jueves, 2 de febrero de 2012

FILOSOFÍA ( C 2) ADÁN Y PROMETEO, EVA Y PANDORA, LA MANZANA Y LA CAJA.

En nuestra manera de pensar, los hombres venimos ya pertrechados, genéticamente, con unos esquemas mentales que nos guían en nuestra relación con la realidad.

No nos conformamos con detectar, con verificar, los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor, buscamos, queremos saber, además, por qué se dan, por qué ocurren esos fenómenos.

No nos conformamos con comprobar que está lloviendo, queremos saber por qué llueve. Buscamos, tendemos a encontrar, las causas de los fenómenos.

Durante gran parte de la historia de la humanidad la aparición de una peste, de una riada o de una sequía, con sus muertes y hambrunas correspondientes, no sólo, por desgracia se sufrían, se buscaban los porqués.

Generalmente, la causa de tales fenómenos eran los pecados de los hombres, que hacían que Dios los permitiera (no iba a ser Dios, omnipotente e infinitamente bueno, la causa de los mismos).

La solución, pues, estaba en los causantes culpables de los mismos. Para que eso se parase y no volviese a ocurrir había que pedir perdón, hacer penitencia, dar limosnas, rezar, sacar en procesión a la virgen y/o al santo correspondiente…y, a raíz de eso, podían ocurrir dos cosas:
1.- que cesasen, y entonces dábamos gracias y confirmábamos nuestra creencia en la culpabilidad, o,
2.- que no cesasen y continuasen, por lo que debíamos redoblar e intensificar todo lo anterior, porque no habría sido bastante o no lo habríamos hecho correctamente..

El hombre, en su conocer, necesita ir más allá de los fenómenos. Por eso, cuando no se saben, cuando no se conocen las causas, uno se las cree. Así descansa su necesidad de respuestas.

Saber y creer. Creer y saber. Dos planos yuxtapuestos que, a la vez que el hombre los necesita, ellos, entre sí, se excluyen.

Lo que se sabe no se cree. Lo que se cree no se sabe.

Nosotros estamos aquí, ahora, leyendo este artículo, viviendo. Pero ¿por qué estoy yo en este mundo?. – por mis padres. ¿Y mis padres?. – por sus padres. ¿y….?. Y así nos montamos en la escalera de un proceso hasta el infinito y, como esto es imposible (y, además, no puede ser), entonces tuvo que haber uno que fuera el primero, que engendrara al segundo y…así hasta llegar a nosotros.

¿Por qué tenemos que trabajar?. ¿Por qué se muere la gente?. ¿Por qué existen tantas y tan graves enfermedades?.¿Por qué….?. Preguntas y más preguntas.

Todas las culturas han dado respuestas a estas preguntas. Culturas distintas, respuestas distintas.
Nosotros, los cristianos, conocemos muy bien nuestros mitos que hablan de los orígenes.

En el primer libro de la Biblia, en el Génesis, aparece la respuesta. Antes no había nada y Dios sacó el mundo de la nada. Lo creó en seis días y, al séptimo, descansó.

Dios creó al hombre el día sexto. Cogió barro, le insufló aire/aliento, le dio vida y apareció el primer hombre, Adán. Luego, como estaba aburrido, estando dormido Dios hizo a la mujer, sacándola de una costilla. La primera mujer, Eva, es, por lo tanto inferior al varón.
(Lean Uds. esos versículos y comprobarán que, allí mismo, hay otra versión: Dios hizo al hombre: varón y mujer los creó, al mismo tiempo, de la misma manera, no hay, pues inferioridad,….)
¿Por qué se insiste, sobre todo, en la primera versión?. Por intereses. A la Sociedad y a la Iglesia les ha interesado que la mujer sea inferior, en naturaleza, al varón.

Luego Eva, el demonio, la manzana, Adán que come, expulsión del paraíso por desobedecer (el gran pecado para los señores), trabajar con sudor y parir con dolor….

Ya tenemos la respuesta a los porqués de las enfermedades, de la muerte, del trabajo…..EVA es la culpable de todas nuestras desgracias. El pecado original….

La otra versión es la que aparece en la mitología griega. Es la de Prometeo, Epimeteo y Pandora.

Epimeteo va repartiendo todas las cualidades (alas, garras, patas, bocas…) a todos los seres creados. Y cuando Prometeo aparece con el ser creado por él, el hombre, se encuentra que ya no quedan cualidades que repartir porque su hermano Epimeteo ya las ha repartido todas.
Acude Prometeo al cielo y le roba a Zeus el fuego para que “su hombre” pueda calentarse (y no morir de frío), pueda comer (cociendo la carne), pueda hacer espadas (para defenderse) y construir instrumentos de labranza (para sacar alimentos de la tierra).

Y Zeus se enfada con Prometeo pero…

En el sacrifico ritual del toro en el altar y en honor de Zeus, una vez muerto y sangrado, se hacen dos lotes con sus restos: en uno se pone la carne tapada por la piel y en el otro los huesos cubiertos con la grasa.
Prometeo quiere engañar a Zeus y que éste elija el 2º (lo normal era que fuera la carne la que estuviera bajo la grasa).
Zeus, que se da cuenta de la trampa que Prometeo le lanza, conscientemente, adrede, elige el peor lote. Pero comienza la trama para el desquite, contra Prometeo.
Crea a Pandora (pan (todos) – dora (cualidades) ). Un cuerpo bello, irresistible, de “mujer fatal”, que posee todas las cualidades porque todos los dioses y diosas se han encargado de ir poniendo en ella lo mejor. Y se la ofrece como compañera a Prometeo.

Prometeo sospecha y no pica. Quien si cae en la trampa es su hermano Epimeteo, más inocente.

Pandora, la mujer atractiva externamente, tiene un interior de fuego avivado por el deseo sexual siempre insatisfecho, que agotará a los hombres.

La venganza sería algo así como “¿No querías fuego, Prometeo, pues toma fuego. Un fuego en el que te vas no a calentar, sino a consumir. Ella será tu perdición”.

Pero Pandora lleva al matrimonio, como dote, una caja, La Caja de Pandora, que, según órdenes de Zeus, “nunca debía abrir”. Pero…..la curiosidad hace que Pandora la abra y, en ese momento, todos los males del mundo (la peste, la guerra, el hambre, las enfermedades, las sequías…..) se esparcieron por toda la tierra.

Pandora se dio cuanta ya tarde. Cuando la cerró, en ella sólo quedaba una cosa: la esperanza. De ahí el dicho “lo último que se pierde es la esperanza”.

Ya tenemos, de nuevo, las respuestas a los porqués.

La mujer, de nuevo, también aquí (como en todas las culturas) es la causante, la culpable de todos los males que han sobrevenido y sobrevendrán a los hombres.

De nuevo la mujer como chivo expiatorio y todo por “desobedecer” (el gran pecado”, tan querido por los dominadores).

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