martes, 20 de marzo de 2018

HISTORIA SAGRADA (A MIS AMIGOS, LOS CREYENTES) (3)




¿Eran “los hijos de Dios” los descendientes de Abel y de Set y “las hijas de los hombres” las descendientes de Caín? Ésta ha sido una interpretación.
Los héroes de la mitología griega son hijos de un dios y una mujer mortal (Heracles: de Zeus y de Alcmena; Minos: de Zeus y Europa: Pólux: de Zeus y Elena; Aquiles: de Peleo y Tetis,…)

La depravación sexual debió de llegar a tal extremo que: “exterminaré al hombre que he creado sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta los animales, hasta los reptiles y las aves del cielo, pues me arrepiento de haberlos hecho”.

El Creador se arrepiente de su creación, lo que dice mucho de su “omnisciencia”

Tal es así que mandó el diluvio.
Sólo Noé halló gracia ante Dios y decidió salvarlo, a él y a sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet.

De nuevo se recuperará la especie humana, pero ya sobre una base moral buena, la del justo Noé y sus hijos.
¿Y sin mujeres?
Porque, de los animales, entró en el Arca un ejemplar de cada especie, macho y hembra.
Pero ¿de los hombres no?.

En los sumerios y babilonios también aparece el diluvio lo que manifiesta que quizá hubo grandes inundaciones en el Oriente Próximo y se mantuvo su recuerdo a través de generaciones, pero sólo en el Antiguo Testamento tiene una explicación religiosa y moral, y no meramente natural.

Siempre hubo una estrecha unión entre el Mal y la Sexualidad.

Nosotros, ahora, atribuimos el mal a la voluntad humana, a la naturaleza humana, somos responsables del mal que hacemos, pero para los antiguos eso no podía ser así, sino que eran los malos espíritus los causantes del mal, sea la enfermedad, sea un cataclismo, sea la infertilidad de la mujer (la del varón se daba por supuesto que no), sea la sequía o sea la muerte,…

(Se me viene a la mente Leibniz y sus tres clases de males: el mal metafísico, el mal físico y el mal moral”)

Para el hombre antiguo tanto lo bueno como lo malo no procedía de él sino de unas fuerzas objetivas e incomprensibles, benévolas unas y malévolas otras, así que supliquemos para que…

¿Cómo no recordar a Ormuz y Ahrimán, del Mazdeísmo, el Principio del Bien y el Principio del Mal, en una lucha continua hasta el triunfo definitivo del Bien?
Pero que triunfe uno u otro depende, también de la opción del hombre, al apostar y practicar uno u otro, por lo que ya interviene la responsabilidad del hombre en el resultado de esa lucha.
Estamos, pues, hablando del mal moral, subjetivo.

También Yahvé, tras bendecir a Noé, dirá: “pediré cuentas a los hombres…”

Pero Satán se paseaba por la tierra tentando a los hombres (hay que recordar el diálogo entre Yahvé y Satán respecto a Job tentándolo en sus propiedades y, posteriormente en su cuerpo, en sus huesos, en su piel (con “una úlcera maligna, desde la planta del pie hasta la coronilla”…sólo respetando su vida, para ver si sólo confía en Yahvé por interés y no por ser íntegro, perfecto, temeroso de Yahvé,…)

El nombre de Satán es hebreo y significa originariamente “el adversario”, “el acusador”, ni siquiera era el tentador, el seductor y corruptor sino lo que hoy llamaríamos el “fisgón” que mete la nariz en los asuntos de los otros, que descubre los pecados de los hombres y se lo comunica a Dios.
Satán sería un “chivato”

Pero cuando Satán tienta a los hombres, como a Job, lo hace con permiso, con consentimiento de Dios, aunque no siempre, porque otras veces lo hace por su cuenta, sin permiso, como con David, en Crónicas, y ahora aparece como el enemigo declarado de Dios, la personificación del Mal, como se lo ve en la cultura cristiana, pero que como no puede atacar a Dios, se venga atacando a lo mejor de la creación, al hombre.

Como los libros de la Biblia han sido escritos durante un largo período de tiempo (1.000 años), el retrato de Dios que aparece en los distintos libros va cambiando.

“Profeta”, en un principio, sólo significaba “el que habla ante un auditorio”, un predicador, sólo después significará “persona que predice por inspiración divina”

Dios revela al hombre de diferentes maneras, bien en sueños, o en visiones, pero sobre todo en experiencias interiores, mediante una inspiración de palabras o de imágenes, o por acontecimientos triviales.

En el Antiguo Testamento el profeta aparece como una persona que tiene relación directa con Dios y, excepto Jeremías y Ezequiel, que eran escritores, los demás no lo eran y lo que parecen decir en los libros a ellos atribuidos, sólo son compilaciones que otros hicieron.

(Lo de “profetas mayores” (5) y “profetas menores” (12), no es por su importancia, por su categoría, sino porque sus escritos son más o menos amplios, voluminosos)

Los profetas estaban convencidos de que Dios los tenía al corriente de sus intenciones pero, al mismo tiempo, algunos profetas creen que Dios puede actuar discrecionalmente y sin informarles a ellos.
Habría pues, a veces, un silencio profético.

Los profetas no siempre estaban en lo cierto y muchos acontecimientos ocurrían sin que ellos los hubieran previsto.
A veces, también, cambiaron de opinión (Digo-Diego) u ocultaban intencionadamente la verdad.
Pero el pueblo los veneraba y los consideraban no sólo como hombres con un saber sobrehumano, sino con un poder sobrehumano.

Eran queridos y temidos.

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