lunes, 13 de febrero de 2012

FILOSOFÍA (C6)


El gato es, por naturaleza, carnívoro, y si no encuentra carne morirá de hambre, no comerá granos de trigo.
La paloma es, por naturaleza, granívora, y si no encuentra grano morirá de hambre, no comerá carne.
Sus programas (carnívoro y granívoro) los determinan. No pueden salirse de ellos.

El hombre, en cambio, está tan poco programado por naturaleza que puede desembarazarse de las reglas que su programa le marca.

“En el hombre, la voluntad habla, incluso cuando la naturaleza calla”. Muy distinto al animal, en el que sólo la naturaleza habla, habla todo el tiempo y habla en voz alta, por lo tanto no puede no obedecerla, no es libre para ello.

Un animal nunca morirá de huelga de hambre, estando el alimento a su alcance, la naturaleza lo determina a responder, ante el hambre y la comida, comiendo.
Al revés que el hombre, que por una gran variedad de motivos, puede dejarse morir de hambre, porque es libre, ante el hambre y el alimento, de comerlo, de no comerlo, o de posponer comérselo.

El hombre, aunque nazca dotado de un programa genético (ADN), puede apartarse de esas reglas naturales, incluso crear una cultura que sea contraria a ellas, punto por punto.
Por ejemplo, “la cultura democrática”, que es antinatural, lo más opuesto a la “selección natural”. Por ésta, sólo sobreviven los más aptos, uno o varios, pero no todos. Y mandan sobre sus congéneres uno (monocracia) o varios (oligocracia). Los menos aptos, perdedores, perecerán, de manera natural.
En la cultura “democrática”, por el contrario, los que mandan son “todos”, quedando garantizada, así, la protección de los más débiles.

Pero, también es verdad, el hombre puede ser el único animal diabólico.
Quienes somos de pueblo hemos visto muchas veces cómo el gato puede comerse el ratón, aunque esté vivo (por instinto) pero también puede “jugar” con él, antes de comérselo, mostrando cierta agresividad y/o crueldad con él, a base de manotazos, esperando que se recupere, para darle otro manotazo. Yo lo he visto muchas veces en presencia de su prole, como enseñándoles a cazar.
Pero una cosa es obrar mal y otra muy distinta es “convertir el mal en un proyecto”.

Se puede afirmar que “ningún animal tortura”. Cuando dos animales luchan por la “jefatura” de la manada, se agreden, hasta brutalmente, justo hasta el momento en que uno de los dos se retira de la contienda, considerándose perdedor, y “dando como ganador” al otro. Éste, al sentirse ganador, “descansa” y no perseguirá hasta la muerte al perdedor.
La escena del perro perdedor, mostrándole al ganador su cuello, para que le dé la última dentellada y acabe con su vida, hace saltar el resorte del instinto asesino, que queda paralizado, y se retirará de la escena, una vez mostrada por el perdedor la jefatura de la manada.

En el Museo de la Tortura de Gante se muestran una gran cantidad de instrumentos de tortura inventados por los hombres para torturar, hasta la muerte, a muchos de sus congéneres.
En el Centro Cívico de Málaga se pudo visitar una muestra de los mismos.

Cuando el animal “obra mal” con otro es por la indiferencia ante el sufrimiento del otro. Un animal no se pone en lugar del otro. O sufre o no sufre, pero si no sufre no es capaz de ponerse en el lugar del que sufre.
En el hombre sin embargo, no ocurre así. Podemos ponernos en lugar del que pasa hambre o es torturado.
La “maldad” humana consiste en “obrar, conscientemente, contra sus iguales”. Algo que únicamente ocurre en la especie humana.

El depredador y su presa es muy distinto al verdugo y sus víctimas. Allí es el instinto natural, aquí es la “maldad” (voluntad (quiere) consciente (sabe) de hacer el mal.
El hombre, al hacer el mal, sabe lo que hace, incluso puede complacerse en hacerlo (el sádico y su sadismo).
La tortura gratuita es un exceso, al margen de toda lógica natural.
Yo, que fui un defensor de la “fiesta nacional”, de los toros, tras dedicarle bastante tiempo a su estudio, he cambiado de opinión. Pero no porque el picador, el banderillero, el torero,… disfruten, sádicamente, al picar, banderillear,…. al toro, porque, lo que en el fondo se intenta es mermarle fuerzas para sacar ventaja en eso que llaman, eufemísticamente, “lucha de la inteligencia contra el instinto”.
Es que creo que el animal tiene “sensibilidad” y sufre. Su ataque es de defensa, porque no tiene salida.
¿Son necesarias las corridas de toros?. NO. Pero el torero no es un sádico que obtenga placer gratuito al herir. Es un tramposo, un manipulador.

¿Por qué este exceso en el mal, cuando éste no es necesario, incluso inútil?.

“Un serbio obliga a un abuelo cróata a comerse el hígado de su nieto, vivo”. ¿Por qué?.
“Los hutus le cortaban los pechos a las mujeres tutsis para divertirse y calzar mejor las cajas de cervezas”. ¿Por qué?.
“Los cocineros que le cortan las ancas a las ranas vivas (cosa que yo hacía en mi pueblo, de pequeñajo) o trocean una anguila viva, empezando por la cola”. ¿Por qué?.
¿Por qué no matarlas antes?.
¿No es esto una concepción cartesiana de los animales?.
¿Por qué hacía, yo, el “día de los quintos”, montado en un caballo/mulo/burro, cortarles las cabezas a los gallos vivos, pendiendo de una cuerda, por las patas, y pasando, corriendo, por debajo de ellos, como si fuera un concurso de cintas, montado en bicicleta?.

Como son “máquinas cartesianas”, no sufren…
¿Alguien ha visto, disfrutando, “torturando”, poco a poco, un reloj o una azada?.

Elegir el mal es “demoníaco”, no es algo que esté ni provenga de la naturaleza. No sirve para nada, incluso puede ser contraproducente. Se empieza torturando animales y se acaba torturando, con gozo, a personas.

Pero este hombre, que es capaz de optar por la “maldad absoluta” es el mismo que es capaz de optar por la “absoluta generosidad”, dando incluso su vida.
Así de contradictorio es el hombre.

A este “exceso para una acción o para su contraria” es a lo que Rousseau denomina LIBERTAD, el signo de que el hombre “no está encerrado” (al menos no del todo), que la puerta no está atrancada. Siempre hay, al menos, una rendija por la que poder salir y/o entrar.

Nuestro programa natural no nos condena a ejecutarlo. Podemos, incluso, meternos en él e ir modificándolo.
¿Cómo?. Con la CULTURA, el otro reino, el de la “libertad”, muy distinto al reino de la NATURALEZA, el reino de la necesidad.

3 comentarios:

  1. Esto lo leí en el libro Aprender a Vivir de Luc Farry

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  2. Esto lo leí en el libro Aprender a Vivir de Luc Farry

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  3. Sobre la base de ese libro están escritos este bloque de comentarios. Saludos

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