo. Lo que “había” en el estoicismo no es lo que “hubo” en el cristianismo medieval ni lo que “habrá” en la modernidad.
Tampoco es el mismo el “instrumento” con que se “conocía” lo que había.
Con los tiempos cambian tanto el “ser” como el “conocer”.
Lo que “hay” ya no es “lo divino” y la forma de conocerlo ya no va a ser el “orao” (la “contemplación”).
Lo que “hay” ya no es “Dios” y el método cognoscitivo la “fe” (la “creencia”).
Lo que “hay” ya no es “el universo” como un conjunto de fuerzas y el método de conocerlo la Razón (“la ciencia”).
Para echar abajo, para “deconstruir” todo el edificio anterior, la mejor forma de hacerlo es saber “cómo ha surgido, cómo se ha construido”, “cómo ha sido engendrado y por qué y por quién”..
El método de Nietzsche es el “genealógico”, la Genealogía.
La verdadera Filosofía debe rastrear el origen (“genealogía”) oculto de las ideas y de los valores (“la bondad”, “la democracia”, “el derecho”, “la moral”, “la verdad”, “la belleza”, “la ciencia”…).
Se nos han transmitido, por tradición, como intocables, como sagrados, totalmente objetivos, totalmente ciertos, como caídos del cielo.
Es lo que han creído las sociedades, en tiempos determinados, que las sociedades posteriores se han encargado de destruirlos, de superarlos.
¿Y las Ideas y Valores de la Modernidad van a escapar a dicha demolición y superación?. ¿Son sagrados, intangibles, universales, buenos,….?.
Si descubrimos el “origen” de cómo han surgido y han llegado hasta nosotros, descubriremos que también “son cuentos chinos”.
Sólo de la “consideración de la vida”, de cómo ésta ha sido vista, puede explicarse todo lo que hay. Ella es el único punto de referencia.
Pero, a lo largo de la historia la vida ha sido considerada como prueba, como don a sacrificar, como lugar de paso, como preparación para..
Todas las filosofías anteriores han sido “antivitales”, como moneda a invertir para una “vida superior y posterior”, de ahí sus ideales, sus valores,…
Las nuevas ideas, los nuevos valores, ya no deben provenir ni del Cosmos estoico, ni del Dios cristiano, ni de la Razón moderna, sino “de la VIDA”.
Todo lo que pensamos, decimos, hacemos… depende de nuestra vida como punto de referencia.
Cuando la “vida es vista así”, entonces sus productos, sus verdades, sus valores, son “así”. Cuando “la vida es vista asao” sus verdades, sus valores son asao.
Una vez puesto todo esto de manifiesto comprendemos los falsos edificios construidos, con pretensiones de objetivos, desinteresados y eternos, “ahí”, para poder ser contemplados y asumidos, que habrá que “deconstruir”.
La única realidad “básica” (de “base”) y fundamental (de “fundamento”) es la VIDA, y desde ella debe construirse el nuevo edificio postmoderno.
Todo valor es “interesado”, por lo tanto, dependiente. Si algo es propuesto, a los demás, como “valioso” es por interés de alguien.
Una de sentencias de Nietzsche es: “no existen “hechos” sino “interpretaciones”.
¿Y desde dónde “interpretamos”?. ¿Por qué se “interpretan” así y no de otra forma?.
No hay “hechos” (neutros, objetivos, “ahí”) sino “interpretaciones” (subjetivas, culturales).
¿Por qué ese “hecho” para unos es un “homicidio” y para otros un “asesinato”?.
¿Por qué unos ven como verdadero, bello, bueno,….. (valores), lo que otros ven como falso, feo, malo o indiferente,…. (antivalores)?
¿Por qué?.
Nada hay absoluto, todo es relativo, está en relación con “la vida” de quien interpreta. Es producto y expresión del “estado vital del que interpreta. Todo es histórico, nada es eterno, evidente, objetivo, autónomo…
Hagamos ver su “origen” y todos los valores hasta ahora considerados eternos se diluirán y desaparecerán como el azucarillo en el agua, se vendrán abajo sus pretensiones.
Todo lo hasta ahora “intangible” e “incontestable” se volverá “tangible” y “contestable”, perecedero,…
“Tras las valoraciones sólo hay intereses”. Tras/bajo la superficie está el fondo, y tras el fondo, el transfondo, y tras éste….
Las palabras son sólo máscaras (que enmascaran). no fotografías que reflejen la realidad. Las opiniones no son verdades, sino escondites.
Es la “deconstrucción” de Nietzsche.
El Conocimiento nunca/jamás podrá llegar a aprehender la verdad absoluta, porque siempre habrá un transfondo tras el último al que hayamos llegado.
Lo real, en el fondo, es un caos, nada de “cosmos”, y menos de “divino” y “racional”.
Nunca la razón, la ciencia, con su tejido de causas y efectos, podrá asir el caos. La Razón, la Ciencia, para poder existir necesita “orden”, “cosmos”,
Es como querer coger agua con una cesta. El agua es la vida, la cesta es la Razón, la Ciencia.
La cultura, toda cultura, no es más que la superficie apolínea del fondo dionisíaco, motor de la realidad y de la vida.
La cultura, toda cultura (sean Ciencia, Arte, Moral, Filosofía, Religión,….) no es sino máscaras que enmascaran la realidad de la vida, la sinrazón de la vida, que es instinto caótico.
La Razón como un manto que camufla la irracionalidad de la vida.
La cultura occidental (una mascarada) está en el punto de mira de Nietzsche, que se propone “desenmascarar”, “deconstruir”.
Pero este “método genealógico”, a nivel social, es el mismo “método psicológico” a nivel personal.
A la historia le ha dado miedo enfrentarse a la vida (de ahí la “decadencia occidental”), a cada uno de nosotros también, porque aceptar el instinto y el caos supondría la renuncia al orden, y eso incomoda.
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